Suárez (Tolima).
Jueves 30 de abril de 2015
En estos días me encuentro viajando por los pueblos de Tolima y Cundinamarca.
En El Espinal, una camioneta estaba próxima a salir hacia Suárez, con los cupos casi llenos. El pasaje para 25 minutos y 24 kilómetros de recorrido, cuesta $3.000. Y las camionetas van muy rápido, por una vía de poco tráfico.
Eso sí, hay que andar con cuidado cada que viene en contravía un tractor. Nos encontramos como siete en todo el camino. Es que estas son tierras muy cultivadas.
Principalmente se ven sembrados de arroz y algodón, pero también se cosecha sorgo, ajonjolí y maíz. Las planicies verdes, sembradas de arroz, me recuerdan las mesas de billar.
Hace un día súper, de sol intenso, como para viajarenverano.
Por acá se sale para La Chamba, el corregimiento de El Guamo en donde elaboran vajillas de barro negro.
Dos kilómetros antes de llegar a Suárez, se pasa un puente nuevo, sobre el río Magdalena, que forma el límite entre El Guamo y Suárez.
Antes de este viaducto reciente, hubo otro que se cayó en el 2010, y mucho antes se pasaba el afluente en balsas, lo cual hacía muy demorado el recorrido entre los dos municipios, que ahora tarda solo un cuarto de hora.
Por eso hay mucha gente que vive en Suárez y trabaja en El Espinal.
A las cinco de la tarde me bajé cerca de la plaza suarense. El pueblo se ve ordenado y el parque confortable, sombrío y espacioso.
Hasta el 2019, el alcalde es Luis Ángel Gómez Lizcano. Suárez es un pueblo pequeño de solo 4.500 habitantes.
Qué parque tan acogedor: con una ceiba gigante y centenaria que cubre el 43% del espacio público; algunas palmeras azules y otros árboles, como un ‘lluvia de oro’ que engalana la plaza frente al Hospital.
A un lado de la Alcaldía había una tarima colorida con payasos y mimos, pues hoy se celebra la Fiesta del Niño y la Recreación, patrocinada por la
administración, los contratistas del municipio y el Hospital Santa Rosa de Lima.
Música a buen volumen; los niños están a la expectativa ante la rifa de bicicletas.
Mientras tanto fotografié la espadaña de la iglesia Santa Rosa de Lima, sencilla pero colorida. Ahora le están cambiando la pintura y las fotos que tomé con dos colores, ya ve, no está mal.
Como el templo estaba cerrado, logré fotografiar algo del interior a través de un hueco de la cadena que amarra las alas de las puertas.
La alcaldía ubicada sobre el marco de la plaza principal, tiene una fachada sencilla, pero dentro y atrás han construido dos pisos de oficinas
modernas.
Alguien a quien consulté no me dio buenas referencias del alcalde, porque ‘no ha hecho ni una obra’. Puede ser.
Pero también puede ocurrir que el burgomaestre no haya invertido en cemento y ladrillo, sino en lo social. Ahora veía a los funcionarios de la
alcaldía, muy dispuestos a colaborar con el evento infantil, todos con camisetas color verde marino.
Dentro del Palacio Municipal había como 13 jóvenes ensayando instrumentos de viento y percusión. Se ve que la administración apoya la Banda Sinfónica de Suárez.
Como he corrido y caminado tanto, llegué con mucha sed a Suárez. Una gaseosa me calmó la sed, acompañada con panes de 200 pesos.
A propósito Kombi pa’l Norte, unos viajeros argentinos que pasaron por Colombia, al ver las panaderías que abundan en nuestro país, opinaron:
‘Pero lo mejor de Colombia dentro del rubro culinario, son sus panaderías. Todas son enormes, tienen mesas para comer y sirven una gran variedad
de panes de todo tipo. Hay cuadras que tienen hasta tres panaderías y es imposible no tentarse de comprar algo cuando lo primero que se huele al
salir a la calle es el pan calentito, recién horneado’.
Antes de las seis me siento a esperar transporte a un lado de la iglesia, en mesas con sillas bajo un árbol frondoso. Estoy cansado pero feliz. Un día intenso pero rico el de hoy. Conocí mucho y esta semana chuleé como cinco municipios del Tolima y Cundinamarca.
En el punto donde se estacionan las camionetas, probé la chicha de maíz que venden y me encantó. Desde anoche en Coyaima me antojaron de esa bebida. Qué ricura.
Y la empanada con que la acompañé… ah… ¡de morir!.