Palmira (Valle del Cauca).
Domingo 30 de junio de 2013
Por estos días estoy de visita en Cali, y hoy quiero conocer Palmira, para lo cual fui hasta el Terminal de Transportes, donde abordé un bus de la Flota Pradera, la que va por la vía de Versalles.
En el cruce de la calle 34, a la salida de Cali, no dejo de admirar la bella escultura a la Solidaridad, con varios hombres halando de una cuerda, para demostrar que ‘la unión, hace la fuerza’.
En un bus viejo llegué a Palmira, pueblo que poco conozco, a pesar que en mis años de vida en Cali, pasaba muchas veces por su frontera. Recuerdo ahora que Jovita Feijóo, la Reina de Cali, nació en Palmira en 1910.
El pasaje del Terminal hasta Palmira cuesta solo $2.500, pero me tuve que quedar en el sector de Versalles, para caminar a pié las siete cuadras que me separaba de la Plaza de Bolívar palmireña.
Menos mal en el camino encontré un sitio en donde me comí un aborrajado de maduro con queso, recién frito, por $700, delicioso. Este es uno de los sabores típicos del Valle del Cauca.
Frente a un pequeño parque con palmeras, está la iglesia gótica de los Carmelitas. Qué hermosa iglesia, de colores gris blanco y azul claro.
Tiene arriba más de doce rosetones coloridos, muchos vitrales con alegorías bíblicas e imágenes de santos, preciosos artesonados en el altar mayor, una cúpula cuadrada y muy alta, en cuyas pechinas se aprecian las imágenes a color, de los cuatro evangelistas.
Y una de las cosas que más me llamó la atención por su originalidad y buena conservación, es el piso en mosaico, de figuras no vistas antes en otros templos.
Me llamó la atención el hecho de que, en Palmira permitan el ingreso de motos en la parte de atrás de las iglesias. Y sí, no había visto eso en otro pueblo.
Cerca a la Estación de Bomberos, está el antiguo Teatro Rienzi en donde, me imagino yo, proyectaban las mejores películas mejicanas de los años 50.
Más tarde sirvió como sala X para proyectar películas porno. Hoy, claro está, el edificio sirve como iglesia de una comunidad que hace la oración fuerte al Espíritu Santo.
Palmira, con 285 mil habitantes, es la segunda ciudad del Valle del Cauca. Tiene mucho comercio, por lo que a veces se ve poco señorial, pero conserva edificaciones emblemáticas.
Una de ellas es la antigua alcaldía, de estilo republicano, ubicada diagonal a la Catedral.
Fuera de esa, está el edificio de cinco pisos, moderno y sin mucha gracia, pintado ahora de amarillo.
También admiré una casa gris de muchas puertas y ventanas, en la esquina nor-oriental de la plaza de Bolívar. Un señor de mucha edad me contó que en ese edificio funcionó hace años el Café Molino Rojo.
Por ese lado está también el Teatro Materón, actualmente en restauración para convertirlo en el nuevo Teatro Municipal.
La Iglesia de Nuestra Señora del Rosario del Palmar, o catedral palmireña, es bien diferente a todas, pues se construyó un gran templo en un predio más bien estrecho, razón por la cual hicieron el edificio con cúpula y torres altísimas. Toda la edificación parece recogida y alargada de manera muy particular.
Por dentro, la catedral es elegante y bonita. Tiene arcos de medio punto y una cúpula tan alta como hermosa. El altar de mármol de Carrara, tiene en el centro la imagen del Corazón de Jesús.
El parque principal de Palmira es muy arborizado, plano y agradable y hoy había allí dos Victorias blancas o coches tirados por caballos, esperando algún turista o cualquier pareja de recién casados que los contratara.
Más adelante me topé con la iglesia de Santa Rita, o de los padres agustinos. Entré a fotografiarla, y de verdad que se trata de una ermita bella, sencilla y elegante.
Dejé la plaza de Bolívar y anduve por la calle donde está el Hotel Dorado, una construcción de estilo Art Deco, preciosa. Tiene, arriba de la fachada, un aviso antiguo que me encantó.
Lástima que no esté muy bien conservado el interior de este hotel; observé sí algunas fotos antiguas que me motivaron para abordar un taxi por $4.000, que cuesta la carrera mínima un día festivo, para conocer la antigua estación del ferrocarril, de fachada alargada y no muy bien presentada. Adentro hay algunos vagones, bastante deteriorados.
A una amiga no le ha gustado mucho Palmira. Le parece feo y desordenado y en realidad hay sitios así, sobre todo en la parte comercial. Pero el centro histórico, con edificaciones tan bellas, vale la pena conservarlo.
A las 12:30, di por terminada mi visita a Palmira. A mí me gustó mucho lo que describí y destaqué en este relato, así que no me voy para nada decepcionado.
Un bus lento y viejo, me trajo de regreso a Cali por $2.700 cada uno.