Santa Rosa de Cabal (Risaralda).

Lunes 7 de diciembre de 2015

Visitados más de mil municipios colombianos, quiero regresar con tranquilidad a las localidades que más me han gustado y una de ellas es Santa Rosa de Cabal.

Este municipio tiene mucho para conocer, fuera de los famosos termales y los deliciosos chorizos que todos hemos disfrutado. Con cincuenta mil habitantes en el casco urbano, Santa Rosa es toda una ciudad.

Apenas se entra a Santa Rosa, se aprecian arriba, sobre el oriente, el Santuario de La Milagrosa y al occidente la recién restaurada Estación de Ferrocarril, con relojes antiguos en las fachadas.

El interior de la Catedral es un poco oscuro, debido a la cubierta en madera de las paredes. Pero ello favorece el goce de ver los vitrales tan artísticos de Santa Rosa de Lima, en el altar principal, y las estaciones del viacrucis en las paredes laterales. Con detalles finísimos, constituyen verdaderas obras de arte.

Anduve por la plaza de mercado, una de las más ordenadas y limpias que he conocido. Esta edificación antigua de una sola planta, ocupa toda una manzana, está muy bien conservada, con los pórticos esquineros de elegante aspecto.

Haciendo esquina con la Galería, hay un edificio antiguo de 1.928, que es toda una joya arquitectónica.

En la plaza principal produce nostalgia ver las araucarias con sus copos cortados. Seguramente amenazaban venirse al suelo y debieron podarlas. Ojalá ya estén creciendo los árboles que las van a reemplazar.

En cambio las sillas en forja del parque principal, esas sí continúan tan bellas como han sido. En ninguna otra parte las he visto con diseño exclusivo, en el que se destaca el escudo de la ciudad.

Cuando visité Santa Rosa en el 2015, lo mejor fue contratar a Jorge, un moto-taxista adulto, que por $5.000 me llevó a distintos puntos de la ciudad. Qué señor tan atento y cuidadoso para manejar.

Primero subimos a los tanques del Acueducto, a la salida para los termales. Desde allí se logra una buena vista del casco urbano.

En seguida visité el Santuario de La Milagrosa, con vitral gigante y colorido al fondo.

Al salir conversé con el vendedor de escobas, porta bombillas y escobillones. El hombre carga sus productos de la manera como mejor llamen la atención a los posibles compradores. Mi amigo no estudió publicidad, pero tiene conocimientos empíricos sobre lo que los mercadotécnicos llaman ‘mershandising’.

También admiramos el colegio Simón Bolívar, una escuela pública con edificación antigua muy bella y que siempre ha estado pintada de azul.

Por ahí queda también el Instituto Técnico Marillac, el Francisco José de Caldas y otros establecimientos educativos.

En una curva de la parte alta, hay venta de antigüedades. Me encantó una vieja plancha que funcionaba con gasolina y por la cual pedían $80.000, ‘negociables’. Pero, como diría alguien,  ‘ya no estamos para acumular más chécheres’.

La carrera 14 es una de las más concurridas por estos días, dado que allí se ubican muchos almacenes de ropa, celulares y calzado.

Termino mi visita a Santa Rosa con un tinto en el Bar El Nogal, uno de los más tradicionales y con un piso fantástico de los años 50.

Al frente están dos edificaciones de colores intensos, un hotel y otro de oficinas. Ya ve, me parece que esos tonos fuertes alegran el ambiente del centro.

Durante el recorrido, Jorge me habló de otro sitio con buena panorámica, saliendo de Santa Rosa: una cuadra antes del Instituto Agropecuario Verachy, con excelente vista sobre la Estación del Ferrocarril y la catedral de frente, en horas de la tarde.

Por $2.000, salí en un bus hacia el terminal de transportes de Pereira.

El alcalde de Santa Rosa de Cabal hasta el 2019 es el señor Henry Arias Mejía.

Acá habitan en total 70.000 santarrosanos, 57.000 en el pueblo y 13.000 en las veredas.