Santa Lucía (Atlántico).
Jueves 29 de octubre de 2015
Desayuné con huevos y patacones crujientes, que me preparó Mary, la dueña de la casa donde me hospedo en Calamar. Allí abordé la moto de Arnoby.
El hombre tiene la misma edad mía, así que conduce su vehículo con mucha prudencia.
‘La correría no trae nada bueno’, dice Arnoby, luego que se queja de la velocidad a la cual manejan algunos jóvenes.
Además mi conductor da buena información, pues conoce y tiene experiencia. Por él supe que entre el puente elevado sobre el Canal del Dique y el municipio de Santa Lucía, hay solo 9 kilómetros.
Para llegar al pueblo, se transita por una carretera con excelente pavimento.
A pocos kilómetros está la curva, señalizada ahora con flechas negras sobre fondo amarillo. Ahí exactamente fue donde se rompió el Canal del Dique durante el invierno del 2011.
Suan, Campo de la Cruz y Santa Lucía, quedaron completamente inundados. Apenas si se veían los techos de las casas.
Todo porque no fue suficiente la fortaleza con la que hicieron el muro de contención, para detener las aguas en caso de una crecida.
En cambio ahora, desde cuando se entra al centro urbano de Santa Lucía, se ven obras de calidad que indican cómo ha progresado el pueblo.
Arnoby me fotografió junto al nombre del municipio, en letras gigantes y colores vivos.
Luego conocí el moderno centro de salud que construyeron a la entrada.
Ahora terminan de pavimentar algunas calles y varias tienen separador y jardín entre los dos carriles.
Llegamos hasta la Plaza Son de Negro, con piso moderno, árboles grandes y suficientes bancas.
La iglesia es pequeña, pero con sus dos torres y buen aspecto, no pasa desapercibida, máxime que a esta hora de la mañana el sol pega contra la fachada.
La tarima para actos públicos recién construida, me llama la atención por los materiales finos que le colocaron. El piso, por ejemplo, es de una tableta plástica muy apropiada.
Árboles de grandes ramas decoran este encantador espacio comunitario.
Y algo muy especial: la ciclo ruta que construyeron a un lado y forma un semi-círculo alrededor del centro urbano.
Actualmente terminan la moderna Casa del Adulto Mayor, en un barrio periférico. Y el año entrante los estudiantes asistirán al nuevo mega-colegio.
Así que la administración que entregará el primero de enero, no quedará en deuda con el municipio.
Y me cuenta Arnoby que para ganarse a la población, el gobierno central ha hecho buenas inversiones en Santa Lucía, empezando por la carretera que antes de la catástrofe invernal era destapada.
Santa Lucía es conocida como ‘La Capital del Bollo’. Y sí, pasé por una avenida en donde había banderas blancas, improvisadas con cualquier tela de ese color, que colocan en la rama del árbol más cercano.
Esa insignia es señal de que en la casa del frente hay bollos frescos para la venta.
En la acera de la vivienda, vi a una familia que se dedicaba a la elaboración de bollos de maíz tierno. Arnoby se detuvo y tuve oportunidad de fotografiar el proceso.
La ‘línea de producción’ comienza con el hombre que pela las mazorcas y luego corta las hojas del fruto para empacar los bollos; la señora que vierte el maíz molido y mezclado con otros ingredientes, para luego echarlos a una olla grande, con agua en ebullición.
A fuego lento, las masas de maíz biche, envueltos en su empaque natural se cocinan durante dos horas.
La abuela de la familia también hace parte del grupo de manufactura. Le hice muchas fiestas y ella se sintió muy bien cuando le mostré su imagen en la pantalla de la cámara, y mucho mejor cuando le tiré besos de despedida, antes de arrancar en la moto de Arnoby.
De regreso a la troncal, pasamos frente a un redondel con graderías. Le pregunté a mi conductor de qué se trataba ese andamio.
‘Era una gallera, pero ahora mismo está envolatada’, responde Arnoby.
Ya cerca al puente me encantó ver unos árboles jóvenes que crecen en la cerca. Mi conductor explica que son palos de roble, una madera fina muy utilizada para hacer muebles.
En seguida se ve un cultivo de guayabos y unos metros más allá, crecen palos de ‘lechosa’, como llaman por acá a la papaya.
Por todo el recorrido de ida y vuelta había arreglado con mi moto-taxista que le pagaría diez mil pesos, pero se manejó tan bien y conduce tan a mi manera, que le dí unos pesos de más.
Arnoby me dejó en el Puente sobre el Canal del Dique.
Esta visita a Santa Lucía será inolvidable: un pueblo de gente con buena energía y donde se elaboran los mejores bollos de la costa atlántica.
Viajar a los pueblos típicos me parece mejor que los sitios turísticos donde todo es mas caro y hay mucha gente. Me gustó el relato sobre Santa Lucía Atlántico
Estamos de acuerdo, no hay como el contacto con la gente humilde y hospitalaria de los pueblos. Saludos.