Filadelfia (Caldas)

A las diez de la mañana estuve frente a la estación Envigado, sobre la autopista sur.  No sé bien para donde voy, si para Quinchía o para Filadelfia, todo depende  del destino del primer bus que pase hacia La Pintada. Uno de Arauca pasó lleno, pero al momento apareció una buseta Hyundai de 9 pasajeros con destino Manizales. Entonces  iré hasta La Felisa y de allí seguiré a Filadelfia, municipio ubicado al norte del departamento de Caldas.

IF
Iglesia de Filadelfia.

El día está abierto y luminoso, parece que ahora sí entró el verano característico del medio año. Por suerte me tocó el puesto de adelante, con ventanilla y parabrisas a mi disposición. Voy feliz, no solo porque me encanta montar en carro, sino porque con este día tan bello todo se ve reluciente y hermoso.

El conductor de la buseta nos hace caer en cuenta de una novedad que lleva un carro que pasa. Las llantas traseras no son dobles, sino un solo neumático muy ancho. Yo no había visto eso antes y parece que es lo último para automotores.

La quebrada que sirve de límite a los departamentos de Caldas y Antioquia se llama Arquía, y se encuentra cerca del poste que marca el kilómetro 79. Antes de llegar a ese lugar viniendo de La Pintada, las cordilleras forman cremalleras y luego se juntan tanto que encañonan el río el cual corre con mucha fuerza. Por eso no han recuperado todavía los doce cuerpos de la familia Ortiz, de La Ceja, que el domingo pasado se fue al río Cauca, de viaje para Buga.

A la una y media y tras tres horas de camino llegamos a La Felisa. Este es paradero obligado para casi todos los carros que pasan por la troncal. Occidental, Arauca, Flota Ospina, AutoLegal, Sideral, y Expreso Trejos, todos deben registrar su paso en pequeñas oficinas que hay en la Panadería Los Amigos.

Jeep
‘El Tomate’, a la espera de pasajeros.

Al frente hay cercas de guadua donde se sientan los mototaxistas que, por $ 5.000 llevan a los pasajeros apurados hasta Supía o hasta donde el cliente necesite. Y desde acá de La Felisa salen los Jeep Willys para San Bartolo, La Merced y por supuesto: Filadelfia.

Pero hasta las tres de la tarde no sale el próximo transporte para mi destino. Así que aproveché el tiempo para almorzar un caldo de pescado con algunas lonjas pequeñas, muy rico. De resto me entretuve viendo pasar carros de todas las clases.

Por fin a las tres en punto salimos en un Jeep Willys 54 muy bonito, bien enllantado y mejor conservado. Se llama ‘El Tomate’ y tiene un color rojo intenso como las hortalizas maduras. Es fuerte y entusiasta para trepar. Va en segunda y a veces cree uno que se va a agotar, pero que va, como que saca fuerzas adicionales de su potente motor para continuar muy orondo el ascenso.

Caballito
Caballo sobre el capó del campero.

Este campero tiene sobre el capó el clásico caballito que desde dentro se ve precioso. Como hermosas se ven las montañas y los árboles que marcan la carretera.  Y parece que han sembrado matas de guadua por las cañadas de las quebradas que bajan de lo alto. Esa planta es precisa para preservar húmedo el lecho de los ríos. Qué bien.

Son 19 kilómetros de La Felisa hasta Filadelfia, los primeros 12 destapados pero en buenas condiciones y los 7 últimos pavimentados. El pasaje cuesta $ 6.000 y el viaje dura una hora. Qué bueno, me tocó la ventana de adelante desde donde pude incluso tomar algunas fotografías. Y lo mejor fue que en ningún momento me dio el sol en la cara.

Al principio cuando todavía se transita por un lado del río Cauca se ve la explanación que están haciendo para el Puerto Seco. Allí depositarán la carga que movilizará el Ferrocarril de Cali a Medellín que ya empezaron a re-construir. Allá se ven los durmientes para los rieles, ya no de madera sino en cemento.

