San Antero (Córdoba).
Miércoles 27 de agosto de 2014
El pasaje de Lorica a San Antero, cuesta $4.000, muy costoso, habida cuenta que son solo 20 minutos de viaje, por carretera plana, pavimentada, sin cuestas ni peajes.
Se nota que estamos en zona turística y que no hay competencia.
Antes de salir para San Antero, pido un jugo de naranja natural frente al ‘terminal’ de Lorica, en plena carretera troncal.
San Antero es famoso por el Festival del Burro que acá se celebra. Al principio se hacía frente a la iglesia, pero ahora, cuando el evento ha crecido, se realiza en una cancha de futbol, por la salida para Coveñas.
El sábado santo, muchos sananteranos salen por el pueblo cabalgando sus burros en un ambiente de jolgorio y entretenimiento.
Algunos disfrazan sus jamelgos con caracterizaciones de personajes conocidos o aprovechan la ocasión para alguna protesta o petición. Al final se eligen los tres disfraces mejor logrados y se entregan los premios.
En la noche del sábado de resurrección se quema la imagen de Judas Iscariote y se prende la fiesta en las tarimas.
Al llegar al centro de San Antero, la sorpresa fue encontrar mango corazón a cien pesos. Qué maravilla.
El muchacho que los vende me prestó su cuchillo, bastante afilado, para pelar dos frutas. Debí hacerlo con mucho cuidado, claro, qué tal sufrir una cortada que me dañe el paseo.
Estaba delicioso, pintón, casi maduro, como me gustan.
Y otro muchacho, este más relajado, chateaba con su celular lo más de cómodo apoltronado en una banca del parque.
Todo le quedaba a la medida para su cuerpo atlético: el quicio a manera de almohada, el otro muro para apalancar la pierna y hasta el color de la banca hacía juego con sus bermudas de cuadros amarillos.
Lo que viví a continuación, será inolvidable. Oscar, un señor serio y comedido, me condujo en su moto, como una hora por $8.000.
Quería visitar el mar de Playa Blanca y el puerto de Cispatá, sitios de los cuales me hablaron muy bien en Cereté, y allí estuvimos en un tour muy agradable.
Primero pasamos por el sitio, muy atractivo, donde queda la Casa de la Cultura que, infortunadamente, estaba cerrada.
Dentro guardan una escultura del burro que sacan cada año durante el Festival.
Después visitamos Playa Blanca, como a diez minutos en moto desde San Antero.
Se trata de una playa, no muy extensa, pero limpia y en estos días de temporada baja, muy poco concurrida.
Al llegar hay dos caminos por el arenal: el de la derecha que comienza en La Caracola y tiene playa más extensa, y el de la izquierda que se profundiza más y en el que la zona de arena es más pequeña.
Ambos balnearios son acogedores. Hoy provoca meterse al mar, pues hace un sol fuerte y una tarde preciosa.
A cambio de eso, invité a mi conductor a tomar gaseosa. La chica que nos la trajo la puso en la mesa con un ‘toma mi amor’.
A continuación nos devolvimos un poco hasta la Y, para tomar la vía que va hacia Cispatá, un puerto de camaroneros.
Y justo a esta hora es cuando llegan las embarcaciones pequeñas y rudimentarias, a descargar su caza. No se podrán quejar. Por lo que se ve, la pesca estuvo abundante.
Y es también el momento cuando llegan del pueblo los comerciantes, a comprar el camarón que pesan, valoran y descargan en cajas plásticas con huecos que permiten, ahí mismo, dar una primera lavada a los crustáceos aprovechando el agua del mar.
Ahora cuando salimos del casco urbano, saludamos a una familia dedicada a pelar camarones. Este municipio vive en gran parte de ese comercio.
Lo increíble es el precio que me pidieron por un ceviche de camarones en el restaurante, aquí mismo en la playa, a donde llegan las barcas camaroneras. En ese comedor un ceviche de camarones cuesta la bicoca de $15.000. ¡Cómo le parece!
Sale más barato comerlo en Bogotá, a mil kilómetros de la playa.
Todos los paisajes marinos son preciosos. Ver llegar las canoas de madera, contemplar las aves que revolotean encima, observar los pelícanos cuando ubican el pescado en su largo pico, para luego engullirlo por entre su membrana, todo eso es tan especial y bello, que da gusto contemplarlo.
Hacia las tres de la tarde, Oscar me regresó a San Antero, y le pagué los ocho mil pesos, con los cuales ambos quedamos muy contentos. Él es una persona reservada pero amable y comedido.
Solo me faltó visitar el Volcán de Lodo que está cerca del pueblo y en el cual estuve la otra vez cuando vine a Coveñas.
Antes de salir, compré dos mangos corazón para comer esta noche en mi habitación.
Con dolor pagué de nuevo $4.000 en otra camioneta del siglo pasado que me llevó hasta Lorica, en 15 minutos.
En cambio otro bus, ese sí moderno, grande y con aire acondicionado, me trajo por otros $4.000 y en media hora, hasta la entrada a San Pelayo.
En San Antero viven en total 26 mil sananteranos, 14 mil en el pueblo y 12 en las fincas.
La alcaldesa de San Antero hasta el 2019 es la señora Dennys Chica Fuentes.