Los Cercos de Matarratón
Jueves 7 de mayo de 2015
Esta semana que estuve por el departamento de Risaralda, cuando regresaba de Mistrató hacia el cruce de Remolinos, en Anserma, me impresionó una historia que contó el conductor de la buseta.
Fui hasta la parte delantera del bus, para pedirle al chofer que me permitiera fotografiar esa cantidad casi infinita, de arbustos de matarratón, con los cuales se marca el límite de una gran hacienda. El hombre de buena gana detuvo la buseta, y yo fotografié los palos de mediana altura que decoran y proyectan sobre el pavimento, la sombra de sus ramas.
Se ven hermosos, a lado y lado de la carretera y los más altos forman preciosos túneles verdes, debajo de los cuales circulan los carros. Luego el chofer me dijo:
-‘Y si viera que esos árboles tienen una historia bien bonita’-.
-‘Cómo así, cuénte a ver’-, le respondí a mi amigo, para animarlo a ser explícito con la narración’-.
-‘Ocurre que hace años un señor humilde que manejaba un tractor en esta finca, se encontró una guaca mientras araba el terreno. El hombre muy sabio, a pesar de su humildad y poca cultura, no se dejó llevar por el entusiasmo, ni se dedicó a malgastar el dinero que consiguió, al vender las piezas de oro que tenía la guaca, no, al contrario, más bien decidió comprar esta inmensa hacienda por la cual pasamos ahora.
Y además el señor, tuvo la genial idea de sembrar estos árboles de matarratón por todo el límite de su propiedad. Como que le costó trabajo sembrarlos y cuidarlos hasta que llegaran a ser adultos como se ven hoy. Pero ya ve, valió la pena’-.
El señor de la historia ya como que tiene sus años, pero debe sentirse muy satisfecho de haber sido él, el artífice de tanta belleza. Ahora la carretera que pasa por su hacienda es muy fresca y se ve bellísima.
Recuerdo cómo, a los aristas que escriben obras literarias o canciones populares, les pagan regalías cada mes. Al protagonista de esta historia también le deberían entregar dividendos mensuales, por el disfrute que su ‘obra’ proporciona a quienes viajan por esta ruta. Porque son varios kilómetros con cercos de matarratón los que se admiran, mientras se avanza sobre el pavimento.
Ojala quienes hereden esta finca sigan cuidando esas plantas tan bellas y ricas en proteína. Al ganado le encanta comer sus hojas y las abejas las prefieren para extraer la miel de sus flores.
Me encantó conocer esta historia tan original. Parece un cuento, y qué bueno comprobar que es una realidad.
El matarraton, un árbol de más o menos 8 mts, muy bueno para proteger nacederos de agua, muy rico en proteína ya que es una leguminosa, sus raíces forman simbiosis con bacterias productoras de nitrógeno, ella por si sola se abona, las hojas en emplastos sirven para sanar granos y sarpullidos , buen expectorante. El ganado se alimenta con su collage y semillas, en la costa he visto que despercuden la ropa blanca con sus hojas.