Más arriba se aprecian las montañas muy lindas, a veces decoradas con palmas reales tan esbeltas, y casi siempre craqueladas o palos de matarratón que marcan el límite entre los corrales.

Ya sobre carretera pavimentada se transita por un plan en donde tuvimos una pequeña varada. Sin embargo el conductor rápidamente encontró y corrigió la falla y sin mayores contratiempos llegamos a Filadelfia. El pueblo no se alcanza a divisar antes de llegar, sino que apenas si se ve el primer barrio que según dicen corresponde a la zona de las ‘VendeSidas’, es decir, la zona roja como se le llamaba antes. Lo primero que se aprecia es una cantera de piedra en medio de una montaña de rocas grises.

De los 13 mil habitantes que viven en el municipio,  4 mil residen en el casco urbano y  9 mil habitan en el campo. En principio me acomodé por seis mil pesos en una habitación sin baño de un hospedaje sencillo, porque quería dejar mi equipaje y salir rápido a caminar. Pero luego entendí que merecía algo mejor: la habitación muy bonita del Hotel Las Mellys, el mejor Hotel del pueblo. Tiene ventana, dos camas y un baño muy agradable.

Pque.
Parque principal.

Desde cuando me bajé del Jeep Willys en el centro del área urbana, este pueblo me gustó. La plaza es amplia y con una inclinación de 18º. El parque  arborizado con unas 20 especies grandes, algunas con melenas colgando y otro tanto de arbustos y palmas pequeñas.

El marco de la plaza está bien conservado, no se ven construcciones muy ‘atravesadas’ y sí casi todas de dos plantas y algunas con balcones. Pero es que en este pueblo casi todas las casas son de dos pisos.  Aunque hay algunas residencias con techo de asbesto, las del centro generalmente tienen cubierta con teja de barro. En la carrera cuarta entre calles 5 y 6 están las Casa de la Cultura y la Plaza de Mercado con locales especiales para las carnicerías.

Lo primero fue entrar a la Iglesia de San Pedro Apóstol. Es una construcción moderna sin mucho que destacar, solo nichos a nivel del piso en donde se veneran algunas imágenes. Es amplia y con cielorraso de madera, bien iluminada y con una torre, esa sí imponente y alta.

II
Interior de la Iglesia de Filadelfia.

A continuación busqué el sitio ideal para ver el poblado en panorámica. Y claro, con una tarde de sol, lo mejor era subir al occidente de Filadelfia, en donde ubicaron la antena de celular y hay también una torre de energía. Para llegar hasta allí hay que subir por detrás de la iglesia unas 149 escalas y luego transitar por un camino que llega hasta la antena. Pero a mitad de las escalas se pasa por una casa de dos plantas con corredor y balcón, con vista sin igual. La señora muy formal me permitió tomar algunas fotos desde allí.

Luego ascendí algo, abusando un poco de mis piernas, pero es que el paisaje era tan hermoso que bien valía la pena el exceso. Ya en la cima me sentí emocionado. Se aprecia el pueblo en toda su extensión y en la montaña del frente casas campesinas que en la noche se deben ver preciosas. Pil

Una cerveza con mi amiga.De bajada entré a tomarme una cerveza en la casa de tías muy queridas. Una de ellas: Carmen es especialmente amable, como casi toda la gente que he visto en Filadelfia.

Lo mejor vino luego. Cuando regresé a la plaza, qué veo: han sacado dos mesas de ping pong al parque y entonces estuve como una hora a veces jugando y a veces haciendo de manager de Piolín, Nelson o Díaz, uno de los policías del pueblo que no me ganó ni una.

No te arrimes tanto a la mesa

No pretendas clavarlas todas

Concéntrate.

Responde bien y deja que el contrincante haga puntos  para ti.

Qué delicia. Esa fue una experiencia espectacular que no había vivido en ningún otro pueblo. Y es que en Filadelfia hay como mucha actividad por parte de los jóvenes. Mientras jugamos tenis de mesa otros muchachos juegan fútbol en un costado de la plaza, unos más asisten a la proyección de una película, algunos están haciendo un chocolate para dar a los niños más necesitados; en fin hay muchos jóvenes en la plaza y todos ocupando bien el tiempo de vacaciones. Eso también me ha encantado de Filadelfia.

