Páramo de Chingaza 2 / 2
A las 7:15 de la mañana, con la mitad de los pasajeros de la buseta, salimos de San Juanito (Meta) hacia Fómeque (Cundinamarca). Esta vez viajaré en el puesto de adelante, con vista frontal y la ventana a mi disposición.
San Juanito ocupa la punta roma del apéndice nor-occidental del departamento llanero. Por esa circunstancia es muy fácil ubicarlo en el mapa.
Bus viejo y fuerte.
El día amaneció hermoso, mejor que el de ayer, pues hay menos nubes en el firmamento. Al principio debí cubrir mi rostro con el sombrero, pero desde el momento cuando atravesamos el Alto del Almorzadero, ya el sol se proyectó sobre el lado del conductor.
La cabina de este bus tiene la ventaja que las latas superiores son más bien bajas, así que al chofer y al pasajero de la ventana delantera les llega muy poca luz solar.
Inclusive el retrovisor grande del lado del conductor, también permite revisar si viene carro atrás o al menos ver el polvo que levantan las llantas o el paisaje tan bello que dejamos en pos.
Don Carlos, el conductor del transporte es un hombre frío y de pocas palabras. Me respondió que la buseta es una Chevrolet NKR modelo 2.002, pero hace seis meses le colocó motor nuevo. Y sí parece pues, la buseta se comporta muy bien en los ascensos curvos y pronunciados que tiene la vía.
Pero lo más sorprendente es la suspensión reforzada que tiene este viejo carro. El pasajero no se maltrata, por más que hay hondonadas y huecos por todo el trayecto. Fuera de eso don Carlos no es buen relacionista pero sí es un conductor profesional que sabe sacarle el mejor provecho a la máquina, sin forzar el motor.
De nuevo venados.
Durante el regreso disparé muchas veces la cámara sobre musgos, líquenes de colores, rocas de distintos tonos ocre, frailejones, y hasta dos venados que se prestaron para ser enfocados.
Vimos tres, el primero salió corriendo para ponerse a salvo a una cuadra, pero de todas maneras se quedó mirándonos lo más de hermoso, con sus orejas anchas muy paradas.
Otro corrió unos metros delante de nosotros, mostrándonos su bella cola blanca característica de su especie. Uno más nos encantó por los cuernos de tantas ramas que coronaban su cabeza.
Una media luna decadente nos mira desde lo alto del firmamento azul sin nubes. Mientras nosotros planeamos por la llanura paramuna, ella inicia su descenso hacia el occidente. Casi todo el camino se mantuvo atenta a nuestro desplazamiento.
Una especie vegetal que me encantó fue aquella semejante a un bambú que echa un ‘nido’ de hojas tupidas cada cincuenta centímetros. Lo chistoso fue que en varias ocasiones esas varas largas formaban un arco natural sobre la carretera, como dándonos la bienvenida.
Al fin una parada.
El momento más afortunado del viaje fue cuando dos chicas jóvenes le pidieron a don Carlos que parara un momento para ellas adentrarse en la vegetación y orinar.
La solicitud la hicieron justo en el punto donde se ve más cerca la laguna, que hoy resplandece con un azul profundo bellísimo.
Así que corrí hasta la orilla a tomar fotos con la cámara y el celular. Luego le pedí a un muchacho que me tomara algunas fotos con el espejo de agua de fondo. No, qué maravilla, siquiera pude grabar recuerdos de este viaje tan especial.
Al cabo de tres horas y media de viaje desde San Juanito, a las 10:40 me bajé frente de la panadería, en el centro de Fómeque.
Fecha del recorrido: Jueves 16 de febrero de 2017.