San Sebastián (Cauca).
Un viajero amigo me dijo alguna vez: ‘Del departamento del Cauca vale la pena que conozcas San Sebastián’.
No le di importancia, es un pueblo tan distante, a 230 kilómetros al sur de Popayán y en límites con la ‘Bota Caucana’ que, en esa oportunidad opté por ser incrédulo.
Pero cuando me decidí a viajar desde La Vega a San Sebastián en un bus Kodiak grande, de corneta sonora, entendí que aquel colega tenía razón.
La Estrella Fluvial.
Asentado en pleno Macizo Colombiano, San Sebastián es un pueblo cerquita del cielo, con aire puro: toda una ‘Reserva Natural’.
Rápidamente me hice amigo del conductor y su ayudante, dos muchachos jóvenes que parecen familiares y se turnan para manejar. A lo último me llaman ‘Paisa’, cosa que me enorgullece.
A poco tiempo de salir de La Vega, hubo requisa de la policía, más que todo por cumplir o al menos una inspección ingenua. A propósito me quedé de último y claro, no me examinaron pues para ese momento los gendarmes ya se habían cansado de requisar con desgano a los primeros pasajeros, los más sumisos.
En la parte de arriba y al oriente de la carretera viniendo de La Vega, está el ingreso al ‘Valle de las Papas’, donde según me cuentan, hay unas 30 lagunas, la principal de todas: La Magdalena en donde nace el río más grande del país.
‘La Estrella Fluvial de Colombia’ es uno de los sitios más visitados por los turistas extranjeros que llegan al sur del Cauca. Por ahí nacen los grandes ríos colombianos: Magdalena, Cauca, Caquetá y Patía.
Más adelante pasamos por Pancitará, un corregimiento grande de La Vega, con capilla blanca que gracias al potente sol de la tarde, muestra ahora su mejor imagen. Tres cruces vistosas recuerdan el Gólgota.
Por fin mi destino
Al final del día llegamos a San Sebastián y pude tomar algunas fotos todavía con luz diurna.
Las fachadas de las casas están pintadas de verde y blanco, tonos que generan confianza y acogida al visitante.
El casco urbano lo forman dos calles largas y empinadas, que terminan en un pequeño parque con fuente, el hospital, el colegio y las tres capillas católicas.
Subí hasta la plaza en donde hay una ermita que, como toda capilla doctrinera, tiene una cruz en la parte de afuera. Al lado están construyendo un frontis más robusto para el templo principal.
La alcaldía de dos pisos y de construcción antigua también hace parte del corazón del municipio.
El cerro más elevado lo corona un oratorio con torre alta que custodia el poblado y efectivamente, sirve como atalaya para los policías que tienen allí su puesto de control. No, pues, para qué mas…
Campos sin jóvenes
En el hotel intercambié ideas con dos funcionarios de la Federación de Cafeteros.
Estuvimos de acuerdo en que la caficultura tiende a acabarse porque los mismos papás le dicen a sus hijos:
‘Estudie mijo para que no le toque un trabajo tan duro’.
Pero se olvidan que en las ciudades la vida no es fácil.
Hay que ver lo mucho que tiene que madrugar la gente en Bogotá para llegar al trabajo y en las grandes urbes, todo cuesta dinero. Pero eso sí, allá la tecnología está al alcance de la mano.
Día de verano
Fue tanto el frío y dormí tan poco que al final lo que hice fue pensar en las cosas positivas que tenía el hospedaje: no hay cucarachas, estoy en una habitación amplia y con televisor, el agua es abundante, hay papel higiénico. La idea era olvidarme de tener que usar un baño compartido.
Muy temprano salí a tomar fotos por el puente de madera que conduce al cementerio.
Una de las casas más antiguas del municipio sin mucho esfuerzo se conserva en pie: claro fue construida sobre una inmensa roca con siglos de historia.
Antes de las siete de la mañana suben los estudiantes para el colegio, que está en la parte alta y abajo del Hospital. Trato de conversar con algunos muchachos, pero son tan tímidos como era yo a esa edad. Claro que a ellos les tocó una vida de libertades muy diferente.
Hacia las siete de la mañana salió un sol enceguecedor que todo lo hace ver radiante. Espero a un huésped del hotel al que le pregunté si iba para Bolívar y me respondió que sí, que podía irme con él.
‘Preguntad y os responderán, pedid y se os dará’.
El alcalde de San Sebastián hasta el 2019 fue Juan Alberto Ordóñez Cerón, y hasta el 2023 es el señor Yobani Anacona Anacona.
Acá habitan en total 12.000, mil en el pueblo y once mil en las veredas.
Miércoles 12 de julio de 2017