Montelíbano (Córdoba).
Sábado 31 de mayo de 2014
El bus que me trajo desde Planeta Rica, me dejó en La Apartada, donde está la salida para Montelíbano.
Montelíbano es un pueblo grande, con 73.000 habitantes. El alcalde de este municipio hasta el 2019 es el señor Francisco Daniel Alean Martínez.
El nombre de este pueblo no es casual, pues desde los albores de la localidad se asentaron en su territorio familias sirio-libanesas. Por eso no es extraño encontrar entre los residentes, apellidos como Tafur, Náder, Vitar o Marchena.
El río San Jorge fertiliza las tierras de Montelíbano y por muchos años fue el principal medio de transporte.
El plato típico de la región es el bocachico acompañado de yuca. Infortunadamente la pesca masiva está acabando con la riqueza piscícola de otros tiempos. Un hermoso bocachico, hecho en metal, con escamas evidentes y cola triangular, decora el parque principal del municipio.
Pagué tres mil pesos para transportarme desde la Apartada, en una buseta moderna, con aire acondicionado, muy cómoda, en la cual íbamos solo dos personas. Entre La Apartada y Montelíbano, hay solo 12 kilómetros.
El otro pasajero de la buseta, es un señor que viene de Venezuela, hasta donde se había ido hace 32 años. El hombre no venía a su pueblo desde esa época. Trae un fajo de billetes: dos millones de bolívares, equivalentes a solo $50.000 colombianos.
Lo que más llama la atención al entrar a Montelíbano, es la avenida con palmeras en el separador. También, la cantidad de Ciudadelas, Clubes y Campamentos, para los trabajadores de Cerro Matoso, mina de ferro níquel que está en Montelíbano.
Esos sitios son muy lujosos para los ‘matosos’, como llaman por acá a los empleados que tienen contrato directo con la multinacional, y llevan camisa amarilla. En cambio los que trabajan para contratistas, visten de color verde y no disfrutan de tantas comodidades.
El ferro níquel es una materia prima costosa y muy solicitada hoy, por la industria de las TICs.
Alguien me contaba que alguna vez se volcó una tracto mula cargada de ferro níquel, y
‘…por poco contratan un hormiguero,
para que recogiera hasta el último grano de esa vaina’.
El producto final de ese mineral tiene la forma de granos de café, un poco más grandes y de color plateado brillante, según se ve en la foto tomada de la Revista Semana.
El parque principal de Montelíbano, se ve muy bien. Claro, la cantidad de regalías que le entran a este municipio, por la explotación del níquel, no tienen cuento.
En el centro de la plaza se erige la estatua del Libertador. Allí dejé mi morral al cuidado de una vendedora de chance, y salí a fotografiar la iglesia y conocer algo del pueblo.
En el marco de la plaza hay dos iglesias católicas, una medio gótica, agradable a la vista, y la otra moderna y sencilla, tanto que creí que pertenecía a una comunidad cristiana.
Un edificio de color amarillo muy grande, sirve de sede a la alcaldía y el Concejo Municipal.
Por ahí está también la Plaza de Mercado en donde comí un mango corazón, delicioso!
También me impresionó ver la cantidad de brebajes que venden en un almacén especializado. Allí se ofrece la solución para todos los males. En botellas con líquidos coloridos, exhiben esencias para cualquier necesidad: Lluvia de Plata, Siete Machos, Quiéreme, Saca Sal, etc. Vea usted, para todo hay clientes.
A las tres de la tarde, salgo en un taxi colectivo por $10.000, hacia Caucasia. Debo llegar temprano, pues no tengo reservado hotel allí.
Durante el viaje, me ocurrió algo muy especial: yo era el único pasajero en la silla de atrás, y adelante iban el conductor y una chica que, a primera vista, se sabía que era una ‘pre-pago’. Por lo visto están enfiestados desde anoche.
Y pasó lo que presentía. Cuando el conductor se bajó a echar combustible, y la chica al ver que yo escribía en el borrador del diario, me dijo:
‘Présteme su bolígrafo, yo le escribo mi número,
para que me llame ahora y pasemos un rato’.
La bendita, como de 24 años, no era fea y, sobre todo tenía un color de piel caramelo muy bonito.
Pero qué me voy a poner yo en esas, Dios mío; con cuántas personas estará asociada, para sacarle dinero a sus clientes, y cuánto será el riesgo biológico que corren quienes aceptan sus propuestas.
Así que no le di importancia al hecho y en cambio ella, al bajarse en Caucasia, insistió: ‘entonces qué, ¿sí me va a dar su número?’
Cómo se ve que estoy en territorio minero…
Estoy encantada de haber encontrado este blog, me ha sido muy util, Dios bendiga sus viajes
No, pues, me animan esas palabras, qué bueno que mi trabajo le sea útil. Saludos.