Granada (Cundinamarca).
Sábado 27 de febrero de 2016
Estando en Soacha, al sur de Bogotá, a las diez de la mañana pasó la buseta que me llevará directamente a Granada.
Son solo 12 kilómetros hasta mi destino, para 15 minutos de recorrido.
Tomamos la autopista Melgar-Girardot, solo para pasar por El Charquito, el corregimiento cerca al Salto del Tequendama, donde están las partidas para Granada.
No sabía yo que en Cundinamarca existiera un pueblo con ese nombre.
En el kilómetro 103 está el Alto de las Rosas y ahí comienza el descenso hacia la localidad granadina.
El ingreso al pueblo se encuentra sobre mano izquierda. Es solo un kilómetro lo que hay que andar desde la vía principal hasta la plaza de Granada.
Este pueblo fue construido sobre una pendiente inclinada. Solo la plaza principal es plana. Allí está todo lo
importante: la iglesia, la Casa de Gobierno y una tarima decente y permanente.
También decoran el centro dos esculturas de campesino y chapolera, sin mucho despliegue.
En lo alto del templo, un reloj de buen diseño no señala la hora actual.
Por dentro la iglesia está bien, lo más destacado es el rosetón colorido que le imprime gracia al recinto.
A esta hora del medio día, en el parque principal con pocos árboles, entrenan jóvenes patinadores que dan vueltas tomados de la cintura.
A manera de almuerzo en Ricky Broaster pido una trucha a la plancha por $15.000. Nunca me había comido una trucha tan grande y deliciosa como la que me sirvieron acá.
El nombre de Granada quedará asociado al sabor de ese pescado.
El alcalde de Granada hasta el 2019 es el señor José David Alvarado Padilla.
Aprovecho la mañana para invitar a los funcionarios de la alcaldía a visitar mi blog de viajes.
Me hablaron de un Monasterio sobre la vía principal, cerca de la entrada a Granada. Por $5.000 un auto me llevó hasta la puerta de ingreso al monasterio.
Se trata de Varsana, una finca grande donde viven jóvenes colombianos y extranjeros que vibran con la filosofía yoga y otras disciplinas relacionadas con los Libros de los Vedas. Lo que buscan es mantener y fortalecer el vínculo con el Ser Supremo.
Hay varios monumentos y un mausoleo al primer maestro espiritual de la comunidad, el colombiano Harijana Maharaja.
Ingreso al salón en donde rezan los miembros de la comunidad, la mayoría jóvenes.
Tres de los muchachos entonan cantos acompañados de un órgano primitivo.
Los hombres en una estera, las mujeres en otra.
A la 1:45 abordo un bus que en solo media hora me deja en el Terminal del Sur, para reclamar mi
equipaje y continuar el recorrido de vuelta hacia Fusagasugá.
A esta hora no hay trancones, por eso el viaje se hizo tan corto.
En este municipio de Cundinamarca viven en total 7.000 granadinos, dos mil en el pueblo y cinco mil en los campos.