San Miguel (Santander).
Llegué a Capitanejo justo donde estaba parqueada la camioneta Ford que salía en seguida para San Miguel.
Como quien dice, la Inteligencia Universal quiso que yo asegurara mejor puesto y de una vez descansara en la silla en la cual viajaría a mi segundo destino del día. No, qué maravilla.
Otra ruta escabrosa pero inolvidable.
Debí esperar mientras terminaban de subir la carga a la camioneta Ford, semejante a la que usaban los actores de ‘Los Magníficos’.
Que suspensión tan eficiente la que tiene este carro, creo que modelo 78. Un motor potente y sí, muy cómodo para viajar por carreteras sin pavimento.
El viaje fue encantador, charlando con Rosita y María de la Cruz, la mamá de Alba, quien antes de despedirse nos obsequió bananos maduros. Rápidamente comencé a tratar como amigos a los pasajeros, casi todos campesinos.
La carretera es serpenteante, tiene muchas curvas pero el piso es bastante firme. Desde distintos puntos del ascenso en zigzag, se aprecia Capitanejo completo, allá abajo, lo más de hermoso.
El conductor maneja despacio, me encanta esa poca velocidad para disfrutar con calma paisajes de ensueño.
¿Alguien quiere fundar un pueblo?
Las tierras del frente, por donde sube la carretera para Covarachía son muy áridas. En cambio estas del ascenso a San Miguel se ven fértiles y casi todas están cultivadas. Esta vía no tiene tantos precipicios, aunque es tan alta como la del otro pueblo donde estuve esta mañana.
En un punto del camino las señoras se bajan para recoger ramas de ayuelo, una especie de poca altura y ramas muy surtidas con las cuales hacen escobas para barrer los patios.
A las 12:15 el conductor detuvo la marcha para que yo fotografiara la meseta hermosa que se ve al frente: una explanada completamente verde en donde perfectamente se podría fundar un pueblo. Parece que hace parte de la finca de un solo dueño.
Ya en terrenos planos cerca de San Miguel se aprecian cultivos de tabaco con hojas fértiles y flores violeta.
Imágenes singulares.
Cuando completamos una hora y cuarenta minutos de viaje, llegamos a San Miguel, un pueblo cuya panorámica no se ve antes de llegar.
Me gusta este municipio, se ve ordenadito y, aunque pequeño, tiene su gracia.
La iglesia del Arcángel, patrono de San Miguel se ve amplia, aunque pequeña y regordeta.
Las imágenes de los santos parece que los esculpió el mismo artista. Tienen sus particularidades: el ícono de San Miguel Arcángel, al lado izquierdo del altar principal se destaca por sus piernas de adolescente; la Santísima Trinidad muestra a Dios Padre con cara de Papa Noel y la Virgen de Chiquinquirá está acompañada de un San Andrés calvo y sin Cruz en tanto que a San Antonio le falta el Niño Jesús, pero sí exhibe la varita florecida.
El parque rodeado de palmeras reales se me hace muy agradable. El busto de Monseñor Evaristo Blanco decora el espacio.
En la plaza de San Miguel venden unas empanadas de arroz y carne con pasta tan delicada que me enamoraron. Y ni hablar de los buñuelos, también a mil pesos la unidad, con tanto queso que por la noche casi no duermo. Qué pasabocas tan ricos.
El edificio de la Administración Municipal ocupa lugar de privilegio en el marco de la plaza sanmigueluna.
Algunas residencias de las familias más pudientes tienen balcones y materiales de primera calidad.
Apunte chistoso.
Estuve saludando a los agentes de policía en la Estación. En ese momento pasaron por el frente de la estación dos camionetas con paseantes que regresaban a Capitanejo. Se detuvieron fácilmente cuando le puse la mano, pero se negaron a llevarme alegando que no tenían en dónde.
La canasta de los huevos iba sobre uno de los asientos:
‘Si quieres yo llevo los huevos entre las piernas’, le propuse inocente al conductor, a lo cual él con malicia respondió:
‘Pero usted siempre tiene los huevos entre las piernas…’.
Bueno, al menos me dejaron muerto de la risa con ese chiste.
Regreso en moto.
Ante la incertidumbre para el regreso, mejor aseguré la ida en la moto Yamaha 153c. c. de José Gabriel Gómez, el amable joven de 185 de alto que me bajará hasta Capitanejo por $18.000.
Fue un viaje para no olvidar por todo lo que gocé haciéndole chanzas a mi conductor y por las bellezas que contemplamos en la bajada.
Qué paisajes tan hermosos, la iglesia de Capitanejo, aunque no se ve de frente, sí se distingue muy bien pintada de blanco en medio de las viviendas y la floresta del valle.
Hicimos varias paradas para fotografiarnos y enfocar el valle verde de la meseta del frente; la mina que se distingue a lo lejos en la cordillera y el calvario que recuerda la muerte de un motociclista que se fue por el volado, llegando ya a Capitanejo.
Puente Lisgaura.
Por $8.000 abordé el taxi colectivo de Capitanejo a Málaga, para 40 minutos de viaje.
A mi lado se ubicó un trabajador que labora en el Viaducto Lisgaura. Por él me enteré de algunas particularidades de esa obra magna. Aprendiendo tanto de él, el recorrido se me hizo tan corto que no supe a qué horas estuve en Capitanejo.
Acá habitan en total 2.500 sanmiguelunos: 500 en el pueblo y 2.000 en las veredas.
Alcaldes de San Miguel han sido: 2016-2019 William Villamizar Laguado; 2020-2023 Fidel Castro Sánchez; 2024-2027 John Jairo Sandoval Sandoval.
Fecha de la visita: Domingo 23 de julio de 2017.