San Zenón (Magdalena).
Miércoles 13 de septiembre de 2017
Pueblo como ninguno otro.
Es muy cómodo llegar a Jericó, Barichara o Monguí en auto con aire acondicionado y por pavimento.
Pero las vivencias que se tienen en un pueblo perdido del Magdalena, luego de atravesar ríos, espantar mosquitos o como parrillero en transporte informal, también son imborrables.
San Zenón se encuentra a media hora de Mompox.
Este es el tipo de pueblo que me gusta visitar: una localidad auténtica, donde monto en bicicleta, fotografío niños alegres y desprevenidos y me reciben con pocillo de café en la cocina de una casa humilde.
San Zenón quedó grabado para siempre en mis recuerdos más preciados. En pocos municipios he vivido tantas alegrías juntas.
Viaje en moto.
Un moto-taxista que peina canas me trajo hasta este destino en su vehículo de dos ruedas.
Ante tantas bellezas naturales, el viaje desde Pijiño hasta San Zenón fue más del alma que del cuerpo, pero también tuvo sus riesgos.
No solo la carretera está destapada, sino que como ha llovido tanto estos días, presenta tramos con barro jabonoso.
La moto de Oswaldo no tiene llantas lisas como la de los dos paisanos que se fueron al suelo cuando el vehículo patinó en el lodazal. Un señor como de 75 años y el conductor más joven.
Menos mal solo se ensuciaron la ropa, a pesar que parte del vehículo lo tuvieron que soportar sus piernas. Qué susto.
La iglesia de San Zenón tiene un diseño original, con terminaciones redondas arriba.
Al frente está el parque, más allá una cancha mixta de cemento. Y por detrás de todo cruza el río Magdalena.
Encontré a los funcionarios de la alcaldía reunidos como esperándome. Entonces conversé con ellos unos minutos y les repartí tarjetas del blog.
En una tienda compro pasteles de guayaba en forma de servilleta a solo 200 cada uno. Dios mío, cómo hacen para vender tan barato. Por la coca cola pagué solo $700.
Muchas sorpresas juntas.
Estuve conversando con un lugareño que recorre el pueblo en bicicleta. Dice que gracias a ella, con 72 años se conserva delgado y saludable. Y es cierto.
Le pido que me permita dar una vuelta por el pueblo en su cicla y de una me acerca el manubrio. Para celebrarlo me hago fotografiar en el velocípedo antiguo.
Más adelante encontré otra sorpresa: un pedestal vacío y más bien bajo, al cual me subí para que el primero en pasar me fotografiara como a un héroe.
Bueno, qué bien, uno más para la colección.
Aquí también descubro un par de tinajones de barro antiguos, en donde el agua descansa fresca, como haciendo una siesta abrazada por la cubierta de barro.
Qué vasijas tan bellas con esos cuerpos redondos y voluptuosos.
Salida de la escuela.
Esta es la hora del medio día cuando las calles de San Zenón se llenan de risas, carreras y algarabía, con la salida de los estudiantes.
El color de los uniformes, la pureza de las media-medias blancas y los zapatos escolares sucios, hacen del encuentro con estos niños toda una fiesta de color y música.
Las chicas con uniforme de cuadros rojos tampoco pusieron objeción cuando les pedí una foto. Se ven hermosas, una de ellas con sombrilla y todo.
En los pueblos a los niños les gusta que los fotografíen. Todos quedaron sonrientes y uno que otro con mirada picarona. En cambio en la ciudad ante la cámara, los muchachos salen corriendo o se tapan la cara.
El bluying, la violencia reiterada entre pares, no han llegado aún a este perdido pueblo del Magdalena.
Cerca a la tienda estaba Juan David con sus compañeros de escuela, jugando a hacer sonar lo más duro posible, las papeletas que ellos mismos elaboran con una hoja de cuaderno.
Hay que sacudirla duro moviendo el brazo de arriba abajo, para que se abra y suene. Tan chévere esos juegos sencillos de los chicos pueblerinos.
Paso por el río.
Después del medio día regresamos Oswaldo y yo a Talaigua Nuevo, donde vive mi moto-taxista. Él tuvo la buena idea de retornar por un deshecho que implica pasar un brazo del río en canoa, incluyendo la moto.
Desembarcamos y volvimos a tomar un tramo corto de carretera destapada; al momento estábamos viajando por un tramo de 12 kilómetros de excelente pavimento hasta llegar a Talaigua Nuevo.
La Danza del Casabe es según me cuentan en la Casa de la Cultura, la expresión más representativa del patrimonio inmaterial de San Zenón.
En este municipio viven en total 9.000 sancenoneros, 2.000 en el pueblo y los 7.000 restantes en los campos.
El alcalde de San Zenón hasta el 2019 es el señor Alberto Martínez Martínez.
Muy bonita descripción. Estuve buscando por Internet este pueblo del que nadie habla, pero que fue la cuna de mi abuela materna nacida en 1897. Ahora estoy escribiendo sobre ella y averiguando lo que fue San Zenón y lo que representó para ella en su primera juventud hasta un poco después de su adolescencia cuando salió de allá. Muchas gracias. Afectuoso saludo.
Bien Mary, qué bueno que te intereses por tus ancestros y que mi relato te haya servido. Saludos.
La verdad es que San Zenon es el pueblo del sur del Magdalena con mayor riqueza eco-turística, si tu tomas la ruta de mompox entras por el caño de peñoncito y llegas a la ciénaga de Pijiño, tambien se puede llegar hasta Bermejal pasando por Angostura, esos paisajes e islas cenagueras en medio de una espesa zona verde nos da un sentimiento de tranquilidad y paz. Además los pasteles de Guayaba en forma de servilleta se llaman «Casabes» , por eso se le llama la tierra del casabe, Se puede conocer mas visitando la pagina http://www.sanzenon-magdalena.gov.co/tema/municipio
Muy bueno su aporte, excelente contar con lectores como usted, muchas gracias.