Una estrofa del Himno de los filadelfeños dice:

‘Si no has sido entre pueblos soberbio,

si tu nombre olvida la fortuna

siempre fuiste, aunque humilde, la cuna

de la fe, la constancia, el valor’.

BS
Ensayo de la Banda de Filadelfia.

Me di un baño en la habitación del hotel y salí de nuevo a la plaza para conocer un poco más antes de sentarme a escribir. Anduve por una de las sedes de la Institución Educativa Filadelfia. Un edificio grande de dos pisos y con gran arboleda atrás. A esta hora de la noche treinta jóvenes muy concentrados siguen las instrucciones del director de orquesta y cada uno da la nota con su instrumento preferido: trombón, clarinete, trompeta, saxo, etc. Qué maravilla ver tantos jóvenes en esas. Se ve que la Banda Sinfónica de acá es bien buena, pero sobre todo cómo me encanta ver a los jóvenes dedicados a la Música. Un aplauso para el director y sus pupilos.

Esta tarde vi la foto del Puente del Pintado, con un arco de cal y canto. Históricamente este puente es muy importante ya que por allí pasaron los colonizadores antioqueños que vinieron a poblar las tierras donde hoy están los departamentos de Caldas, parte del Valle y del Tolima. La vía anterior era por Sonsón pero muy dispendiosa; en cambio esta ruta hacia Salamina y Caldas resultó más directa para los colonizadores paisas.

Pte.
Foto del Puente de cal y canto.

El puente está en el corregimiento El Pintado, a 20 minutos en carro desde La Felisa, en la vía que conduce a la vereda la Amapola.

Lo que sí extraño en Filadelfia son los mototaxistas. No obstante le pedí a un muchacho que pasó en su Discover que me llevara a las afueras del pueblo para ver ese paisaje nocturno. El joven me llevó a las volandas, por más que yo le pedía que fuera despacio.

En fin que de todas maneras por dos mil pesos pude divisar ese panorama encantador de las montañas con muchas luces de otras tantas casas campesinas, y las manchas amarillas que corresponden a los poblados de Riosucio, Supía y algo de las luces regadas de Marmato. Hermoso espectáculo. Lástima no poderme quedar más tiempo contemplándolo.

Jueves 18 de junio de 2009:

A las cinco de la mañana el canto entusiasta de los pajaritos, me animó a dejar la cama. Así que a las seis estuve en el parque para salir hasta las afueras del pueblo en el Willys que iba para La Felisa.

Cerca del trapiche continué a pie otro trayecto. Desde acá se escucha la máquina como de locomotora que impulsa el molino para escurrir la caña.

El paisaje mañanero es fresco y agradable. Se ven las montañas preciosas y abajo los farallones decoran la vega cercana al río Cauca. A bordo de la carretera abundan las flores silvestres: sanjoaquines con abundantes botones rojos que esperan la salida del sol para abrir los pétalos y dejar ver sus pistilos largos y llamativos para las abejas. Otras flores en forma de cáliz con los bordes blancos y el interior morado. Matas de iraca rojas con sus vainas y semillas de textura rugosa y color verde. Me recuerdan mis años de infancia, pues esa era una flor preferida por mi mamá. Florecitas pequeñas amarillas. Un ramo de flores diminutas y blancas como zarcillos. Otra de cuatro pétalos color lila, difuminado hacia el fondo del cáliz.

G
Guaduales que protegen las quebradas.

Y en cuanto a las hojas, las hay de todas las formas y tamaños: alargadas, redondas, en forma de corazón, lisas unas, rugosas otras y algunas con venas protuberantes.  Algunos folios están perforados, síntoma inequívoco que allí hay gusanos que comieron parte de la hoja. Otras terminaciones son largas y multiformes como las de los helechos. De textura aterciopelada o lisa. Algunas son de color naranja hasta el rojo, muy bonito. Lástima que esos colores no se conserven al disecarlas entre las hojas del directorio telefónico.

