Frontino (Antioquia)
Martes 23 de diciembre de 2014
Temprano estuve en el Terminal de Transportes de Santafé de Antioquia, para viajar a Frontino, uno de los pueblos más agradables del occidente medio.
Occidente Antioqueño.
Al momento apareció una buseta que no traía sillas libres, así que me tocó viajar sobre la tapa del motor y cuando pude colocarme frente al parabrisas con una gran comodidad visual: todo el panorama era mío, en un día de verano muy hermoso.
Así que soporté el desagrado de la postura incómoda, concentrándome en las bellezas naturales que veía.
La buseta entró a Cañasgordas, pero siguió de largo, hasta la entrada a mi destino. De la Carretera Panamericana hasta Frontino, son solo 12 kilómetros.
Lo que sigue es un tramo en ascenso, muy bonito, por verde y entretenido. Hay dos casas fincas a la derecha; especialmente bella es la que está más cerca del pueblo, rodeada de árboles frondosos y palmeras, es una hermosura.
Ya en la plaza principal de Frontino, lo que más me gustó fueron las mesas con sombrillas que hay en el atrio extendido de la iglesia.
Aquí también, como en Abejorral, el atrio ocupa todo un lado del marco de la plaza y, mejor aún, está dos metros arriba del piso de la plaza, como una tribuna alta, semejante al corredor de las cafeterías en la plaza de Jericó.
Entonces aquí y allá, provoca no perderse nada de lo que ocurre en el centro del pueblo. Y se disfruta ese discurrir alrededor de un café o una cerveza y, mejor aún, con una buena compañía.
El parque de la ‘Ciudad Dulce de Colombia’ no es muy agradable. O será porque en las dos últimas oportunidades cuando he venido, ha estado ocupado por una caseta gigante que arman para Navidad. Y allí colocan la música como para todo el pueblo.
Así que no solo los árboles ocultan un poco el paisaje, de por sí estrecho, dado que la plaza no es muy grande, sino que el volumen tan alto de la música genera estrés y descontento. Como si hiciera falta más espacio o más apertura para estar más tranquilo.
Basílica Nuestra Señora del Carmen.
Entré a fotografiar la Basílica Menor Nuestra Señora del Carmen. Ese templo no luce muy bien ahora, cuando requiere una mano de pintura. Los vitrales son muy sencillos aunque la baldosa del piso sí vale la pena y los rosetones a través de los cuales entra la luz natural, se ven muy bien.
De la cubierta cuelgan lámparas elegantes y unos decorados navideños con bolas coloridas muy decentes. Sin embargo no me agrada mucho ver en una iglesia ese tipo de adornos consumistas.
Luego me detuve observando complacido la bandada de pájaros María Mulata, que revoloteaban en una de las palmeras del parque, en medio de gran bullicio y algarabía.
Todas las tardes, hacia las seis, estas aves llegan a buscar dónde dormir. Son de color negro y tienen un pico muy afilado y los ojos ‘floriados’, según descripción del campesino al que consulté.
Estos espectáculos tan naturales, me fascinan, y más tratándose de animales con alas. El labriego me cuenta que esas aves las trajeron a Colombia, para controlar una peste de cucarrones en las bananeras de la costa, y ya han invadido muchos territorios del interior. Se comen lo que sea, y a veces son dañinas.
Manguruma.
En Frontino no hay Terminal de Transportes, los carros escalera estacionan en un costado de la plaza.
Lo que sí tiene el ‘Emporio Panelero de Antioquia’ es una ruta de buses urbanos que hacen un recorrido circular, desde la entrada al pueblo, hasta la parte alta de Manguruma. Qué bien.
A partir de Manguruma sigue la vía que va para Nutibara y Murrí, poblados con población en su mayoría indígena Embera.
Esa ruta la tomé por mil pesos que cuesta el pasaje. Anduvimos por el costado oriental del casco urbano, donde se encuentran el Hospital y una finca arriba con excelente vista sobre todo el casco urbano.
A continuación fotografié el monumento al arriero, que insiste en hacer caminar la mula cargada con caña. Está en ‘La Plazuela’, un parquecito entretenido con bancas cómodas donde un joven me tomó algunas fotos.
Un aventurero.
Lo que vino luego fue una agradable sorpresa para mí. Al pasar frente a una zapatería vi en la puerta, una bicicleta como de dos pisos en la cual Nicolás Serna hizo una correría por cuatro países andinos: Venezuela, Ecuador, Colombia y Perú.
La pared del establecimiento está decorada con fotos de los lugares que visitó ese ‘correcaminos’ y recortes de los periódicos que publicaron reportajes de este amigo viajero.
Ahora Nicolás se desempeña como zapatero y cerrajero, pero ese no era su oficio inicial. Fue en Perú donde compró dos máquinas locas de coser zapatos, las trajo para Colombia, y aquí en Frontino donde aprendió el oficio y empezó a ejercer como experto en arreglar bolsos, zapatos y correas.
Lo que sí se nota en este pueblo del occidente antioqueño, es que no ha tenido buenas administraciones municipales. A Frontino le falta señorío y poco se ha hecho por conservar las pocas casas patrimoniales que quedan en el pueblo. También la influencia de la televisión, ha hecho que este pueblo pierda la importancia que tuvo en los años 60.
