La Jagua (Huila).
Lunes 7 de abril de 2014
La Jagua es un corregimiento pequeño, al cual llegué desde Altamira, su vecino, el mismo que se ha disputado con Garzón, ser la cabecera municipal.
Actualmente La Jagua tiene una inspección policial adscrita a Garzón.
Lo primero que me deslumbró fue la torre de la iglesia parroquial, con una altura tal que se distingue desde varios kilómetros a la redonda.
La Jagua es un pueblo a orillas del río Magdalena, y está cerca del límite inferior del embalse que surte la hidroeléctrica de El Quimbo.
Por supuesto que los jagüeros también han protestado contra la realización de la hidroeléctrica.
El gobierno la defiende como un seguro contra nuevos apagones, como el que se dio en tiempos del presidente César Gaviria.
Pero no se puede desconocer el impacto ambiental que un proyecto de estos tiene, no solo en el eco-sistema, sino para los agricultores y pescadores que laboran a orillas del gran río de Colombia.
La Jagua es un pueblo colonial, con calles empedradas y algunas de las casas con puertas y ventanas pintadas de verde.
En una de esas residencias vivió el sabio Francisco José de Caldas cuando se radicó en La Jagua, como epicentro para sus desarrollos científicos.
El parque central es agradable, tiene árboles que dan suficiente sombra y embellecen el espacio público. Una fuente de agua en piedra adorna el espacio comunitario.
La torre alta de la iglesia es preciosa, y adentro, en la capilla del Divino Niño, se ve un cielo raso antiguo, muy artístico.
El piso tiene baldosas de muchos años y diseños originales.
La Jagua no es el único pueblo de Colombia famoso por sus brujas. Sapuyes, en Nariño, es otro municipio al que se le atribuye la existencia de estos
seres entre reales y fantasmagóricos.
De las brujas es más lo que se afirma que lo que se comprueba. Se dice que vuelan sobre escobas, que roban maridos o que se suben a los tejados para
averiguar chismes de quienes viven allá abajo.
‘Que las hay las hay, pero no hay que creer en ellas’, es la afirmación más tajante respecto a la existencia de las hechiceras.
Pero lo cierto es que esos seres femeninos y fantásticos existen más en la imaginación que en la realidad.
Nadie se ha tomado una selfie al lado de una bruja ni existen registros fotográficos de ninguna de ellas. Los actuales drones, que permiten espiar desde lo alto muchos rincones, equivaldrían a las brujas modernas.
El hecho es que el término bruja se aplica sobre todo a comadres chismosas, que se la pasan averiguando y difundiendo lo más y lo menos acerca de sus vecinos.
A las brujas también se les atribuye el don de la adivinación, y entonces habría que distinguir entre brujas voladoras y brujas hechiceras.
Sea que en La Jagua haya brujas o no, lo cierto del caso es que este es un pueblo de pocos habitantes, cuyas calles generalmente se ven desiertas. De ahí que sea una localidad silenciosa y apacible.
Mucho me temo que es de los pueblos de Colombia que en vez de incrementar la población, ha visto decrecer el número de habitantes. Acá las posibilidades de estudio y trabajo para los jóvenes, son mínimas.
A las 10:40, me subo en una moto taxi que, por mil pesos me saca a la variante en dos minutos.
Ahí mismo pasó una buseta en la cual regresé a Altamira, para reclamar mi morral y continuar el viaje hasta Timaná.