‘Mirar’ con el olfato.
En el 2017 me desplacé en bus de Ibagué a Rioblanco en un viajé de cinco horas por el sur del Tolima.
Cuando llegó la noche tuve una experiencia inédita y reconfortante. De pronto sentí la fragancia de un árbol con aroma muy especial. Entonces se me ocurrió concentrarme en oler todo aquello que mis narices pudieran percibir. Por la ventana abierta entraba suficiente aire que llegaba directo a mis fosas nasales.
Fue entonces cuando sentí el aroma de la tarde y el olor que expide el pasto seco; más adelante donde debía haber un potrero con caballos, percibí el olor del cagajón recién evacuado; a medida que el bus avanzaba, el olor a humo proveniente de una quema reciente, también llegó a mis narices, lo mismo que el olor a óxido de una bisagra oxidada.
Experiencia sensorial.
En fin que puesto que la oscuridad durante el viaje nocturno no me permitía observar los objetos más allá del pavimento, en adelante me dediqué a ‘mirar’ con el olfato.
Y descubrí mariposas de colores en un pantano; más allá un olor fétido y lejano de agua estancada, ramas recién cortadas que yacían a un lado de la carretera y en Ortega percibí el olor a lúpulo de las cervezas que tomaban los borrachitos en un bar a media luz.
No se trataba de alucinaciones olfativas, eran sensaciones reales de pronto sí, un caso de hiperosmia transitorio en un momento de gran felicidad.
Como que mi sentido del olfato se volvía cada vez más agudo. Así que con la capacidad de mi cerebro conectada a las narices, pude identificar incluso el olor casi imperceptible de piedras gigantes recién fragmentadas con dinamita y contemplar el hoyo que abrieron con taladro, a través del cual salió el alma de la roca.
En fin que me encantó esta experiencia nunca antes vivida. Me queda claro que cuando uno se concentra en uno de los sentidos, cualquiera de ellos puede llegar a suministrar tanta información como la vista.
Completa placidez.
En seguida me dediqué a disfrutar de la noche, la oscuridad, el silencio, los sonidos casi imperceptibles por el ruido del bus, la satisfacción de ser llevado sin esfuerzo de mi parte.
Cómo es de bueno recorrer territorios, máxime cuando se pone toda la atención en las variantes del camino.
Cerca de Rioblanco recordé que estaba viajando desde la noche anterior, y a pesar que llevaba 24 horas sobre un carro, no me sentía cansado.
Un poco antes de llegar a Chaparral ahí sí me venció el sueño.
Fecha de la vivencia: Domingo 8 de octubre de 2017
En filosofía aprendemos que los sentidos nos engañan, sin embargo en nuestra biología el olfato es un buen sensor que nos permite tener información feaciente de aquello que tenermos frente sin necesidad de mirar.
Invitación a afinar nuestra geolocalización olfativa…
Así es Leonor, un abrazo.