Silvia (Cauca).
Lunes 5 de octubre de 2015
El municipio de Silvia es el destino más importante del departamento del Cauca. Dista dos horas de Popayán y una hora de Piendamó.
La carretera tiene paisajes hermosos alrededor, y eso que ahora no se ve tanto verde, debido a la falta de lluvias. La entrada a Silvia es muy agradable y el pueblo, sin ser el más atractivo, sí tiene su encanto.
Estoy trasnochado por el viaje nocturno desde Medellín, así que me dí la pela y pagué $80.000 en el Hotel de Turismo Comfandi, por una habitación con dos camas y las tres comidas.
En dos horas de sueño recuperé energías y salí a conocer este, el pueblo más turístico del departamento del Cauca.
La plaza de Silvia es inmensa. La iglesia tiene un plano muy especial, pues parece cuadrada y con una fachada muy ancha. En el piso conserva una baldosa antigua de hermoso diseño, aunque el sonido de las campanas no es muy fino.
La alcaldía ocupa un edificio de dos plantas, con muchas ventanas, en el marco de la plaza, frente a la iglesia.
En seguida entré a la Galería, que ocupa un amplio edificio en donde ahora están armando las estanterías para el mercado semanal que, acá es todos los martes.
Lo interesante es que todavía utilizan mesas hechas con tiras de guadua, y caballetes de trozos de árboles, todo muy rústico. Sin embargo esos armarios como que lo remiten a uno a los años 50, cuando no existían burros en acero o armarios metálicos.
Tuve suerte porque mañana me tocará un mercado muy concurrido. De las veredas vendrán sobre todo indígenas guambianos a vender frutas, verduras y demás productos para el mercado.
Ya me habían dicho que a los guambianos no les gusta que les tomen fotos. Y así fue, cuando le pedí a una indígena de ruana azul, botas de cuero amarillas y faldón negro, que me permitiera fotografiarla, lo que hizo fue ‘decirle a Pedro, para que escuchara Juan’: dirigiéndose a su compañera le dijo:
‘Si me da pa’ la gaseosa’.
Sí, lástima que sean tan tímidos y no expresen orgullo por su indumentaria, tan original. Pero hay que entender que se trata de personas con una cultura diferente y un modo de vida más cerrado. Desde su óptica, mi conducta seguramente la considerarán atrevida.
El que sí se dejó fotografiar de buena gana, fue Segundo Tombé, un indígena guambiano que lleva con orgullo su sombrero de fieltro negro, la ruana tradicional tipo peto, y la bufanda roja anudada al cuello.
He optado por preguntarles si me permiten una foto, si dicen que no, pues están en todo el derecho a negarse.
No he visto muchas ruanas grises, de las que compramos en los años 80, cuando por primera vez visité Silvia.
Más adelante a una indígena tuve que pagarle dos mil pesos por dos fotos. Ella además del pañolón de lana, la falda negra y el collar de chaquiras, lleva en la cabeza una pandereta de fibras que, según parece, usan ahora las indígenas más jóvenes.
También en un costado de la plaza principal, está la sede para la primaria del colegio Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, dirigido por religiosas. Por estos días, los estudiantes disfrutan de la semana de descanso de octubre.
Contraté a un moto-taxista, para que, durante media hora y por $6.000, me llevara a algunos sitios retirados del parque.
Primero subimos al Templete de la Virgen del Socorro. En seguida divisamos el costado oriental del pueblo, desde la capilla de Belén, ubicada en un alto con buena vista en horas de la mañana.
Por último fuimos a la entrada donde hay un mirador con excelente panorámica.
Por ahí cerca está el cementerio, de buen aspecto y hasta una rueda de Chicago han instalado en una manga.
Ya se siente frío en la plaza de Silvia. La gente comienza a refugiarse en sus casas desde las siete de la noche, así que la vida nocturna acá es mínima.
Martes 6 de octubre de 2015
Desde temprano estuve en la galería fotografiando las papas saraviadas, la cocina donde hierve el arroz y se fríen los chicharrones, los atados de panela color caramelo, vainas para machete, ovillos de lana de todos los matices, en fin que es toda una variedad de productos, sin contar las frutas y verduras, todas muy frescas.
Aquí también están de moda para los hombres, las camisas de cuadros coloridos. Definitivamente vivimos en un mundo globalizado.
El desayuno en el Hotel, bien, pero es como algunos productos americanos: Más empaque bonito que contenido calidoso.
Ahora iré a Popayán para seguir hasta Coconuco, donde hay baños termales muy visitados.