Girardota (Antioquia)
Vienes 31 de octubre de 2014
Desde temprano salí de mi casa para recorrer el pueblo que, con su nombre, rinde homenaje al prócer Atanasio Girardot; un municipio que he visitado varias veces, pero del cual no tengo buenas fotos. Inicialmente se llamó Hatogrande, así como Bello, su vecino, tuvo el nombre de Hatoviejo. En la estación Niquia del Metro, abordé el bus que ingresa al pueblo por la parte de arriba, por donde está la casa de la Cultura y la Villa Olímpica.
El burgomaestre actual, hasta el 2015, es el señor Luis Fernando Ortiz Sánchez, quien ya había sido alcalde durante el período 2004-2007. Girardota tiene en total 42 mil habitantes, de los cuales 25 mil habitan la ciudad y 17 mil el campo.
A la entrada a Girardota hay un Centro Comercial llamado La Estación que, al parecer, no ha tenido mucho éxito. El bus ingresa al centro del pueblo por la parte de arriba, por donde quedan el Colegio Atanasio Girardot, la unidad deportiva, la Casa de la Cultura y la Biblioteca Municipal Jacinto Benavente. Girardota cuenta con uno de los Asilos más grandes y modernos del departamento. Las instalaciones de Comfama y una capilla colonial, están en la parte de debajo de la plaza.
Me comentaron que una cuadra arriba de la plaza vive un señor que tiene fotos antiguas y conoce mucho acerca de la historia de este municipio del valle de Aburrá. Queda de tarea para otra oportunidad, lo mismo que subir a la terraza alta de un edificio del marco de la plaza, en donde hay un restaurante con buena vista.
Hace unos cuatro años cuando vine a Girardota, estaban remodelando el parque. Hoy está listo, pero no me parece agradable. Porque queda como hundido en medio de la plaza principal y le han construido, a falta de uno, tres kioscos más, que impiden observar mucha parte del contorno.
Lo que sí me gustó del espacio público, son los árboles de Guayacán amarillo, de los cuales también sembraron varios, en la carretera que entra al pueblo desde la autopista. Del parque rescato las fotos antiguas que han exhibido en varias carteleras, bien ubicadas. Como la plaza principal es inclinada, los lugareños acostumbran atravesar el parque de sur a norte, pues de esa manera no tienen que subir escalas.
La Catedral de Nuestra Señora del Rosario, fue construida con los planos elaborados por el arquitecto Carlos Carré. El templo tiene detalles bonitos, como el piso de baldosa antigua, los vitrales de acabados finos y las lámparas que cuelgan de la cubierta principal. El tallado de las puertas en madera es precioso. Lo mismo los altares laterales en mármol de carrara. Uno de esos monumentos corresponde al Señor Caído, tallado en madera quiteña, que recibe peregrinos venidos de muchas partes, algunos hacen el recorrido a pie desde Medellín.
A un lado de la Catedral está el Centro Administrativo Simón Bolívar, para el cual recientemente construyeron una ampliación hacia atrás, de cinco pisos, a un alto costo y con la fachada de la misma piedra bogotana amarilla, que no coincide en nada con el ladrillo cocido de la iglesia. Una tarima permanente se levanta en el costado nor-oriental de la plaza. Por ser 31 de octubre, hoy los funcionarios de la alcaldía están disfrazados de duendes y brujas.
Más adelante visité la Escuela de Varones Emiliano García, ubicado en la esquina de la calle 10 con carrera 16. Una funcionaria de la administración, vino por mí a la portería y me acompañó en el recorrido por el colegio, hoy para estudiantes de uno y otro sexo. Y ya ve, me llamó la atención la disciplina de los muchachos que estaban en clases. Se ha conservado bien este edificio patrimonial, de una sola planta, con un antejardín agradable que lo hace ver más bello aún.
A la altura de la carrera 16, hay una cuadra larguísima que une la calle 7 directamente con la décima. Arriba, la nomenclatura de la casa más cerca a la esquina tiene el número 7-274. Es raro ver una cuadra de más de 270 metros.
