Yalí (Antioquia).
‘Ciudad de las Colinas’
Lunes 2 de abril de 2012
Lo que es la ilusión de un viaje: desperté a las cuatro en punto, sin necesidad de reloj. Así que tomé el alimentador y el Metro y a las cinco y media de la mañana estaba en la Estación Caribe.
Hora y media más tarde pasamos frente a Puerto Gambino, las partidas para Carolina y Gómez Plata. Más adelante ‘La Portada’ que es el nombre del sitio en donde la carretera se bifurca: una sigue para Yolombó y la otra se desvía para Amalfí.
Ahí comienza el pavimento ya no en asfalto sino en cemento, nada plano, sino en ascenso continuo y moderado. Por esta vía no hay cumbres altas para alcanzar, sino montículos bajos y de un verde precioso. Esta es una vía de construcción reciente, en muy buenas condiciones. Pronto quedará lista hasta Segovia, por ahora hasta Yalí no hay tramos destapados.
Uno sabe cuándo va a llegar a las partidas para Yalí, apenas se empieza a ver La Floresta, un corregimiento yolombino allá arriba, sobre la ladera y a la derecha.
Es un poblado pequeño pero con una iglesia decente, de una torre central y dos cúpulas laterales. La familia Henao estuvo reunida allí hace poco para celebrar la memoria del hombre que dio origen a ese apellido.
Y tras un viaje de tres horas y media desde el barrio Caribe, llegamos a Yalí a las nueve de la mañana. El bus se detiene en La Cita, un sector bohemio, debajo de la plaza principal de Yalí. Ese es como el terminal de transportes y desde ahí sube uno tres cuadras pendientes y está en el atrio de la iglesia parroquial.
Desde el comienzo me gustó Yalí. También porque hace hoy un día tan bello, de sol radiante y cielo abierto, que le agrega mucho valor al paisaje pueblerino. No hay como viajarenverano.
Las calles son muy limpias, eso fue lo primero que me impactó. No, mentiras, antes de subir a la plaza principal me llamó la atención la escultura al arriero, tan hermosa, que decora el reciente ‘Parque de la Paz’. Se trata de un agradable espacio público que un alcalde anterior mandó a construir, en lo que antes eran casas viejas y en mal estado.
Ahora lo que se ve allí es a un arriero con su mula de grandes orejas erguidas, como en actitud de alerta, cuando vio pasar este viajero sesentón. Esta obra de arte fue muy bien esculpida por el artista Manuel Fernando Riveros Dueñas, y fue donada al municipio por la familia del pro hombre yaliseño: Víctor Manuel Agudelo Alzate. Bonita, bonita esta escultura.
También debo aclarar que hubo otra obra del alcalde anterior que me gustó, antes de subir al centro de Yalí. Se trata de la Unidad Deportiva ‘Los Tamíes’, con coliseo y piscina pública en la parte de abajo, cuando se entra a La Cita.
Y que quede claro que lo de La Cita tiene mucho sentido pues hay allí bares y discotecas de esas con cortina de tela roja a la entrada, luces de colores
brillantes, música a alto volúmen y penumbra espesa en el interior.
Hechas las anteriores salvedades, y ya silenciada mi consciencia, dediquémonos al centro de Yalí. Como a esta hora de la mañana estaban haciendo aseo en el interior de la iglesia, aproveché la circunstancia para fotografiar y admirar el templo.
Sí, no está mal, es una ermita con arcos destacados, baldosa antigua de arabescos originales y unos vitrales finos en cada una de las dos naves laterales.
La señora del aseo tuvo a bien encender las luces de las linternas, tal como se lo pedí, pues se trata de lámparas con bombas grandes y blancas, que lucen muy bien a pesar de tener por dentro bombillas fluorescentes. Como estamos en plena semana santa, ‘el Señor de la burra’ todavía ocupa lugar de privilegio, cerca al altar.
Después anduve por la calle principal y casi única, del poblado. El Palacio Municipal no es nada del otro mundo, pero sí se trata de una edificación moderna de tres plantas, cerrada ahora por vacaciones de Semana Santa.
Lo que sí funciona siempre es la emisora Yalí Stereo, 89.4, que dirige un tal Pantaleón y cuyo locutor de turno es el joven Gildardo Marín Galeano, el
mismo que en sus ratos libres ejerce como moto taxista. A Gildardo lo conocen en el pueblo con el remoquete de ‘El Barbero’.
Antes de trabajar en la emisora local, los hermanos Marín Galeano trabajaban en el matadero municipal y una de las cosas que mejor hacían era, dejar los cuchillos muy bien afilados.
A esta hora se transmite un programa de buena audiencia en el que, hasta las diez de la mañana, se rinde homenaje a muchos lugareños en su honomástico. Apenas terminó la canción, Gildardo activó el micrófono para decir:
‘Bueno, para todos los que están de cumpleaños en este bello día, para todos ustedes, que Dios derrame copiosas bendiciones y tengan un resto de día muy feliz, en compañía de sus familiares y amigos. Ahora quiero felicitar muy especialmente a doña Nélida Quintero, la profesora que está hoy de happy birthday. Y también aprovecho la oportunidad para saludar a don Germán Vallejo, quien hoy nos honra con su visita. Don Germán ha venido a visitar ‘la ciudad de las colinas’ y quiere dirigir unas palabras a todos ustedes’.