Ahora no más vi cómo sacaban de una casa a la que le colocaron cubierta de asbesto, las hermosas tejas de barro antiguas, que antes tenía el techo.
En cambio, me contaba ahora Nicolás, en Frontino quedan cuatro hombres que todavía andan a ‘pata limpia’, nunca han usado zapatos y son personajes apreciados del pueblo. Mi amigo me dio sus apodos: ‘El Obispo’, que a sus 92 años sube y baja todo el día por las calles del pueblo; otro es ‘Luis Abono’ y ‘Tato’, el otro patiancho y ‘Caballo de oro’ el cuarto.
Proyectos comunitarios.
Más adelante supe que, aquí en Frontino construyeron hace pocos años, una ‘Central de Mieles’, inaugurada con bombos y platillos, pero a la final no dio resultado. Es que en Colombia no tenemos cultura para trabajar en equipo.
Pasa con eso como con los trapiches comunitarios, que se construyeron en varias zonas paneleras, que a la postre fueron un fracaso. El que molía su caña dejaba toda la instalación sucia y desaparecían los elementos para la molienda.
En Tuta también se proyectó durante el gobierno de Uribe, una Planta de Alcohol carburante a base de remolacha, cuyas instalaciones se quedaron sin estrenar. Lo mismo ocurrió con el Ingenio Vegachí, o la Planta desmotadora de Algodón, en Uramita.
Casa de la Cultura.
Anduve a pié hasta la Casa de la Cultura Gabriela White de Vélez, un edificio muy bonito, de dos plantas, donde antiguamente funcionó el Hospital de Frontino.
Esta vez sí pude fotografiar el patio central y los corredores superiores con barandas y piso en madera.
A un lado de la casa está la capilla, cerrada ahora, pero lo que sí pude ver, fue la espadaña muy bella y en madera, que está sobre la pared frontal, en la parte de afuera del edificio.
Continúo mi camino a pie, hacia el parque de Frontino. En la Plazuela de Cristo Rey, se ve la imagen de Cristo con los brazos en alto y además la escultura que recuerda las bregas del arriero para sacar del atolladero a su mula cargada con caña.
En la plaza principal tomé la otra buseta urbana, la que sube hasta El Bordo y cuyo pasaje cuesta cien pesos más que la Circular.
Este transporte lo lleva a uno hasta más allá de Manguruma, casi donde están las minas de oro, o lo que quedó, de la explotación que durante muchos años hizo del metal, la empresa extranjera: Frontino Gold Mines.
Solo me falta subir a la carretera que va para la vereda La Herradura y Chirihuaco, para lo cual contraté una moto-taxi que en unos minutos me llevó hasta arriba, donde la vista es preciosa y está la casa de Mauricio Elejalde.
Es una mansión descuidada pero ubicada en un punto estratégico. Qué belleza la vista desde allá en horas de la mañana. Por la noche, el pueblo iluminado, se debe ver precioso.
El día está espectacular, al fondo se aprecian los cerros con forma de vieja tendida en el piso y sus pechos en alto. No es tan evidente la silueta, pero de todas maneras la cordillera allí, tiene un contorno muy particular.
Paisaje vespertino.
A las dos de la tarde salí en un bus grande de Gómez Hernández, por $12.000 hasta Santafé de Antioquia.
La bajada desde Manglar, qué hermosura. El sol pegaba de refilón en algunas montañas y se veían de un verde claro bellísimo. Contrastaban con las más lejanas, de un verde más fuerte.
Como había muy pocas nubes en el firmamento, se vio todo el tiempo la panorámica de Horizontes, el corregimiento de Sopetrán. A medida que descendíamos se notaba menos el perfil de las casas, pero todo el tiempo fue visible el casco urbano de ese poblado.
Y más abajo estaba Llanadas y en la base, Sopetrán y ya cerca de la ciudad Madre, la panorámica de Santafé de Antioquia se percibió muy bella, a un lado del cauce del río Cauca.
La alcaldesa de Frontino hasta el 2019 es la señora Yudy Estella Pulgarín Marín.
Acá habitan en total 20.000 frontineños, 7.600 en el pueblo y 12.400 en las veredas.
Muy bonito el relato de la visita a Frontino. Estoy planeando un recorrido en Carro-casa por Colombia, en la etapa V, voy desde Ciudad Bolivar Choco, por via Santa Fe de A, hasta Necoclí. por su buen relato, entraré a Frontino. Fernando.
Ah, qué bueno que le haya servido mi relato. Sí, vale la pena conocer frontino, máxime ahora cuando el parque ha sido remodelado. Suerte y Saludos.
Don Germán lo felicito por esa persistencia en viajar y apreciar………………
Quisiera que me contara, cuáles son los municipios de Antioquia, que se pudieran llamar de «topografía plana» al menos en su casco urbano, pues casi todos sabemos de lo quebrado que es nuestro departamento. Conozco algunos » planos» como Amalfi,Alejandría, La Ceja ( mucha parte es plana), La Unión………..
Te falta auno muy importante: Santa Fe de Antioquia. También Urrao, Ciudad Bolívar, todos los de Urabá, Carmen de Viboral, La Pintada, entre otros.