A la bajada fotografío la Capilla y convento de la Presentación. El Colegio de las monjas también quedaba allí, pero hace tiempos lo pasaron para donde era el Hospital. El nuevo Hospital queda ahora, tres cuadras arriba del parque.
De regreso a la plaza, converso en el kiosco con dos señores como de 70 años, a los cuales les pedí autorización para compartir un tinto con ellos. Mis dos amigos fueron alumnos del profesor Emiliano García, un maestro famoso que tuvo la Escuela de Varones. En aquella época un mismo profesor daba varias materias: aritmética, castellano, lenguaje, ortografía, etc. Uno de mis compañeros de mesa, reconoce que tiene buen tipo de letra, porque
‘Don Emiliano nos enseñaba a escribir con perfiles ancho y grueso, casi que una caligrafía, para tener buen estilo de letra. También aprendí de él a convertir quebrados a enteros, y enteros a quebrados. Don Emiliano murió de infarto, cuando un alumno necio le sacó la piedra’.
Más tarde intercambio ideas con otro lugareño que toma tinto en el kiosco. Este sí es un hombre de la clase alta girardoteña. Cómo será que su apellido es Sierra, y no he conocido ninguna persona con ese apellido, que sea pobre o humilde. Mi contertulio me recuerda que Don Pepe Sierra era dueño de casi todo el norte del Valle de Aburra. Inicialmente fue arriero y más tarde, en su finca de cañelera, tuvo un zacatín, en el cual estilaba el mejor aguardiente de la región. Haciendo uso de una gran visión para los negocios, cuando valían casi nada, compró grandes extensiones de tierra en el norte de Bogotá, donde está la avenida 116, que lleva su nombre. Se dice que fue un hombre tan acaudalado, que incluso en alguna ocasión le propuso al Estado Colombiano, prestarle plata para algunas obras.
Sin embargo don Pepe apenas sí hizo la primaria y tenía fama de ser muy tacaño. Alguna vez se burlaron de él porque escribió ‘acienda’, sin hache. Al que se burló de él, le replicó:
‘Pues hombre, yo tengo muchas haciendas sin hache, dígame usted cuántas tiene con hache’.
En su lecho de muerte le dijo a su esposa que vendría por ella, para que no se le gastara la fortuna, y a los pocos meses ella murió el 28 de mayo de 1.921. En el Museo Cementerio San Pedro de Medellín, está la tumba de don Pepe Sierra, con su imagen sobre la loza, en el piso, ‘para que todo el mundo se incline ante él’.
He sabido que el monumento a la Madre que hay en el parque del municipio de Girardota, fue donado por doña Mercedes Sierra, hija del acaudalado girardoteño.
Después anduve por la Plaza de Mercado, debajo de la plaza principal, donde como un salpicón de mil pesos. A esta galería se ingresa desde el parque, por un pequeño centro comercial que hay a mitad de la cuadra occidental del marco de la plaza. Hace poco remodelaron la Galería que luce mejor ahora, con mesas en acero inoxidable, para la venta de frutas, en el primer piso.
Como traje el NetBook, me siento a escribir en el kiosco del Bar y Restaurante Girardota Parque, el de asientos y mesas color naranja y negro. Como es un área tan abierta, sí es muy agradable sentarse ahí, pues no se pierde detalle de todo lo que acontece en el contorno. Además hay buena conexión a Internet. A esta hora de viernes, suena una música tristona en el kiosco más pequeño, que hay al frente. Y ya ve, no me chocan esas melodías quejumbrosas y en voces femeninas.
En vista que el sol nunca pega sobre el frente de la Catedral, decidí terminar mi visita a Girardota antes del medio día. En el ‘Terminal’ de las busetas, a cuadra y media de la plaza, pagué $2.500 por el tiquete integrado para viajar en Metro hasta mi casa.