Saboyá (Boyacá).
Lunes 6 de junio de 2016
En la calle 21 de Chiquinquirá, por $2.500 tomé la buseta que me llevó hasta este pueblo que se ve agradable y bien cuidado.
Algo admirable es cómo han preservado las fachadas de las casas que tienen balcón. Incluso muchas están pintadas con el mismo color café típico de la época colonial.
Tal es el caso de la alcaldía, en edificación antigua de dos plantas y sobre el marco de la plaza.
Lo primero que llama la atención es la imponente iglesia, con cuatro ángeles en lo alto de cada torre.
Me cuentan que Saboyá es la tierra de la orchata, esa bebida de maíz parecida a la chicha.
El refrigerio fue en el Salón de Onces Las Espigas.
La parva que allí venden es rica y a muy buenos precios. Como las almojábanas con bocadillo a solo $200 la unidad.
En ‘Las Espigas’ encontré una ‘guía turística’, quien me recomendó conocer ‘Piedra Pintá’, una roca que conserva las ‘huellas del diablo’ grabadas en la piedra.
Mi amiga también me habló de ‘La Chorrera de Garavito’, una cascada de diez metros de alto. Lo malo es que ambos destinos quedan retirados del casco urbano, pero deben ser interesantes.
Y lo más atractivo es la ‘Cueva del Mohán’, ubicada a 15 minutos del casco urbano.
Se trata de un corredor subterráneo de varios kilómetros de longitud a través del cual se escapaban los indios cuando eran perseguidos por los españoles, para salir al otro lado de la cuchilla.
Así que el túnel por el cual escapó el Chapo Guzmán en Méjico, es apenas un corredorcito.
El Salón de Onces está decorado con objetos antiguos como una calabaza con su estuche en cuero, donde se cargaba el guarapo.
O el zurrón de cuero donde se guardaba la miel de caña con la cual se endulzaba la bebida ancestral.
Después anduve por la Casa de la Cultura, en una sede moderna.
Allí proyectan películas para niños y adultos y es el sitio donde ensaya la Banda de Música del Municipio.
Al frente está la Cerrajería El Cóndor, de un señor Pastrana, bastante simpático. Me cuenta cómo esa casa antigua fue hace décadas, la sede de un batallón.
Ahora la residencia está decorada con láminas de almanaques en las que se ven chicas semi-desnudas para ‘que no falte la motivación’.
Y en la noche el local queda a cargo del gato que ahora duerme la siesta.
Cómo son de amables y acogedores los saboyanos. En Pan Saboya también fui muy bien recibido.
Don Carlos me obsequió un ‘refuerzo’: pan relleno con bocadillo y queso. Y para el regreso me dará de premio un ‘super-refuerzo’: lo mismo más una de las génovas que exhibe en el negocio. Son embutidos semejantes a las butifarras costeñas.
En su tienda central, don Carlos vende además ejemplares de la famosa ‘Cucharita de hueso’ que se le perdió a Jorge Velosa, ‘en la vereda Velandia del municipio de Saboyá’.
También se consiguen allí ‘tortugas embarazadas’ con crema de bocadillo, muy ricas.
En Saboyá todo me encantó. Hasta el servicio de transporte que sale cada seis minutos de Chiquinquirá.
Cómo será de bueno que los conductores cumplen con una hora de llegada a cada destino. Así que los usuarios no tienen que esperar hasta cuando se llene el vehículo.
A la salida fotografié una hermosa vaca que me miraba con recelo cuando me acerqué a fotografiarla.
El alcalde de Saboyá hasta el 2019 es el señor Zamir Sotelo Monroy.
Acá viven en total 13 mil saboyanos, mil en el pueblo y doce mil en los campos.