La Salina (Casanare).
La Salina es un municipio ubicado al norte de Casanare, en límites con los departamentos de Boyacá y Arauca.
Hace parte del Piedemonte Llanero, es decir las montañas donde comienza la cordillera y terminan los llanos orientales.
El territorio de La Salina corresponde exactamente al cacho o apéndice que en la parte de arriba tiene el mapa del departamento.
A La Salina se llega por la ‘Vía Marginal de la Selva’ que une a Hato Corozal con Yopal. A la altura de La Cabuya está el desvío hacia Sácama y La Salina. O también por Boyacá, desde Duitama y Socha, por la llamada ‘Ruta de los Libertadores’.
Paisajes de naturaleza.
De Hato Corozal a Sácama la vía carece de precipicios, pero desde Sácama hacia La Salina aparecen hondonadas profundas y cerros encumbrados, que comprometen el espíritu.
La Salina es ‘Tierra de Historias’ y de paisajes que descrestan al más insensible, agregaría yo.
Fuentes minerales salineras que se explotan desde épocas prehispánicas han dado nombre el municipio. Ahora se cultiva café, aguacate hass y se alimentan truchas en estanques de aguas frías.
Lo que me predijo un pasajero, se hizo realidad: arriba del municipio de Sácama comenzó a verse la Sierra Nevada del Cocuy. Inmensa, deslumbrante, qué hermosura.
Aparecen de pronto orquídeas moradas que crecen sobre el talud. También yarumos, siete-cueros, carboneros, trompetos y encenillos, cada uno con sus atuendos coloridos o lisonjas de formas encantadoras.
En el kilómetro 111+500 de esta carretera destapada hay una especie de ‘Nariz el Diablo’, donde la vía ha sido esculpida en la montaña rocosa. A partir del kilómetro 109 abunda la vegetación húmeda y espesa, característica de zonas paramunas.
Impresionantes vistas.
Antes de llegar al cruce se comienza ver allá abajo el casco urbano de La Salina. Dada la agreste topografía, este pueblo tiene una característica peculiar: no es un único poblado sino 3 en 1: a medida que bajamos se ve más claro el barrio San Pedro, el Centro de Convivencia y el Colegio, el barrio La Plata y por último, el casco urbano de La Salina en el centro.
En el kilómetro 108 está el alto y las partidas para La Salina a la derecha o Socha, Belén y Duitama, a la izquierda. Allí hay un monumento a la Virgen y pretencioso arco de bienvenida.
Desde el Alto comienza el descenso ya muy inclinado, con curvas en zigzag hasta La Salina. 30 kilómetros bajando y 40 minutos de viaje.
Hacia la izquierda brilla con la luz solar el cauce del río Casanare moviéndose cual serpiente por el cañón que forman las bases de las montañas. No, pues, este es un paisaje de ensueño al que no le falta nada.
Me gusta este pueblo.
En La Salina casi todas las fachadas de las casas están pintadas de rojo y blanco. En el mes de diciembre se celebran con gran pompa, las Fiestas del Indio Lache.
Acá solo hay un hotel. No es justo que ante la falta de competencia cobren $25.000 por una habitación tan pobre. Los precios deben establecerse de acuerdo a los servicios que se ofrecen y en una relación gana-gana entre el hospedaje y el viajero.
Antes de las cinco de la tarde le propuse a tres motociclistas que me subieran al barrio San Pedro, pero ninguno ‘podía’. Claro, con razón se resisten a subir la cuesta con un señor tan pesado atrás.
Pero Dios es grande y al momento apareció un señor en campero Misubishi que me llevó gratis. No, qué suerte. La vista en picada del barrio San Pedro, el Centro de Convivencia, el barrio La Plata, el colegio, y, el puente en madera antiguo y con cubierta sobre el río Casanare, son espectaculares.
Diálogos.
Dejé para lo último la visita a la nueva sede de la alcaldía donde trabajan hasta las seis de la tarde. Los funcionarios se admiraron que llevara más de mil pueblos visitados en Colombia.
En la oficina de Planeación les advertí sobre la Plaza de Mercado que están construyendo arriba, cerca al barrio San Pedro. La tendencia actual es que los mini-mercados y los frúver están acabando con las galerías. Y que no es probable que las gentes del pueblo suban hasta tan arriba a hacer mercado. Casos similares he conocido en Tópaga (Boyacá) y en Gigante (Huila) donde las plazas son ahora elefantes blancos.
Cuando hablaba con Alexis en el parque, vino a buscarme la colegiala a la que le había encargado huevos fritos para la cena, en el restaurante de María Ramos. Qué cosa, las situaciones tan agradables que se viven en un pueblo donde ya todos me conocen.
Antes del anochecer estuve conversando con el profesor y los jóvenes que ensayaban baile de joropo en la Casa de la Cultura, diagonal a la alcaldía. Sobre todo me admiró que había igual número de hombres y mujeres. Generalmente las damas son más animadas para estas cosas.
Les expliqué a los jóvenes como esas actividades culturales son útiles incluso para fortalecer el carácter y no traer al mundo hijos indeseados y a temprana edad.
Regreso.
A las cuatro de la mañana del día siguiente salí de La Salina en la misma buseta 9010 de Transportes Sugamuxi. Y en el mismo asiento, con vista frontal y con forma de estirar las piernas. Lo malo es que hasta cuando lleguemos a Sácama no habrá dónde tomar café.
Mientras tanto a disfrutar de las luces del alumbrado público de La Salina que todavía iluminan el contorno y, apenas comenzó a amanecer, del paisaje tan bello de la carretera hasta Sácama.
El alcalde de La Salina 2016-2019 fue Reinaldo Emel Chaparro Díaz. Y hasta el 2023 el señor Octavio Salamanca Moreno.
Acá habitan en total 1.400 salineros, 600 en el pueblo y en 800 las veredas.
Lunes 17 de septiembre de 2018
fue muy grato contar con su visita, estaba pendiente de la publicación.
Con gusto Marlen, saludos.