Pácora (Caldas).
Miércoles 7 de enero de 2015
Pácora es el municipio central del trío: Salamina, Pácora, Aguadas. Se trata de tres hermosos pueblos del norte caldense, que incluso han querido unirse a Antioquia, pues los gobernadores de Caldas no le han dado suficiente importancia. El estado tan precario de la carretera que une a los tres pueblos, confirma esa apreciación.
De todas maneras, vale la pena conocer estas tres localidades, bien sea desde Manizales y Aranzazu o desde Medellín pasando por La Pintada.
La carretera entre Salamina y Pácora, tiene muchas curvas. Y algo particular es que, después de hacer recovecos, transitar hondonadas, y subir por terrenos boscosos durante casi una hora, se vuelve a divisar Salamina allá arriba sobre la cordillera.
Porque uno y otro pueblo, están en dos montañas diferentes, relativamente cerca, pero separados por un río que corre por lo profundo del abismo.
Pácora no se ve sino hasta cuando se transita por sus calles. La bienvenida me la dieron las flores amarillas de un guayacán generoso que decora el parque principal.
Entré a fotografiar los vitrales dobles de la iglesia pacoreña, que se ve oscura, debido a la cubierta en madera que posee.
A la entrada al templo, hay un libro donde los fieles han escrito sus plegarias y propósitos, ahora cuando comienza el nuevo año. En uno de ellos se lee:
‘Gracias Señor, no nos desampares, cuídanos de todo mal y peligro. Por mi hijo Juan David, para que me pase el año y siga estudiando. Que me ayude para que me vaya bien en el negocito, y me paguen las platas que me deben’.
Dejé mi morral en la bodega de la cafetería donde venden los pasajes de AutoLegal y otras empresas. Luego entré a la Casa de la Cultura, que ocupa una residencia antigua, de dos plantas, de color naranja y verde, en todo el marco de la plaza.
La casa está bien conservada y la dirige Hugo Restrepo, un señor culto y simpático. Me acompañó a recorrer los salones de la vivienda.
En unos se exhiben piezas arqueológicas como vasijas de los indios Paucuras: ollas, tinajas, piedras talladas, rodillos para impresión e incluso vestigios petrificados de caracoles, que datan de cuando esto era un océano, antes de formarse las montañas actuales.
Hugo Restrepo quiso complacerme con un buen regalo: una réplica de la matraca pacoreña. Yo le pedí que hiciéramos una foto donde quedara plasmado el momento de la entrega y así fue, quedó muy bueno ese recuerdo.
Y quién lo creyera, en una tarde despejada como la de hoy, desde la plaza pacoreña, se alcanzan a divisar, en lo alto de la montaña, las últimas casas de Aguadas, que está a solo 35 minutos de este municipio.
En el parque de Pácora también se congregan los jubilados a negociar relojes y comentar los sucesos del pueblo.
Ahora enfoco la matraca gigante y fabricada en metal, que hay en el parque. Ya Hugo me había contado que ese instrumento de convocatoria lo inventaron los moros, quienes la usaban para convocar a los fieles al culto. Luego la llevaron a España y los hispanos la utilizaban también para llamar a la misa.
Pero lo que más me gusta de Pácora, es el sonido de las campanas de la iglesia parroquial. Cuentan que cuando el cura mandó quemar la matraca traída de España, los pacoreños reunieron donaciones en oro y enviaron a lomo de mula, varios kilos del precioso metal, hacia Honda; luego en barco por el río Magdalena y por último a través del océano, hasta Nueva York.
Con tanto oro, en la capital del mundo fundieron unas campanas de tan buen timbre, que una vez traídas a Pácora, alguna vez se las quisieron llevar para la catedral de Manizales, pero el pueblo se opuso a tal sustracción.
Lo que sí hice, fue fotografiar a Rogelio, el campanero, cuando halaba las cuerdas que hacen mover los badajos. De verdad que no había escuchado unos timbres más finos y sonoros.
En Salamina celebran los espectáculos del aire, entonces los pacoreños se inventaron las Fiestas del Agua, y tomaron como símbolo la famosa matraca.
Al salir a la plaza, en ese momento pasaba el herrero del pueblo, un personaje muy particular que carga sobre sus hombros unas alforjas especiales con todo el instrumental que utiliza para cambiar las herraduras a los caballos. Por supuesto que le pedí que se dejara fotografiar, bajo su sombrero blanco y enseñando un rostro de buen tipo.
El qué sí me dio pesar, fue el anciano que atravesó luego la plaza con un bulto de leña, cortado en el bosque. Qué injusticia que un señor a los 85 años tenga que hacer semejante caminada y esfuerzo. Y qué pesar también que tale arbustos todavía en crecimiento. Todos los días pasa con su lío de palos, según me contó el dueño de la cafetería.
Aquí también, como en Salamina y en muchos pueblos de Colombia, la Galería o Plaza de Mercado, ha sido reemplazada por los ‘Fruver’ o carnicerías refrigeradas, que ofrecen mejor servicio, son más higiénicos y están más cerca del consumidor.
Desde el Cerro de Cristo Rey, se obtiene una bella panorámica del casco urbano. Frente al parque y al otro lado del río, se aprecian cultivos de lulo y aguacate.
Qué venida a Pácora tan fructífera. Nunca pensé que acá me iban a suceder tantas cosas gratas; ni que fuera a escuchar tantas historias o a vivir sensaciones tan entretenidas.
A las 11:30, me despedí de Pácora para seguir hacia Aguadas. A la salida se ve la figura de un león, hecho en chatarra.
Dr. Vallejo. Gracias por sus crónicas. La de Pacora, Caldas me gustó mucho. yo nací allá pero mi familia viajó a Bogotá y por eso solo por libros y ahora por este medio conozco mi pueblo. Dios lee bendiga. Alfredo.
Lli
Qué bueneo que le gustó, gracias por su comentario. Saludos.
Qué bueno que le gustó, gracias por su comentario y saludos.