Mogotes (Santander).
Sábado 2 de agosto de 2014
El señor vigilante del Terminalito de San Gil, moreno él y de mediana estatura, es lo más de amable y comedido.
A las 9:45 salió de San Gil la buseta con destino Mogotes, en un carro más bien encerrado, pero pude ubicarme en el asiento delantero, con vista frontal. Parece que el conductor colecciona peluches y prefiere más sombra y menos visibilidad.
Son 33 kilómetros entre San Gil y Mogotes, para una hora y cuarto de recorrido, por carretera pavimentada. Por ser día de mercado, viajan muchos campesinos con costales y abarrotes para sus casas. Es por eso que no faltan los recomendados:
‘Ese mercado se deja en la casa de doña Herminia, y el cuido que va atrás,
es para don Egidio, el de la casa de corredor, al otro lado del río’.
Por su parte, una señora que va detrás, me advierte:
‘Ojo con esa bolsa negra, que ahí van los huevos’
También van conmigo unos niños hermosos, en brazos de sus madres; como una bebecita de dos años, morenita y de cachetes prominentes, lo más de bonita. Esta mañana la mamá madrugó a hacerle bien unos colitas paradas, a manera de surtidores, en su frágil cabello.
Al principio, hasta el kilómetro 9 donde está el Alto de la Esperanza, la carretera transcurre en ascenso, por entre una vegetación hermosa y tupida. También se ven cañadulzales extensos y algunos guaduales. A los lados aparecen con frecuencia rocas de texturas y colores variados. Me encanta ver esos peñascos tan originales.
Y para destacar, las campesinas jóvenes que viajan en este bus, son bien cuidadas, de cuerpo delgado, piel morena, bastante atractivas, pa’ que vea.
Desde cuando dejamos el alto, empezó a verse el río Mogoticos, muy encañonado, allá abajo, entre cultivos de caña. Mogotes no se aprecia sino cuando ya estamos transitando por el casco urbano.
En Mogotes las puertas de las casas están bien pintadas y las calles se ven forradas con lajas grandes de piedra, de la que abunda en la región.
Frente a la iglesia parroquial de Santa Bárbara, hay una capilla antigua, de la Concepción, cerrada a esta hora.
El caballo sigue siendo el medio de transporte para los productos de cosecha. Aquí abundan el fique y la caña de azúcar. Lástima que todavía se usa la leña para cocer los alimentos.
La mala noticia es que por estos días el parque está en remodelación. Le han hecho un obelisco en el centro, y no tiene estatua del Libertador, como se acostumbra en otros pueblos.
La plaza es plana, el parque con árboles y palmeras variadas; es agradable este pueblo, ya ve.
El Portal de las Frutas fue el elegido para refrescarme con una bola de helado de ron pasas. En el corredor del negocio, hay mesas en donde sentarse a hacer el borrador del diario.
Como la mejor manera de conocer un pueblo, es alquilando una moto taxi, ubiqué a Eurípides, un señor como de mi edad, que en media hora, me anduvo por las principales calles, enseñándome los puntos de interés que visitamos: el Hospital San Pedro Claver; el Cementerio, con la leyenda:
‘Muertos son los que tienen muerta el alma, y viven todavía’.
Pasamos por el Colegio; el Ancianato, donde ahora se construye una capilla; el trapiche y las mulas que traen la caña; la Casa de la Cultura Isaías Ardila Díaz y, por último, el puente a través del cual se ingresa al pueblo, viniendo de San Gil.
Original el aviso de un hospedaje mogoteño:
‘Hotel: aquí dormimos los dos: el carro y yo’.
A las doce del día agradecí a mi anfitrión y abordé la buseta de Miguelito, un conductor joven que lleva 24 años viajando a este municipio, razón por la cual todo el mundo lo conoce y saluda.
Pero también porque Miguelito hace muy bien su trabajo, saluda a todo el que sube, se despide con amabilidad y a veces hasta con exceso de cariño. El hombre fue muy amable conmigo, pues por sugerencia suya se detuvo en la tienda el 18, cerca del alto, para que fotografiara el cañón del río Mogoticos.
Cuando se baja un campesino que regresa a casa, el perro con la cola enloquecida, es el primero que sale a su encuentro. Más adelante pasamos frente a un sembrado arrasado, y un pasajero le conversa al compañero:
‘Ese lulo si no salió con nada, no?’
Claro – responde el compadre – fue que lo dañó la granizada de la Santa Cruz. Recuerde usted lo que fue eso, que cayeron pepas como del tamaño de un huevo de paloma…’.
Por fin, a la una y treinta de la tarde, luego de hora y media de recorrido, llegué a comer algo en la plaza de mercado.
El alcalde de Mogotes hasta el 2023 es el señor Julián Tavera Prada.
Acá habitan en total 10.000 mogotanos, 3.000 en el pueblo y 7.000 en las veredas.