Risaralda (Caldas).
Jueves 7 de mayo de 2015
Contra lo que uno espera, Risaralda es un municipio que pertenece al departamento de Caldas.
Cerca de Anserma, saliendo hacia Pereira, se encuentra la variante hacia el municipio de Risaralda. Al momento me recogió un señor en un Optra 1.800, que trabaja en Santa Águeda, el veraneadero de los manizalitas.
Se me hizo muy corto el recorrido hasta Risaralda. Es un trayecto muy bello, la vía transcurre entre cafetales custodiados por plataneras de hojas rasgadas y largas.
Con frecuencia aparecen casas campesinas, con corredores de chambrana y pintadas de colores vivos. Hacen un hermoso contraste con el azul celeste y el verde intenso de las plantas de café.
Tres kilómetros antes de llegar a Risaralda se tiene una panorámica preciosa del pueblo con la iglesia en la mitad y su encumbrada torre.
Este municipio está ubicado en todo el filo de la cordillera y su silueta contrasta contra unas pocas nubes bajas.
Mi amigo no me dejó en la plaza, sino a la salida para Manizales, pues quería que conociera el mirador con sillas en acero inoxidable que hay en las afueras del casco urbano.
Y sí, la vista desde esa atalaya, en horas de la mañana o por la noche, es increíble. Todo el paisaje cultural cafetero está a disposición del visitante.
En ese sitio colocaron una especie de viso en un pedestal donde se lee:
‘Risaralda: La Colina de los Vientos’.
Nombre merecido, pues por todas partes sopla una brisa que acaricia el rostro.
Según el último censo, Risaralda tiene, unos diez mil habitantes de los cuales cuatro mil habitan el casco urbano y el resto vive en el campo.
La alcaldía está ubicada a una cuadra del parque principal, justo detrás del templo. Un edificio de material y sin mucha gracia.
En cambio la Casa de la Cultura, llamada ‘Centro Cultural Angaska’, queda en un costado del parque y esa sí tiene una construcción en guadua muy particular.
En el Bar Monterrey, unos lugareños me cuentan que el mejor mirador es arriba en el cementerio, o acá cerca de la plaza, en lo que llaman ‘la boca-calle’.
Allí, en la calle séptima con carrera segunda, está la casa de Blanca Gómez una señora encantadora que cuida con esmero las matas que ha sembrado frente a su casa o en el balcón del segundo piso.
Pensamientos, veraneras y una especie negra, casi única, decoran muy bien la residencia de esta dama risaraldense.
Me siento cansado, pero satisfecho, en este pueblo con tantos balcones y miradores.
Entré a fotografiar la iglesia, llena de santos. Lo más destacado en el interior de la parroquia, son los apliques en madera que decoran el cielo raso al estilo de la Arquitectura de la Colonización Antioqueña.
Además pude admirar la bella imagen, muy singular, de la Virgen del Carmen con un niño Jesús en sus brazos. Los rostros de la madre y el hijo se miran con cuánta ternura. Es un ícono poco común y hermosísimo.
En el coro se ven las dos pesas gracias a las cuales el reloj de la iglesia da las horas con exactitud. De los pueblos visitados esta vez, es el único que
marca las horas puntualmente.
Risaralda prácticamente no tiene plaza, distinta a un pequeño parque donde ahora los niños disfrutan con tranquilidad del espacio público.
La cara de Simón Bolívar es uno de los elementos que decora el pequeño parque. Y sí, se ve el rostro al Libertador en una imagen estilizada y fina.
Me siento a escribir en un sitio genial: en la acera del Bar Deportivo, junto al parque. Aquí no me pierdo nada de lo que sucede en el pueblo.
Por el frente pasa todo el tráfico que llega o sale de Risaralda. Porque como este pueblo está sobre una cuchilla, la única calle plana es la principal, por donde pasan los carros.
Me recuerda a Cajamarca en donde el tráfico automotor también pasa por un lado de la plaza principal.
Ahora quiero conocer la Gruta, un monumento hecho en piedra, en honor de la Virgen, que en 1.942 se construyó a base de penitencias que el cura le
imponía a los fieles: llevar una piedra al sitio donde se levantaba la gruta.
Algo parecido a como se propagó el cultivo del café en Colombia: también gracias a los pecados de los fieles y la excelente idea del cura que los confesaba.
Contraté la única moto ratona que hay en Risaralda, para que me subiera a los miradores. La vista por la noche también es muy hermosa.
Primero subimos al Cementerio, desde donde se ven las luces de Anserma, completico.
En seguida bajamos al mirador a donde llegué esta tarde, para ver la panorámica de Manizales, fragmentada, pero sí se ve que se trata de una ciudad grande.
Por ahí se distingue Palestina y La Merced, los municipios cercanos a la capital caldense.
Este mismo panorama se puede ver también desde ‘la bocacalle’, cerca de la iglesia, sin necesidad de subir al Mirador de ‘La Colina del Viento’.
Que publicacion tan marabilllosa asi conosemos nuestro pais y en cualquier momento nos animamos a viajar
Pueblo bonito, interesante para conocer.quisiera saber si se encuentra hospedaje para pernoctar varios días.Como es el servicio de transporte.Desde dónde.Gracias
Claro que sí se encuentra hospedaje y el servicio de transporte es bueno desde Pereira. Saludos.