Juan de Acosta (Atlántico).
Lunes 16 de febrero de 2015
Cuando uno va por la troncal del Caribe colombiano, cerca a Barranquilla, pasa frente al Parador Turístico con cubierta en forma de sombrero vueltiao. Ahí son las partidas para Juan De Acosta.
De España vino con su familia Juan de Acosta, un vizcaíno que se radicó en la región para cultivar maíz, algodón y yuca.
Así fue como se formó el pueblo.
Después de haber salido de Tubará, en siete minutos me bajé en la autopista a esperar el bus amarillo que va para Juan de Acosta.
Pero un señor en moto se ofreció para llevarme hasta Juan de Acosta, en 12 minutos, por $4.000. Acepté la propuesta, pues no quiero perder tiempo en esperas. Y fue un acierto pues Alejandro conduce despacio y con mucho cuidado.
El terreno es plano, se observan de pronto terrenos con plásticos, preparados para el cultivo de melón, de manera semejante a como siembran la fresa en el oriente antioqueño.
El Hospital se ve moderno y grande, a la entrada al pueblo, en el sitio llamado ‘Vaivén’. El casco urbano está a un kilómetro.
Desde cuando uno llega a la plaza pequeña, detrás y delante de la iglesia, se forma una buena impresión de Juan de Acosta.
La alcaldía bien presentada está a un lado del templo parroquial. Y a la entrada a la Alcaldía, monta guardia la estatua colorida del Libertador Simón Bolívar.
Y al frente, se ve ‘Casa Vieja’, una de las primeras residencias del pueblo, que perteneció a Carlos Higgins, un costeño prolífico que tuvo 40 hijos, hujn!.
Es una casa hermosa, bien conservada, con muebles de la época y techo de paja. Pero lo más original son los bejucos en cadena con que amarran la canoa que recibe las aguas lluvias, bajo el techo de paja.
Las ventanitas de barrotes sencillos se ven coquetas; hay fotos antiguas del viejo Carlos Higgins y algunos muebles a tono con la edificación.
Conseguí que en la casa cural me abrieran la iglesia para conocer su interior. No es la más bonita, lo único rescatable son las baldosas antiguas de
parte del piso.
A un lado del templo está una imagen primitiva del Buen Pastor.
Lo que faltaba era un vaso de avena en la panadería Ricuras, en donde aproveché las sillas y mesas de la acera, para escribir estas líneas.
Me han dicho que las mujeres de Juan de Acosta son muy bonitas, y de pronto sí.
A esta hora pasan dos chicas muy tongoneadas, por las plaza, detrás de la iglesia.
Y en este momento va a salir un bus amarillo para Barranquilla.
Desde hace unos segundos el chofer está pegado del pito, avisándole a todo el pueblo que va a zarpar, por si alguien tiene que apurarse para abordar la nave.
Son las 10:45, ya salgo a ver si regreso a las playas de Santa Verónica, a donde venía con mis hijos cuando estaban pequeños y vivíamos en Barraquilla.
Alejandro fue el moto-taxista que me arrimó desde el centro de Juan de Acosta hasta ‘El Vaivén’, a la salida para la arenosa.
El joven estudió periodismo, por eso lo hizo tan bien como fotógrafo cuando le pedí que me tomara una vista junto al aviso de bienvenida a este municipio.
En seguida a darme un baño de mar y disfrutar de la brisa caribeña.