Madrid (Cundinamarca).

Martes 24 de febrero de 2015

Una gran sorpresa me esperaba en Madrid (Cundinamarca), hasta donde llegué en buseta desde el Portal 80 de TransMilenio.

En la primera de las tres plazas que tiene Madrid, la Alfonso López, sobre la avenida, le pregunté a dos señores veteranos qué tenía este pueblo para conocer. Su respuesta fue desalentadora. Según ellos, nada.

Solo los muchos apartamentos que están construyendo en los alrededores, pues ‘esto ya se volvió otro Bogotá’. Parece que el hombre respiraba por la herida.

Pero como cuando se está de viaje, lo ideal  es consultar varias fuentes y no creerle demasiado a una sola impresión, conversé con lugareños más positivos y salí a caminar el pueblo.

Los amigos me contaron acerca del proyecto que tiene la Fuerza Aérea de construir acá, un aeropuerto más grande, del que ya existe en la Base de Madrid. Lo que se quiere es trasladar para este municipio, el aeropuerto de Catam que supongo yo, absorbió el nuevo aeropuerto El Dorado.

Y sí, constantemente surcan el cielo madrileño, helicópteros y aviones militares antes de aterrizar en la Base, que está a pocas cuadras de la plaza central de Madrid.

En seguida camino por la carrera sexta, una vía de mucho comercio. Al final encuentro la que fue Estación del Ferrocarril de Cundinamarca, que aún conserva tramos de los rieles sobre los cuales se desplazaba la locomotora.

Al otro lado de la congestionada avenida, está el parque principal de Madrid.

La arquitectura del marco de la plaza está muy bien conservada. Todas edificaciones de una planta, con paredes blancas y ventanas, puertas y pilares verdes.

La única construcción de dos pisos es la Casa de Gobierno, que se destaca del resto de viviendas.

Y es que en esta zona son comunes los corredores  con pilares afuera. Si el clima no fuera tan frío, serían ideales para hacer tertulia o sentarse allí a ver el movimiento del pueblo, como ocurre en las terrazas sabaneras de Sincelejo o las roneras de Barranquilla.

Y hablando de movimiento, por aquí no se ven muchos carros, sino más bien bicicletas en las cuales los papás llevan los niños al colegio o los jubilados hacen los mandados. Qué bien, me encanta ver tanto vehículo de dos ruedas en estos climas fríos.

Anteriormente este pueblo se llamó Serrezuela. Por sugerencia de una profesora, camino tres cuadras para admirar los retratos que se pintaron en los muros del colegio principal de Madrid.

En esos cuadros se describe la historia del municipio, desde cuando llegaron los conquistadores y acabaron con la cultura indígena.

Pero lo que me dejó de una pieza y por poco me voy de espaldas, fue cuando supe del aterrizaje en la pista madrileña del mismísimo Charles Lindberg, quien llegó acá en 1.928, nada menos que en su avión ‘Espíritu de San Luis’, el mismo aeroplano en el cual atravesó por primera vez solo y sin hacer escalas,  el océano Atlántico, desde New York, hasta París. ¡Plop!

¿Cómo?

La venida de Lindberg se dio durante el gobierno del presidente Miguel Abadía Méndez. Este de Madrid, como que fue el primer aeropuerto que hubo en Colombia.

Otro avión que aparece en las imágenes es el famoso ‘Pachito’, como cariñosamente le decían los aviadores, al DC3 FAC 666, que por muchos años fue emblema de la Fuerza Aérea Colombiana.

Por la profesora supe también que en las Fiestas de Madrid, que se realizan a fines de octubre, se hace ‘el tapete de flores más grande’, aquí alrededor del parque. Parecido a lo que se ofrece a los turistas, en Bruselas durante el otoño.

Y es que toda esta zona es de muchos cultivos de flores, que se han incrementado ahora, cuando el precio del dólar está alto.

En ‘la bella flor de la sabana’, como se le llama a Madrid, hay varios recuerdos de su fundador Pedro Fernández Madrid.

En el centro del parque se observa el busto del hombre y en los óleos del colegio, también aparece su rostro.

Lo que encontré luego me sorprendió: un mercado de pulgas, en el parqueadero cerca del parque.

Allí vi de todo, desde radios viejos hasta cabezas de muñecas antiguas.

A la entrada hay un mural, decorado con réplicas de personajes de películas infantiles y héroes universales.

Y otra cosa que me ha llamado la atención, es la variedad de mosaicos antiguos en el piso, no solo de la iglesia San Francisco de Sales, sino del Restaurante La Herrera, el antiguo colegio Simón Bolívar y algunas residencias.

Gracias al cura de la parroquia, pude ingresar al interior de la iglesia principal, de arcos de medio punto que soportan una cubierta no tan alta.

Algo que me impactó fueron las imágenes casi perfectas de la Virgen del Carmen, dos ángeles alados y

la del patrono: San Francisco de Sales, el del ‘Charitas’ que se veía en el comedor de Tía Pachita.

Después estuve en Obleas Villetica, sobre el Parque del Reloj, el tercer parque madrileño que recorro.

Allí, sobre la troncal congestionada hay varios negocios donde venden postres. Vi a una chica que se comía una oblea de tres cuerpos. Ushsn, ¡qué exageración, cuánto dulce!

Para mí un vaso con agua fresca del filtro de piedra, similar al de mi casa en Santafé de Antioquia,  que aquí se conserva en tinaja de barro, para que los clientes se sirvan a discreción.

Por último quise conocer la Base Aérea, para lo cual abordé una buseta urbana que por $1.100 me llevó por la entrada al aeródromo y sus alrededores.

Dentro ondean banderas militares y colombiana, pero no observé aviones cerca.

El alcalde de Madrid hasta el 2019 es el señor Orlando Alberto Cardona Rojas.

Acá viven en total 62.000 madrileños,  54.000 en el pueblo y 8.000 en los campos.

Como se ve, este es un dormidero de mucha gente que trabaja en Bogotá.