‘Muchas gracias Gildardo, te cuento a ti y a toda la amable audiencia de 89.4 Yalí Stereo, que me encuentro feliz conociendo esta comarca tan bella, limpia y con una iglesia tan hermosa. De verdad me ha encantado la gente yaliseña y la topografía tan especial de este municipio. Ustedes habitan una comarca preciosa, con balcones que miran hacia los cuatro puntos cardinales y en un día como hoy ofrece un espectáculo sin igual. Así que muchas gracias Gildardo por tu amabilidad y muchas gracias a todas las personas que me han acogido tan bien en este municipio’.
Mientras pasaba un ciclo de cinco minutos de propaganda conversé con una lugareña muy agradable quien me hizo pensar que para cualquier mujer, más importante que ser delgada es ser simpática.
Como parrillero de Jaime fui hasta el barrio Buenos Aires, arriba de La Cita. Llegamos en moto hasta la cancha de fútbol en donde hay también una antena de celular.
Allí debí subirme a un árbol, con ramas apropiadas, para trepar hasta el centro del tronco, a fin de
fotografiar la panorámica del pueblo, que no se apreciaba bien desde el piso. Por supuesto que no hubiera podido ascender hasta las ramas, si no hubiera sido porque Jaime puso sus manos contra el tallo, a manera de escala, soportando mis 100 kilos.
Antes de bajar hasta el terminal de transporte, vimos una hermosa casa campestre con vista privilegiada sobre el pueblo. Jaime me dijo que podíamos entrar y sí, ahí estaba el dueño, un joven que trabaja para la oficina de Reforestación en la zona.
Yo diría más bien, que se trata de una extraordinaria vista con casa. Qué sitio tan agradable y encantador. Desde ahí se ve el pueblo completo y los atardeceres se dibujan hermosos sobre el occidente, hacia donde está la perspectiva.
Acto seguido nos dirigimos al Hospital, por la Calle de la Veta. El centro asistencial está ubicado en una zona campestre, un poco en las afueras del pueblo. Tiene instalaciones amplias y agradables. Por ahí mismo está el Asilo de Ancianos de Yalí.
Y desde allí se divisa muy bien el cerro Tetona, la montaña insignia de la región. También se aprecia la finca ‘La Mariposa’, una hacienda muy bella,
con palma alta en el centro que, según me cuenta mi guía, pertenece a un señor que vive en Estados Unidos y escogió a Yalí como inversión y dónde pasar el resto de su vida.
Jaime me dejó cerca a la Casa de la Cultura, cerrada hoy. Funciona en una edificación inmensa de dos pisos que seguramente en tiempos pasados fue sede de alguna institución educativa. Abajo hay un taller de confección para madres cabeza de familia.
Le cancelé $7.000 al conductor que tuvo paciencia y me transportó durante 45 minutos. Gracias a él pude darme una idea muy completa del municipio y tomar buenas fotos para el recuerdo.
Este servicio acá tiene la ventaja, o desventaja, no sé, que no exigen casco para el parrillero. Es más cómodo e higiénico, pero menos seguro. Lo importante es pedirle al conductor que maneje despacio, como siempre lo hago.
Me hacía falta un tinto frente al parque principal, en el Café El Milagro, que tiene mesas en la acera. Casualmente cuando llegué al establecimiento, sonaba una canción que me encanta. Se trata de la melodía ‘Sin rumbo alguno’ que, no solo tiene una bella y muy sabia letra, sino que es una salsa de un ritmo pegajoso y alegre.
Bueno, ahora sí merezco un almuerzo. Fotografié a unas niñas que estaban muy a la moda y, a pesar de sus 9 años, ya se pintaban las uñas entre sí.
Una vecina me recomendó para comer el Restaurante La Tranquera, cerca del parque principal. Y sí, muy bueno el menú del día: sopa de legumbres con costilla de cerdo y huevo.
Y lo mejor fue que allí pude leer no solo El Colombiano de hoy, sino el suplemento del domingo, que me recomendó mio hermana. En ‘Generación’, Rosa Montero se alarma de los equipos de tecnología que ya se fabrican con fecha corta de duración, para que el engranaje del consumo no se detenga, no obstante que el mundo cada vez se llene de basura.
Aquí en La Tranquera suena ahora otra bonita canción de Vicente Fernández: ‘Que te vaya bonito’, en cuya letra no me había detenido a pensar. Una de las estrofas dice:
‘Cuántas velas dejaste encendidas,
yo no sé cómo voy a apagarlas’.
En fin que a la 1:15 dí por terminada mi visita a Yalí, muy divertida por cierto, y estuve en La Cita, para reclamar el morral y esperar el bus procedente de Segovia.
Quiero llegar hoy mismo a Puerto Berrío, ojalá antes que anochezca. Para ello deberé trasladarme hasta Porce y regresar hacia el oriente por la troncal que pasa por Cisneros y San José del Nus.
El alcalde de Yalí hasta el 2019 es el señor Raúl Hernando Roldán Pérez. Yalí tiene en total seis mil habitantes, de los cuales 3.000 residen en el casco urbano y el resto: otros tres mil, viven en las veredas.