Tibaná (Boyacá
Jueves 20 de diciembre de 2012
Desde Turmequé, capital del juego de Tejo, por el cual pasamos ahora, la carretera sigue en descenso y casi toda destapada hasta mi destino de hoy.
A partir de Aposentos viene un plano y luego el ascenso hasta Tibaná.
Se ven varias fincas abandonadas a la vera del camino, y mi compañero de viaje me recuerda cómo, en estos pueblos boyacenses no se ven casi jóvenes, más que todo ancianos, pues la juventud generalmente sale a las ciudades, en busca de oportunidades.
El nombre de este pueblo fue inmortalizado por Jaime Garzón con su personaje: ‘Diocelina Tibaná’ cuando hacía el papel de empleada doméstica que daba las ‘Recetas del Poder’.
A pesar que el pueblo posee Terminal de Transportes, de todas maneras los buses pasan por el parque al salir y dan el trompetazo de rigor, al ingresar a la plaza principal.
Esta vez me hospedaré en la casa de Rosita, un mujer humilde e inteligente que ha sabido llevar su vida con orden y sabiduría.
A las cuatro salí a fotografiar la plaza tibanense que es bonita, agradable, bien tenida.
Tiene como dos niveles, uno cerca a la Alcaldía, en la parte de arriba, y el de abajo frente a la iglesia.
Las construcciones del marco de la plaza son exquisitas, de colores tierra, bien conservadas. Hace una tarde espléndida, el clima acá no es tan frío como en Tunja o Bogotá.
El edificio de la alcaldía, a todo lo largo del lado occidental de la plaza, se ve bien presentado. De estilo colonial, tiene balcón corrido en el segundo piso.
Vine luego a la Panadería Café y Canela, a escribir estas líneas y tomar yogurt con garulla, un pancito como con un relleno a base de leche cuajada. Muy rica, no la había comido antes.
En ese establecimiento se coleccionan y exhiben los afiches con los cuales se han promovido las Fiestas de la Arriería, que se celebran cada año en Tibaná, en el mes de octubre. Las celebraciones incluyen bailes folklóricos y concursos de mujeres cargando las mulas. Vea usted qué contienda tan original.
En el parque de Tibaná, decorado con palmeras grandes y matas floridas, han armado un pesebre, cuyas casitas se ve que fueron elaboradas artesanalmente, quizá por estudiantes. Qué bueno eso.
Por la mañana mientras venía en el bus pensaba en la cantidad de horas que dedican los jóvenes a chatear o a ver los cantantes que triunfan, en los programas de concurso.
Sería mejor que esas 200 horas, calculo yo, las utilizaran en promoverse ellos mismos, utilizar sus talentos en un arte o una entretensión. La idea es que más adelante sean ellos los triunfadores, actores de sus éxitos y no solo espectadores ante la televisión.
A las cinco y media las campanas de la iglesia se echan al vuelo para llamar a los fieles al rezo de la novena de aguinaldos. Suenan bonito los badajos, ya ve.
Recorro algunas calles céntricas y me encuentro con un edificio elegante, de gruesas columnas afuera, donde funciona la Biblioteca Municipal.
Caigo en cuenta que las fachadas de las casas del centro, están casi todas pintadas de amarillo y marrón. Se ven muy bien. Y abajo, hacia el nor-oriente hay una capilla antigua.
Ya salió el padre hacia la calle de arriba, desde donde bajarán rezando el rosario. Unos pocos hombres enruanados cargan en andas, el equipo de sonido y los parlantes gigantes.
Los niños llevan casullas sobre sus hombros, color rojo y con apliques navideños.
Cuando salí después de comer espaguetis, la idea era dar una caminada. Hizo una noche hermosa, con media luna en creciente sobre el cenit.
Entonces entré a la iglesia. Es preciosa. Está hecha con piedra amarilla labrada, recogida en una cantera de vereda cercana. Las columnas gruesas y altas le dan solemnidad al templo.
Luce una baldosa antigua muy bonita y en el piso está grabado el año 1.945 cuando, seguramente, se terminó de construir el edificio. El padre oficiaba una misa larga, con buen sermón. El incensario le dio al ambiente un olor a sacramento, con el cual me remonté a mis años de monaguillo.
Un cura párroco anterior como que despertaba a todo el pueblo con su homilía dominical. Por eso alguien escribió en un muro de la iglesia, una súplica para el sacerdote que dice: ‘Padre, deje dormir los domingos’.
Con toda razón, no hay por qué obligar a toda la comunidad a escuchar la prédica religiosa.
Subía por el parque cuando vi que un señor me llamaba con su brazo. Era Pablo, un líder cívico, el que organiza la plataforma con techo de paja, que construyen para las fiestas de la novena de aguinaldos. Muy amable me ofreció tinto o aguardiente, pero a estas horas yo poco acostumbro beber.
En esas Salió de la iglesia la multitud que llenaba las bancas, y, ahí sí, se prendió la fiesta con voladores y demás.
En estos tiempos se acostumbra que, para cada día de la novena, haya veredas y entidades encargadas. Hoy le corresponde a la ESE, es decir, el Hospital, cuya directora, muy animada, me presentó Pablo.
Hay varios jóvenes disfrazados, algunos de mujer y otros con atuendos más tradicionales, sin esas máscaras de caucho modernas, sino con caretas hechas artesanalmente. Los vestidos son de líneas verticales coloridas.
Sobre todo a esos los fotografié, junto con el alcalde que era quien sobre la tarima, dirigía la celebración.
Los empleados del Hospital estaban vestidos de verde y rojo y habían preparado una carroza alusiva al calentamiento global.
Al día siguiente esperé el transporte a la salida de Tibaná, hasta cuando apareció el bus que en 20 minutos me dejó en la calle principal de Jenesano.
Acá habitan en total 9.500 tibanenses, 1.500 en el pueblo y 8.000 en las veredas.
El alcalde de Tibaná hasta el 2019 es el señor Luis Alejandro Millán Díaz.