La Celia (Risaralda).
Domingo 6 de diciembre de 2015
Hasta las 8:30 no sale bus para La Celia, entonces aproveché para desayunar con huevos pericos por $8.000, en uno de los restaurantes del Terminal de Transportes de Pereira.
El pasaje cuesta $9.000 y en dos horas estaremos en ese municipio risaraldense, que dista 67 kilómetros de la capital del departamento.
Hay que desplazarse primero hasta La Virginia.
Más adelante está la desviación: a la izquierda Balboa a 14 kilómetros y La Celia a 27.
Desde el cruce comienza el ascenso hasta Balboa, por una carretera en buen estado, con pavimento y sin mucho tráfico.
Vine luego un plano hasta el sector de Patio Bonito y desde ahí el descenso a La Celia que, es algo más caliente que su vecino.
El casco urbano se comienza a ver desde el estadero Casa Roja, un sitio con vista privilegiada hacia el Valle del Cauca y el municipio de La Virginia, con la fumarola del ingenio a un lado.
Hay muchos sembrados de café en las laderas de las cordilleras. Y claro, no faltan también las matas de plátano a veces intercaladas o a manera de cerco.
La señora con la que converso me cuenta que este año ha estado buena la cosecha, aunque a veces la ha afectado el verano, pues el calor intenso hace que el grano se seque biche.
Como los jóvenes ya no quieren trabajar en el campo, la falta de recolectores ha sido otro problema por el cual no se han podido recoger a tiempo las cerezas. Si eso ocurre, el café se cae, se pudre y termina siendo caldo de cultivo para que prospere la roya.
El conductor de esta buseta no fue el más amable, pues se negó a parar un minuto en la curva desde la cual se divisa hermoso el pueblo.
Entonces me bajé allí con la esperanza de conseguir transporte apenas tome las fotos panorámicas.
Este mirador me recuerda el que existe también llegando a Mistrató, con características topográficas casi idénticas. Y en algo se asemeja también al que permite divisar la bahía de Taganga, cuando se desciende hacia ese pueblo de pescadores.
La ventaja es que desde esta atalaya, al darle zoom a la foto, casi que se distingue la gente que está en la plaza, la fachada de la iglesia se ve de frente, los árboles del parque no tapan, la vista es genial.
Y sí, apareció mi angelito: un muchacho que bajaba en su moto y muy atento me arrimó hasta el pueblo.
Cuando me bajé de la moto en la plaza principal de La Celia, empezaron a sonar las campanas de la iglesia.
Corrí a fotografiar al campanero cuando me encuentro con la sorpresa de que Ángela Cañas es desde hace años la sacristana y encargada de halar los lazos que impulsan hasta los badajos.
La iglesia parroquial de La Celia es muy diferente a todas.
El frente y la torre tienen un decorado en líneas que me recuerda alguna iglesia de California o un rascacielos neoyorquino.
Por dentro el templo no es menos diferente: me refiero al color rojo intenso como se ve pintada ahora. Y ya ve, como que no está mal a pesar de ser un color más bien repelente.
Hay tres vitrales coloridos en el altar mayor y más que columnas, la cubierta está sostenida con pilares circulares sin ninguna decoración.
La plaza de La Celia es muy amplia y casi plana.
El kiosco que hay al lado del parque es más lo que le quita que lo que le suma al centro del pueblo.
De la fuente del parque brotan chorros de agua para delicia de los niños.
El edificio de la alcaldía, de construcción reciente, también ocupa uno de los costados de la plaza principal, que no es la única, pues a la vuelta hay una plazoleta con obelisco en la mitad de un parque menor.
Estuve conversando con jóvenes que tienen fábrica de arepas en el andén de una calle. En condiciones precarias, estas chicas aguantan el calor de las brasas para conseguir el sustento.
Un ventilador gigante mantiene las brasas al rojo, la chica más joven se encarga de voltear las arepas redondas y las otras dos son las que arman los círculos de maíz amarillo. Ellas son conscientes que necesitan mesa y accesorios en acero inoxidable para garantizar higiene y calidad.
Hoy se ve mucho movimiento en el centro de La Celia. Me gustó este pueblo, con iglesia diferente y plaza amplia y llana.
Pero bueno, debo continuar el viaje, también quiero conocer Balboa, el municipio vecino.
A las once de la mañana salió la buseta para Pereira. Siquiera alcancé puesto, pues los pasajeros de Balboa no son los preferidos por ser el pueblo más cercano.
Un joven que venía cerca se dio una mareada tremenda. Cómo será que el conductor se detuvo, tiempo que aproveché para ayudar al muchacho y tomarle foto a un balcón precioso lleno de matas.
En este municipio habitan en total ocho mil celianeses, tres mil en el pueblo y cinco mil en los campos.
El alcalde hasta el 2019 es el señor Adrián Serna Marín.