Piendamó (Cauca).
Lunes 5 de octubre de 2015
Cuentan que el 14 de mayo de 1.971, se apareció la Virgen en Piendamó. Quienes ya tenemos muchos años, asociamos el nombre de ese municipio con el santuario, que existe en ese pueblo.
Esa noticia causó gran revuelo, en la época cuando no sucedían tantas cosas ni se daban a conocer de manera inmediata. Todavía vive Dora Lilia Núñez, la niña a la cual se le apareció la imagen luminosa, mientras lavaba ropa en una quebrada.
Hoy existe en ese lugar un santuario al cual acude mucha gente en búsqueda de favores. Como estuve de paso por Piendamó, apenas pude fotografiar la fachada de la iglesia parroquial.
Llegué hasta este pueblo caucano, directo desde Medellín para continuar hacia el municipio de Silvia, el más turístico del departamento.
Aproveché unos minutos mientras salía la buseta para conocer algo de Piendamó que a primera vista, se ve con mucho movimiento, pero un poco desorganizado.
En una calle central, paran todos los transportes por lo que la gente llama a este punto ‘El Terminal’.
A un lado está otra edificación que fue la estación del tren, remodelada y acorde a como era cuando paraban allí los vagones del Ferrocarril del Valle.
Más adelante se encuentra la estación de policía, muy resguardada con trincheras. También ví la ‘Casa de Guadua’ que hace las veces de Casa de la Cultura.
La Federación de cafeteros ocupa una edificación grande y destacada.
Y también se ven muchas motos, a cambio de los caballos en los cuales se movilizaban antes los campesinos. Me llamó la atención ver a un motociclista que muy horondo iba en su vehículo con las dos mascotas.
Por acá abundan los productos lácteos, por lo que los buñuelos son a solo $300. En una panadería complemento el desayuno con una porción de queso por $800 y ahí sí arrancó la buseta que, por $3.500 y en 40 minutos me llevó hasta Silvia.
Al regreso de Popayán hacia Santander de Quilichao, el conductor de la buseta, me dio tiempo para ir en una moto-taxi por mil pesos, hasta la iglesia de Piendamó, fotografiar su fachada y algunas calles, y regresar al ‘Terminal’ en donde esperaba mi transporte.
Para un trotamundos que viaja solo, hacerse amigo del chofer del bus, es fundamental.
Otro gesto bonito del conductor fue cuando vio los tres ciclistas mochileros que suben de Suramérica en sus velocípedos.
El hombre me buscó por el retrovisor, advirtiéndome la presencia en la vía, de los ciclistas de los cuales le había hablado.
Me emocionó cantidades ver esos tres aventureros que viajan en sus ciclas desde el Cono Sur, alguno con un pequeño remolque para transportar el equipaje.
‘Vamos, muy bien muchachos, ¡Bienvenidos!’
les grité por la ventana de mi silla, al tiempo que les tomaba fotos.
Ellos también se alegraron y respondieron el saludo con una mano y caras sonrientes.