Morelia (Caquetá).
Domingo 13 de marzo de 2016
En Belén de los Andaquíes abordé un camión escalera que por $4.000 me trajo hasta Morelia, el último pueblo del Caquetá que visitaré en este viaje.
Me encantó este recorrido en un carro rudimentario. Parecía un niño recibiendo la brisa y asomado por el acceso de la chiva, mientras detallaba un paisaje precioso. Pastizales verdes, olor a boñiga húmeda y al fondo morichales de crespos ramajes.
Al llegar a Morelia los vendedores de empanadas acuden al transporte para ofrecer su producto. Las empanadas de acá no me parecieron tan buenas, la pasta más bien dura y el guiso sin mucho sabor.
Los lugareños que vienen a comerlas, generalmente las acompañan con avena.
En el parque de Morelia se ubica una chica joven que vende alitas de pollo rellenas con carne y verduras. La chica está comenzando su proyecto, con entusiasmo y coraje.
Enseguida fotografié la iglesia de Morelia, muy simple. Engalana el parque una escultura abstracta de mujer.
En la placa colocada en la base de la obra de arte, aparecen hasta los nombres de los secretarios de despacho, pero por ninguna parte se destaca el autor o el nombre de la obra.
Me gusta Morelia. Plano, con un parque bien decorado y el encanto del río que constituye un atractivo imperdible para sus habitantes.
A pocos metros de la plaza de Morelia está el Centro de Vida, muy bien construido, pero como que todavía no funciona. Seguramente fue la obra insignia de la administración anterior, que a la actual no le interesa promover.
Así son las cosas en la política.
Como tampoco le ha interesado a ninguna administración anterior, construir el alcantarillado de aguas lluvias. Claro, son obras poco visibles, aunque necesarias.
A los alcaldes les interesa inmortalizarse con obras que sean muy evidentes. Ojalá el nuevo burgomaestre de Morelia, Yovanny López Ramírez, haga una buena gestión hasta el 2019.
Todos estos pueblos del sur del Caquetá tienen como atractivo principal, los balnearios de los ríos que circundan el casco urbano. Tal es el caso de Morelia que tiene el río Bodoquero, ahí no más, a dos cuadras del parque principal.
Por las lluvias de hoy, sus aguas se ven turbias, pero normalmente son cristalinas. Esa es la razón por la que hoy no se ven bañistas en la playa de la vertiente.
De este lado del río hay un parquecito decente y lo mejor es el puente colgante que atraviesa el caudal. La estructura se mese cuando cualquier peatón va adelante.
Solo pueden utilizarlo personas, y tiene tirantas que lo hacen ver muy bonito.
Los paisanos que vienen al pueblo del otro lado del puente, dejan las bestias esperando a la entrada del viaducto. Siempre me ha impresionado la paciencia de los caballos, son tan sumisos…
En el parque central colocaron la escultura en alambre, de un gran pescado. Y debajo, en un pequeño lago, nadan peces amarillos y naranja, algunos de gran tamaño.
Ya ve, una decoración sencilla y llamativa.
Por $5.000 abordo hasta Florencia, un bus moderno de TransYarí, que va de Curillo hasta Bogotá. Me admira la silletería que puede reclinarse tanto.
Pasamos por un lado de la Cárcel de Seguridad ‘Las Heliconias’.
Un campesino que va a mi lado me cuenta cómo en su parcela cultiva yuca, fríjol y, en los terrenos más alejados: coca. Pero últimamente ha abajado mucho el precio que pagan por la hoja.
De una parte por las fumigaciones y también debido a las conversaciones en La Habana.
Además, afirma el hombre, quien se queda con la ganancia no es el campesino que cultiva la coca, sino el comerciante que la compra y vende.
A las 6:30 llegué al Terminal de Transportes de Florencia.
Con algunos conductores de la zona, estuve averiguando la manera más apropiada de hacer mañana el recorrido, por los pueblos que me falta visitar en el Huila.
Como hoy llovió tanto, me cansé menos y no obstante, logré conocer cinco pueblos nuevos. ¡Excelente!