Sasaima (Cundinamarca).
Lunes 24 de agosto de 2015
A veces uno piensa que conoce un municipio, porque sabe dónde está ubicado.
Eso me pasaba a mí antes de visitar Sasaima: sabía que quedaba a mitad de camino subiendo de Villeta a Bogotá, y que es gran productor de frutas, a juzgar por los puestos de venta que colocan a un lado de la carretera.
Después de conocer Sasaima, me queda claro que se trata de un pueblo agradable, tranquilo, aferrado a sus costumbres, que ha tenido buenas administraciones municipales y conserva muy bien su patrimonio arquitectónico.
Hoy Sasaima se promociona como destino ideal para turismo de aventura, dados los paisajes verdes y la gran riqueza hídrica que posee. Hay buenos hoteles boutique y Spa para el descanso y el disfrute de la naturaleza.
Procedente de Medellín, llegué a Sasaima antes que amaneciera. Lo primero fue fotografiar la fachada de la iglesia de San Nicolás de Tolentino, con el edificio de la alcaldía a un lado. Muy cerca se encuentra también la capilla antigua de Santa Bárbara, a un lado de la plaza.
El alcalde de Sasaima hasta diciembre 31 es el señor Juan Carlos Ramos, quien ocupa el puesto por segunda vez. Este municipio no es muy poblado, en el centro urbano habitan solo dos mil personas, ocho mil viven en las veredas, para un total de diez mil sasaimeros.
El actual burgomaestre parece que ha invertido suficiente en aspectos culturales. En el centro del parque han instalado el Monumento a la Identidad Sasaimera, donde se ve a campesinos con mulas en sus labores diarias.
Un escultor de apellido Barahona es el que ha esculpido la imagen del indio Cacaima que decora el parque, lo mismo que el monumento al campesino que también se exhibe acá.
Sasaima es un pueblo tranquilo, agradable, bonito, donde provoca quedarse. Dista 75 kilómetros de Bogotá. Tiene una Casa del Adulto Mayor muy confortable para los abuelos.
En el parque también florece un árbol de lluvia de oro, de los que dan ramos de flores amarillas que engalanan tan bien cualquier espacio.
Desde la plaza se observa el Alto de la Cruz, con excelente vista sobre todo el pueblo. Hasta allá suben peregrinos el 3 de mayo para rendir homenaje a la cruz de Cristo.
Mientras se despierta el sol, en la Panadería Central, ubicada en el marco de la plaza, tomo tinto acompañado de pan resobado, de ese alargado y con rico sabor que tanto gusta en el occidente de Cundinamarca.
En el marco de la plaza sasaimera, solo hay dos establecimientos comerciales: esta panadería y un mini-mercado.
Continuamente pasan por la plaza, las camionetas cuatro puertas que prestan servicio hacia Villeta y La Vega.
A esta hora tempranera, pasan muchos estudiantes que van a recibir clases a partir de las siete de la mañana. Mientras tanto, los muchachos, en grupos de amigos, esperan el momento de ingresar al colegio, charlando y riéndose, en las bancas del parque.
En la puerta del Colegio Fátima, se ubican dos profesoras a dar la bienvenida a los alumnos. Algunos responden el saludo, otros esperan que la profe les reclame la bienvenida.
Pero lo más particular es que una de las docentes les pide a las niñas, que muestren las uñas de las manos.
Si están pintadas, no las dejan entrar hasta cuando consigan acetona en el almacén cercano o, a base de raspar con los dedos, logren quitar el esmalte de sus extremidades.
Como hoy es primer día de semana, los uniformes están muy limpios y algunos, sobre todo los de las niñas, se ven bien planchados.