San Petersburgo (Rusia). 2/2
Viernes 3 de junio de 2011:
San Petersburgo tiene unos cuatro millones de habitantes y es una metrópoli preciosa y muy interesante para cualquier viajero. Estoy feliz en esta ciudad, qué bueno haber venido. En realidad se trata de una cultura diferente con novedades importantes a cada paso.
Hace una tarde excelente, luminosa, azul, encantadora. Este día veraniego exalta el espíritu hasta del más depresivo.
Mantengo la cámara fuera de la riñonera, porque a cada momento hay un buen motivo para fotografiar, un detalle bonito, un edificio antiguo, una escultura rematada con el águila bicéfala.
Sangre Derramada.
Esta mañana llegamos hasta la iglesia de la Resurrección de Cristo, o de la Sangre Derramada. El segundo nombre se debe a que en su interior, fue asesinado en 1.881, el Emperador Alejandro II.
Se trata de un templo típico de la arquitectura religiosa rusa, ubicado a solo una cuadra de la calle Nevsky. Se aprecia imponente esa edificación, con sus cebollas y piñas coloridas, reflejando la luz del sol.
Mis compañeros de excursión van a visitar el Museo del Ermitage. Yo prefiero hacer el Turibus, para observar puntos que no he conocido.
Y es que para mí las obras de los museos famosos se pueden mirar por Internet, y cómodamente sentado en la casa. Así que me despedí de ellos, con la esperanza de vernos a tres de la tarde, en la puerta izquierda del Museo.
Ya me encuentro solitario, y con la dosis de ansiedad que se siente al caminar a solas por una ciudad desconocida y en medio de gente que habla un idioma muy extraño.
Uno de los pocos avisos que sí entiendo, es cuando se advierte a los transeúntes que el negocio no cierra: colocan a la entrada un número 24, descifrable para cualquier persona.
Turi-Bus.
El paseo en el bus turístico cuesta 550 rublos, para un único recorrido, es decir, son dos horas transitando por los sitios de interés, pero no existe la posibilidad de bajarse en una estación y coger otro bus, como sí se dá en otras ciudades europeas. La mayoría de los turistas son rusos, es decir, solo un 30% seremos extranjeros.
Y es que San Petersburgo es a los rusos, lo que Cartagena para los colombianos: la ciudad histórica y costera, que todos quieren visitar.
La primera parada de cinco minutos para tomar fotos y demás, fue en el monumento ecuestre de Pedro El Grande y la Iglesia de San Isaac, que es monumental.
Se puede subir al tambor de la cúpula, desde donde la vista debe ser envidiable, pues los visitantes que están arriba, se ven pequeños desde abajo.
La cúpula de la Catedral de San Isaac, es de lo más bello. Dicen que está revestida con 100 kilos de oro, razón por la cual desde el siglo XIX, no se le ha hecho ningún mantenimiento.
Y cuentan que en alguna ocasión cuando Rusia fue invadida, bastó cubrir la cúpula con no sé cuál material, para disimular su riqueza y, una vez ido el enemigo, retirar la cubierta para redescubrir el revestimiento dorado.
Por ahí cerca está la escultura ecuestre de Catalina de Rusia.
Una tercera detención fue cerca de El Campo de Marte, un amplio espacio con Jardines y árboles bien cuidados. Por esos lados se ubica la mezquita de cúpula azul y un par de encumbrados minaretes.
Luego vimos el famoso crucero Aurora, el mismo que participó en combates de la Guerra Ruso-Japonesa. Uno de los primeros incidentes de la revolución de octubre ocurrió en este buque.
Desde ahí se aprecian las chimeneas de lo que fue la fábrica de los hermanos Nobel, los ricos de los famosos premios anuales, quienes amasaron parte de su fortuna en Rusia.
Tampoco sabía yo que Tomas Alba Edison fue quien construyó en San Petersburgo, la primera red telegráfica; aquí se ve la casa donde habitó el famoso inventor norteamericano.
Atravesamos el Puente de la Balsa, y al frente, las famosas torres de colores verde y rojo, llamadas ‘torres rostrales’, porque tienen proas de barco pegadas al fuste. Seguramente también fueron faros para guiar a los barcos que llegaban a San Petersburgo.
Por fin llegamos al Museo Ermitage, con fachada de colores blanco, verde y dorado. De esta manera terminó el Turibus y fui a encontrarme con los compañeros de viaje.
Luego del almuerzo, fuimos a conocer el Metro de San Petersburgo, y por ahí derecho acercarnos a la estación de buses para llegar hasta el Palacio de Peterhof. Me impresionó la escalera eléctrica tan empinada y larga, en la cual se baja hasta las estaciones. Mide más de una cuadra porque, entre otras cosas, el Metro de San Petersburgo, es el más profundo y el más antiguo del mundo.
Para construirlo fue necesario superar la profundidad de los canales, a través de los cuales desemboca al mar, el río Neva. Las estaciones son hermosas, con decorados arquitectónicos antiguos y lámparas muy bellas. El pasaje en Metro cuesta solo 25 rublos, unos 55 centavos de euro.
A la salida de la estación de transporte público, vemos un arco de triunfo, color verde. Lo traigo a mi vista con el zoom de la cámara.
Se ven tranvías viejos que aún circulan con trapecio arriba del techo, para alimentarse con la energía de los cables aéreos. Parece que subsisten desde la época de Nikita Kruschov. Qué felicidad disfrutar ahora de tantas novedades.
Palacio Peterhof.
El Palacio de Peterhof, es de verdad hermoso. Fue un intento de los gobernantes de la época por emular el Palacio de Versalles cerca a París, que ellos conocieron en sus viajes a Francia.
Dejé el Palacio Peterhof, luego de mirar las artesanías que venden junto a la salida. Un coleccionista de muñecas se sentiría feliz acá.
En seguida tomamos otra buseta que nos dejó en la primera estación de la línea roja del Metro. Esa estación es la última del recorrido y la primera viniendo del Palacio hacia San Petersburgo.
Los vagones de este viejo tren son encantadores y, además, románticos. Tienen lámparas como de sala de recibo en casa antigua, y las ventanas con marcos de madera.
Pasamos frente a algunos edificios de la época comunista. Se caracterizan por ser austeros, rígidos y dan idea de solidez. El primero de puro estilo soviético, es decir, comunista, muy cerrado y con imagen de construcción sólida y segura; y un segundo como en piedra oscura
Definitivamente San Petersburgo es una ciudad de ensueño. Me voy enamorado de esta urbe. Qué preciosidad. Y lo mejor es que la han conservado muy bien. En ninguna parte ve uno que derriben un edificio antiguo.
Yendo hacia el aeropuerto se pasa frente al hermoso Monumento, a la Victoria del pueblo soviético sobre la Alemania Nazi. Fue construido en 1.975, para conmemorar los treinta años del fin de la Segunda Guerra Mundial.