Páramo de Chingaza 1 / 2.

En esta oportunidad visitaré el Páramo más cerca de Bogotá, viajando de Fómeque (Cundinamarca) hacia San Juanito (Meta).

Iglesia.
Iglesia de Fómeque.
Viaje.
Recorrido.

Chofer de los viejos.

La carretera es en ascenso sostenido dos horas, hasta llegar a El Retén, a la entrada al Parque Nacional Natural de Chingaza en donde nos bajamos a orinar en el edificio muy suficiente que hay en ese punto, ya cerca de la Laguna.

La buseta en la que viajamos es vieja, pero fuerte y parece que con buen mantenimiento. La maneja don Carlos, un hombre que solo se preocupa por la buena conducción, pero muy poco atento a los equipajes o a cómo van los pasajeros.

A medida que se asciende, claro, empieza a cambiar la vegetación hasta cuando comienzan a verse líquenes y frailejones, lo mismo que unas plantas que echan espigas blancas muy lucidas. Poco a poco fui haciéndome amigo de Ever, un joven atento que vive en Villavicencio y va a estar unos días con su madre en San Juanito. 

Transporte.
Buseta con muchos años.
Vía.
Carretera en ascenso.

Pueblos vecinos.

Durante hora y media de viaje no se pierden de vista las panorámicas de Ubaque y Choachí. Sobre todo este último pueblo, se ve todo el tiempo hasta ya muy cerca al Páramo.

La de Choachí no es una panorámica tan bella como la de Ubaque con su iglesia de dos torres muy hermosas. La iglesia de Choachí apenas si se distingue a veces.

Al cabo de dos horas ya estamos en zona de Páramo. A mí la verdad no es que me gusten demasiado estas alturas. Me parecen monótonas, y eso que hoy hace un día de verano intenso. Cuando solo hay neblina, o lluvia, el paisaje es muy distinto y peor.

Laguna.
Laguna bajo peñones monumentales.
Parada.
El Retén.

Espejo de agua en lo alto.

Sí se ven muy bien contra la neblina las plantas de tallo elevado y ramo de hojas arriba. También me llaman la atención aquellas especies de pencas de muchas hojas un poco parecidas a las matas de fique.

Lo más destacado en este paisaje de altura es la Laguna de Chingaza, un espejo de agua alargado del cual nace el río Chuza que surte de aguas el acueducto bogotano.

Solo nos encontramos dos vehículos en contra vía, ya en el descenso a San Juanito. De resto ni un alma se vio por allí, a excepción de trabajadores del acueducto o de las fincas que suben en moto, pero en el sector cerca de Fómeque.

Disfruto bastante las formaciones rocosas en el talud, casi siempre de colores ferrosos, a veces amarillas, o negras y rojizas. Y se ven por acá unos líquenes o musgos que me recuerdan el río de los siete colores en Caño Cristales. Musgos de colores variados, rojos, amarillos o verdes.

Vegetación.
Vegetación paramuna.

Reservorios de agua.

Por lo que había investigado sobre el Páramo, sabía que había venados de cola blanca. Y sí, vimos uno adelante del bus, que no pude fotografiar porque claro apenas sintió el vehículo, se metió al monte. Pero fue muy emocionante verlo, todos los pasajeros suspiramos cuando apareció en la carretera.

Abundan las filtraciones de agua que cae desde los tapetes vegetales. Pequeñas gotas que sumadas por centenares forman hilos del líquido, luego pequeñas quebradas hasta convertirse en el origen del río Negro o el Guatiquía, cuyo cauce incipiente atravesamos ahora.

Ocres.
Colores ocres,

Si, toda la montaña filtra agua, los páramos son reservorios de agua, con razón en este Páramo nacen tantas vertientes que surten los acueductos de cómo 16 municipios vecinos.

Me cuenta Ever que en Villavicencio se mantienen muy heridos con Bogotá, pues desde hace años ‘se robaron’ las aguas del río Guatiquía, el que atraviesa la ciudad de Villavicencio, para surtir del líquido a la capital del país.

Esa es la razón por la cual ese río se ve en Villavicencio muy delgado, pero con una muy amplia zona de arenas y piedras alrededor. Claro, hace años esa era una vertiente de muchas aguas.

Es cierto, más adelante vimos la carretera que sale para el punto donde las aguas del Guatiquia se desvían para llevarlas al acueducto bogotano.

Al fin el Almorzadero.

Después del Retén viene un ascenso hasta el Alto del Almorzadero. A continuación comienza el descenso sostenido hasta San Juanito. Por este sector hubo neblina que desapareció más adelante cuando habíamos descendido un poco.

La carretera por este lado se encuentra en mejores condiciones. Ahora en verano la vía permanece bien, aunque a veces tiene ondulaciones y huecos que obligan a manejar despacio.

Cruz.
Cruz en lo alto.

San Juanito a la vista.

Lo que sigue es un descenso muy pendiente generalmente por curvas en zigzag. Y unos kilómetros más adelante ya se ve San Juanito allá abajo, en una meseta bonita. Pero no hay que ilusionarse, pues todavía hay que andar mucho para llegar a nuestro destino.

Otra curiosidad que se ve muy simpática es la Cruz enorme que colocaron en la cima de un cerro encumbrado. Me cuenta Ever que en los días de Semana Santa o la Santa Cruz, suben hasta esa cumbre, algunos muy osados y con buen estado físico. En todo caso sí fue una proeza colocar el signo cristiano construido en metal, en semejante altura.

Y bien abajo están las veredas El Plan, con escuela grande y El Tablón, menos evidente. Allí se quedaron varios pasajeros por lo cual pudimos continuar más cómodos y sobre todo con menos equipajes encima y del cual nos ocupamos Ever y yo, pues a don Carlos no le interesa sino conducir bien.

Fecha del recorrido: Miércoles 15 de febrero de 2017.

Germán Vallejo

En este Blog publico relatos de mis viajes por Colombia y Antioquia. Desde el 2004 he realizado viajes, casi siempre solo, con pocos recursos y en transporte público. Estoy convencido que en un día soleado todo se ve más bonito, por lo que prefiero viajarenverano. Bienvenidos.

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