Quinchía (Risaralda).
Lunes 13 de Julio de 2009:
Viajo desde Medellín en un bus con destino Anserma, de paso por la entrada a ‘La Villa de los Cerros’ como se conoce a Quinchía, el pueblo que visitaré hoy.
El día está como nunca. El cielo barrido de nubes, tanto que después del peaje de Minas se veía perfecto el Nevado del Ruiz. Qué panorama tan hermoso! Pocas veces me había tocado viajar con un día tan alumbrado. Las montañas, las casas campesinas, la carretera y el cielo azul, todo se ve espectacular.
Después de La Pintada pasamos por la quebrada Arquía donde ya no está la valla: ¡Aquí empieza Antioquia!. Luego de Riosucio está ‘La Selva’, en donde salen las partidas para Quinchía a solo cinco kilómetros desde la troncal de occidente. A la una de la tarde y después de cuatro horas de viaje estuve en esa intersección.
Los colectivos que se mantienen en La Selva cobran a dos mil pesos el cupo e ingresan al pueblo por una avenida con palmeras en el separador. Así que en cuatro minutos me bajé en la plaza principal de Quinchía, y salí a recorrer el pueblo bajo un sol canicular.
Hace poco Jorge Alberto Uribe Florez fue elegido alcalde de Quinchía hasta el 2019. Este municipio tiene en total 33 mil habitantes, de los cuales en el pueblo habitan 8 mil y los 25 mil restantes son campesinos.
En Quinchía a falta de uno hay cinco parques: el principal frente a la iglesia; el de la Pola, frente a la Casa de la Cultura; el de la Paz, una cuadra antes de la iglesia; el de los Novios y el del Barrio Galán.
La plazuela de la Pola es más agradable y acogedora que el parque central. En uno de sus costados está el edificio de dos plantas donde se centra toda la actividad cultural.
Quinchía es un pueblo limpio y tranquilo, aunque le falta hidalguía. Quizá por la noche tenga más ambiente. A un lado de la plaza principal hay negocios con sillas y mesas afuera.
El frontis de la iglesia parroquial parece diseñado en cartulina plana por un estudiante de bachillerato, pero la cúpula de atrás sí es muy bonita, lo mismo el interior de la ermita.
San Andrés Apóstol, es el santo de la cruz en forma de equis que acompaña la imagen de la Chinca. Esta iglesia tiene dentro diseños exclusivo. Digo esto porque el interior del templo, conserva muy bien las características propias de la arquitectura de la colonización antioqueña.
Los capiteles de las columnas, por ejemplo, tienen ese estilo único. En el atrio hay seis bancas en redondel, muy agradables para sentarse a conversar, antes de la misa.
Me dicen que unos curas españoles trajeron los hermosos vitrales que decoran la iglesia. El del Bautizo de Jesús es muy bonito. Y el más imponente es el vitral con la imagen de Cristo Rey que engalana el centro del altar. Toda una obra de arte.
En un costado de la Plaza está el edificio de dos plantas donde funciona la Alcaldía. Le sigue una discoteca moderna y un restaurante de buen ambiente. Porque la plaza es pequeña aunque plana.
En el parque hay cuatro árboles grandes y el busto de Bolívar con las astas para colocar las cinco banderas de los países que libertó. Mientras pasa el sol tan fuerte entro a internet a mil pesos la hora.
Las niñas bien del pueblo estudian en el Colegio de Nuestra Señora ubicado en una de las esquinas de la localidad. Camino luego por el Instituto San Andrés en donde muchos jóvenes juegan volley ball y fútbol.
Cuando subí detrás de la iglesia bajaba un moto taxista que todavía está bisoño, pero es bastante amable y comedido.
Primero fuimos al Cementerio, en la parte alta y detrás de la iglesia principal. Luego Subimos a la Central de Mieles, un trapiche moderno y bien tecnificado en donde unos 20 obreros sacaban panela.
Ahí detrás está el Cerro Gobia que tiene escalas hechas en guadua para llegar hasta su cima y divisar el pueblo. Quinchía se ufana de ser una Ciudad de Cerros. El Gobia es el tutelar. Pero a un lado y más lejos se aprecia muy bien el Cerro Batero, el que yo identifiqué como cargando a su hijo.
Luego el moto-taxista me subió al barrio Galán, pasando por el barrio Jardín. Allí hay un punto con mirador, pero la mejor vista está quizá desde los tanques del Acueducto. Se aprecia desde allí al nororiente Filadelfia y al oriente Neira, acá, más claro; y más allá, Manizales ciudad de la cual apenas se distingue una mancha blanca.
En seguida mi conductor me llevó en su Bajaj al Jardín Botánico y Sendero Ecológico. Está a la entrada a Quinchía desde la troncal y de verdad es un espacio verde muy agradable con un lago en la parte de abajo.
Después de una hora de acompañarme mi conductor quedó muy satisfecho con los cinco mil pesos que le pagué y yo muy a gusto con su diligencia y amabilidad.
Es evidente cómo la modernidad arrasó con todo lo que había de arquitectura antioqueña en este y otros municipios del Eje Cafetero. Lástima. Las tejas de asbesto, el zinc, el hierro y el cemento reemplazaron las tejas de barro, y las bellezas que había en madera tallada.
El frontis de la iglesia que ví en una foto antigua, por ejemplo, era hermoso, muy delicado y sencillo pero haciendo juego con la belleza de la cúpula posterior. Lo que hicieron para reemplazar la torre de madera que se cayó por el peso de los años fue muy artificioso. Lástima que el cura del momento no haya restaurado lo que se dañó de antes.
Pero lo que sí mejoró en Quinchía fue la fisonomía de las mujeres. Las niñas de ahora tienen rasgos pulidos y en general son bonitas.