Palmar de Varela (Atlántico).
Domingo 15 de febrero de 2015
A las diez de la mañana abordo sobre la calle 30 de Barranquilla, el bus que pasa hacia Palmar de Varela.
Los pasajes a los pueblos del Atlántico por ser cercanos, son bien económicos. El cupo hasta Palmar cuesta solamente $3.000, a pesar que ya hay una tarifa oficial autorizada de $3.800, pero ya ve, todavía cobran la del año pasado. Es que eso sí tienen los costeños, que son muy honrados.
Colgado de la puerta del bus, va el auxiliar gritando: Palmar, Palmar, cada que el bus se acerca a un paradero.
Además, el ayudante tiene la agradable función de dar la mano a las damas que se bajan, lo cual hace con empeño, sobre todo si son jóvenes y bonitas. Para estas, una mirada adicional y sostenida, no les va mal.
Hace un año vine a este pueblo, también en época de carnavales, y ahora lo recorro una vez más.
El transporte me dejó frente al Hospital, que está a un lado de la avenida.
Una moto me puso frente a la iglesia de San Juan Bautista Precursor.
Se trata de un templo aparente, pintado ahora de blanco, que no pude conocer por dentro por estar cerrado. Fue mi cámara la que logró ‘entrar’ a través de la ventana.
Por fuera la construcción es imponente y llamativa.
Pienso que esa ermita se merece una mejor plaza, pues el parque que está al frente, es pequeño y sencillo.
Lo que sí admiré fue el limpia-calzado que instalaron a la entrada al templo, hecho con pedazos de llanta, muy ingenioso y útil.
Palmar fue fundado por Catalino Varela en 1.806, y como en el sitio había muchas palmas reales, se le dio el nombre de Palmar de Varela.
No es el municipio más bello del Atlántico, aunque tiene un buen diseño urbanístico. Hasta ahora muchas de sus calles están sin pavimentar y entonces algunos sectores se ven como desordenados.
Sin embargo, este es un pueblo bien arborizado, con calles amplias, bastará que arreglen sus arterias y cambiará mucho de aspecto.
Parece que esta administración está muy comprometida con la pavimentación de las siete calles principales.
El casco urbano de Palmar, se extiende a lado y lado de la carretera oriental, incluso el moderno Hospital, está sobre ese corredor vial.
Otra cosa muy particular en Palmar, es la estatua de Simón Bolívar, esa sí muy artística y singular, pues no la había visto en otra parte.
El Libertador aparece allí sin espada y de capa larga (¡qué calor!) y con un pergamino de leyes en la mano izquierda (Hum, qué pensará Santander). Las botas que calza el Bolívar palmareño, son de cuero, muy finas y altas.
También fotografié la Alcaldía, de dos plantas. Quería subir al segundo piso, para obtener información en la oficina de Planeación, pero por estar de ‘mochos’ (bermudas), no me permitieron seguir.
El vigilante me recomendó conocer el Colegio Comercial de dos pisos, que está a la vuelta de la Alcaldía; pero no me pareció gran cosa: un edificio moderno de material, como cualquier otro.
En Palmar también me sugirieron conocer ‘La Trinchera’, un muro de tierra y arena que se levantó a raíz de las inundaciones que algunos pueblos ribereños al Magdalena, sufrieron durante el fuerte invierno del 2011.
En esa época se rompió el Canal del Dique y acabó con los cultivos.
Entonces abordé una moto-taxi-triciclo, que me llevó hasta esa zona.
Y sí, la trinchera es como un muro de contención amplio y extendido, sobre el cual va la carretera, buena en verano, pero con mucho barro y de difícil tránsito para los triciclos en época de invierno.
Con frecuencia se observan matas de yuca raquíticas y el tomate echado a perder, por la falta de lluvias. Los caños casi secos, apenas conservan una capa de matas de hojas redondas, muy fértiles, y flores color violeta, formando un tapete hasta agraciado y esperanzador.
De pronto nos encontramos un campesino que pasa en bicicleta, otro que va sobre su burro cargado y unos niños que juegan corriendo.
Hace mucho calor, menos mal el techo del triciclo me protege del sol.
Me siento feliz, parezco un viajero europeo del siglo XIX conociendo tierras inhóspitas y deslumbrándose con la belleza de la naturaleza.
Sobre todo los árboles: qué hermosura de troncos, cómo dan sombra copiosa bajo la cual se resguarda el ganado.
Y las vacas y terneros, con pieles blancas y cafés, también son de admirar. Los más jóvenes comen del pasto vecino que está más fresco.
En tierra caliente los colores se ven más firmes y el paisaje es más lucido.
Llegamos casi hasta el borde de la ciénaga ‘La Luisa’, pero le dije al moto-taxista que mejor nos devolviéramos, porque el piso era cada vez más irregular.
Este muchacho lo ha hecho bien, se esfuerza por ser además guía turístico, aunque es poco lo que conoce del sector. Sería bueno que la administración municipal capacitara a los moto-taxistas en temas relacionados con el turismo.
Mi amigo acaso si sabía que el pueblo que se ve a lo lejos y al otro lado del río Magdalena, es Remolino. Creo que vale la pena conocerlo, pues tiene una iglesia de cúpula roja y alta y una fachada amplia, según lo que se alcanza a distinguir desde acá.
Al igual que Sitio Nuevo que también está por acá, son dos pueblos pertenecientes al departamento del Magdalena.
De venida pasamos por el coliseo donde equipos de sonido emitían música a tan alto volumen, que no se explica uno como tal estridencia, pueda resultar agradable para las personas que allí tomaban cerveza. Bueno, no todos los gustos son iguales. El que seamos diferentes, es una gran riqueza.
Por mil pesos regresé a la troncal en moto y sobre la vía pagué mil más, para llegar a SabanaGrande, a ver en qué va lo del desfile.
El alcalde de Palmar de Varela hasta el 2019 es el señor Felix Alberto Fontalvo Ávila.
Aquí viven en total 24.000 palmarinos, 23.000 en el pueblo y solo mil en los campos.