Restrepo (Meta).
Sábado 27 de octubre de 2012
Llegué a este hermoso pueblo procedente de Yopal y Cumaral, y desde el primer momento me impactó.
Es un poblado con señorío, muy bien cuidado y valorado por sus habitantes y autoridades.
Me llama la atención que las calles son amplias y algunas con separador: me imagino porque se trata de un pueblo relativamente nuevo, que creció cuando ya existía el automóvil en el país.
Entré a conocer el Hotel Colonial que hay a la entrada y, desde ese momento entendí que estaba en un lugar increíble. Algunos de los muros del hotel exhiben el ladrillo crudo con que fueron construidos.
El parque de Restrepo es de los sitios más bellos y acogedores de este municipio. Tiene en el centro una ceiba gigante, llena de musgos y líquenes, varias palmas reales y dos palmeras azules, de esas tan decorativas, de hermosas hojas grises.
Ahora el frontis del templo luce colores crema y beige, muy diferentes al verde y rojo que tenían la otra vez, en 2007, cuando conocí este municipio. Por eso como que me sentí desubicado y no lograba recordar esa primera visita.
Entré a la iglesia y claro, por los colores diferentes, su imagen no me conectó con la que tenía gravada en la memoria. Lo que sí reconocí por original, fue la baldosa antigua, muy bella, que cubre todo el piso del templo.
Ahora recuerdo que hace cinco años, me subí al coro y desde allí tomé fotos del parque principal.
Frente a la Casa Cural conocí a una señora de hermosos ojos grises, quien en adelante ofició para mí como guía turística. Es una dama a la cual se le nota la nobleza y el buen gusto. Con ella estaban en formación, un grupo de niños y niñas que se preparan para su primera comunión.
Con mi amiga fui al puente colgante sobre el río Upín, desde el cual se aprecian el puente de la carretera marginal de la selva, que unirá las regiones amazónicas de Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. De ella hace parte la Troncal del Llano, que comunica a Saravena con La Uribe. En la parte colombiana, esa troncal unirá los departamentos de Arauca, Casanare y Meta.
El río Upín tiene sus aguas de color oscuro, casi negro, sin ser de las que llamamos ‘aguas negras’. Simplemente es porque trae los sedimentos de las salmueras ubicadas más arriba. Por eso las piedras del río, son también de color gris oscuro, casi azabache. Pero se ven muy bonitas desde el puente colgante.
Hace un tiempo visité, en el norte del Departamento del Meta, por la vía a Restrepo: ‘Sales del Llano’, una explotación de sal de mina, no de mar como la que se saca en Galerazamba y Manure. Gran parte de ese mineral se exporta a Estados Unidos, para despejar la nieve en las calles, durante el invierno.
Aquí en los llanos orientales, se extrae la sal por medio de salmuera, es decir, inyectándole agua dulce a la mina para luego decantarla y cristalizarla. Ese proceso se lleva a cabo en salones grandes con calderos, sobre hornos ubicados de manera simétrica. Algo similar se hace en las minas de sal de Zipaquirá.
La sal de esta región del río Upín se explota desde antes de la colonia, por parte de los indígenas. Hasta hace poco se utilizó la dinamita para extraer la sal virgen, es decir, una sal en rocas, como el carbón.
Debido al daño geológico que la onda explosiva ocasionaba, a partir de 1.981 se optó, tanto en el Llano como en Zipaquirá, por utilizar el sistema de inyección de agua dulce al fondo de la mina, para luego colocar la salmuera al fuego y decantarla.
Con este nuevo método se evitan los riesgos de explosión de los gases que emana toda mina: gas metano principalmente. Una vez cristalizada, a la sal se le adiciona Flúor para proteger contra la caries y Yodo para evitar el bocio o coto. También se le agregan aromatizantes como Pecuaroma, para darle un suave olor a canela.
En una de las esquinas de la plaza está, muy bien conservada, una de las casas más antiguas, donde funciona el salón de ‘Billares El Recreo’. Sus techos son de zinc enmohecido por el paso del tiempo. Se conserva como lo que es: una reliquia patrimonial y arquitectónica, y el aviso de cerveza Águila que exhibe en sus paredes, hace parte de la tradición publicitaria de la época.
En el parque de Restrepo converso con el señor José Aquileo Pineda, un anciano de 96 años pero con gran vitalidad. Con él hablo del señorío que tiene este pueblo, de cómo han sabido conservar tan bien el patrimonio arquitectónico y de lo tranquilo que se vive en este lugar.
Al otro lado del Puente Colgante están las fábricas de Pan de Arroz, el mismo que había probado yo antes.
En una de las panaderías más tradicionales, compro uno de esos producto que, no me pareció gran cosa: un pan más bien insípido y corriente. Pero la fama puede más que el sabor del pan. Me gustó más el pan blandito, con kumis casero, por $1.500.
En la Panadería Guadalajara, en una de las esquinas de la plaza, converso con dos lugareñas. Por ellas supe que Restrepo tiene en total 10.200 habitantes, de los cuales 6.700 viven en el casco urbano y el resto: 3.500, habitan el campo.
Desde el puente colgante se observa, entre los cerros de la cordillera, una protuberancia en forma de muñón, que ‘atraigo’ con el zoom de mi cámara. Me cuentan que a esa turgencia la llaman con el feo nombre de ‘el bollo de la vieja’, y no es de tierra, como pareciera, sino pura roca. De todas maneras sí es una irregularidad muy especial.
La Semana Santa en vivo que se celebra cada año en Restrepo, es de fama. Y otro motivo de peregrinación religiosa, es la tumba del hermano Roque, un monje en proceso de canonización, que está enterrado en el Seminario de Restrepo y, en vida recibió los estigmas de las heridas de Cristo. Supe además que en Miralindo, una vereda con buena panorámica, dicen que hace años se apareció la Virgen.
En Restrepo también se celebra cada año ‘El Salito de Oro’, como se llaman, las fiestas de la sal. En esas festividades se organiza una Feria Equina y el evento llamado ExpoTerneros.
De las edificaciones antiguas de Restrepo hay que destacar la casa, ahora pintada de azul y ubicada en el marco de la plaza. Allí funcionó anteriormente la Alcaldía Municipal que ahora tiene nueva sede, al otro lado del Puente Colgante.
Paso por un sitio en donde preparan la famosa carne asada a la llanera. Recuerdo que cuando vivía en Bogotá, comía carne de chigüiro preparada en la misma forma: al calor y colocada sobre varillas de hierro en forma de cono invertido. Esta vez disfruté de un trozo de mamona: delicioso, tierno y jugoso, como para chuparse los dedos…
Más adelante converso con un zapatero que cose los tenis de un lugareño. Su técnica es todavía manual y es un hombre que disfruta mucho su trabajo. Me encanta como habla, cantadito, como se les escucha a los habitantes del llano.
Bueno sigo ya para Villavicencio, la capital del Meta, a donde estaré llegando en solo media hora y después de recorrer los 18 Kilómetros que la separan de Restrepo.