Por todas partes se escucha el canto de los pájaros, a veces como trinos agudos, otras veces como un gorjeo grave. Les silbo y ellos contestan escondidos tras las ramas. De pronto identifico una alondra, que también responde mi canto. Una vez silbo yo, otra vez trina ella, hasta que de pronto alza vuelo moviendo la rama donde se posaba. Pero cerca llega otra ave esa sí más alegre, parece que se divierte meciéndose sobre la rama que cede a sus impulsos. Sube y baja, baja y sube como en un mataculín amortiguado por las hojas.

Sobre los pastos verdes cruza una garza tan blanca, tan frágil, tan estilizada y hermosa. Menea su cuerpo como lo hacen los aviones, antes de aterrizar en un potrero donde hay ganado con garrapatas, su postre favorito. Por esta región después de las cinco de la tarde, se ven muchas garzas, sobre todo volando en grupo y en forma de escuadra.

Balcón
Balcones en el centro de Filadelfia.

Cuando ya había disfrutado de todo ese paisaje de ensueño subió un jeep cargado de estudiantes que van para el colegio del pueblo y no pagan pasaje. Me subo en el estribo trasero desde donde contemplo extasiado el paisaje de montañas verdes que se pierden en el infinito. Ya salió un sol tímido que ilumina sin calentar, los montes del occidente.

-Qué pereza hoy que tenemos bloque de matemáticas y sociales –

-opina una de las estudiantes.

-Entonces a usted qué materias le gustan? – le pregunto yo

-A mí, pues educación física-.

Antes de las siete de la mañana estuve de nuevo en la plaza de Filadelfia para tomar el primer tinto del día en el Café Real. En esas pasa por la calle un motociclista con un tráiler en el que lleva cuatro cilindros de gas, al tiempo que hace sonar una campana. Son tres toques intermitentes y sostenidos que se pierden al final de la calle.

Esquina.
Una de las esquinas de la plaza.

Camino por el oriente en dirección a Neira y Manizales. Desde la Estación de Servicio Terpel disfruto de una primera panorámica del pueblo en horas matutinas.

Se aprecia muy bien Filadelfia, ahí cerca con la torre de la iglesia en primer plano. Allá abajo se aprecia el Sendero Ecológico, un bosque de guaduas muy tupido y crespo entre potreros verdes. Encima del sendero corre el cable del Cannopy que comunica esta parte de la salida para Neira con el Matadero, allá abajo al oriente del pueblo. Al empezar el Sendero hay un puente peatonal de guadua

Cerca está el brochecito donde comienza el camino para subir al cerro de Pastor Franco, una montaña pequeña pero empinada desde donde se divisa buena parte del pueblo.

Estaba indeciso de subir, dado que el piso está un poco húmedo y la suela de mis tenis es resbalosa. Pero cuando encontré una rama de bambú con la cual me hice a una tercera pierna, no dudé en continuar el ascenso. La esposa de don Pastor me mira por el postigo de la ventana que da a su pieza. Me indica por dónde es el camino y continúo la marcha entre los ladridos de los perros guardianes.

Sin embargo esta no es la manera más fácil ni el camino menos pendiente para subir al morro. Es más fácil el ascenso por donde bajé: por el camino que lleva a la vereda Morrito y que pasa por el colegio de La Aguaita. Desde el postigo que hay a un lado del camino, el morro queda a dos cuadras únicamente y el ascenso es menos empinado.

Por ahí hay un arbusto de hojas naranjadas. Cojo una de recuerdo, así como ayer traje de La Torre un chupo de bebé, de lo más tierno, con colores pasteles y cara de tigre en la punta. Lo encontré bajando al pueblo desde la antena y quiero conservarlo como souvenir de Filadelfia.

V
Vista general del pueblo.

En fin que con la seguridad que me daba el bastón de bambú, logré coronar el morro más rápido de lo que suponía. La vista desde allí es espléndida. Pocos pueblos tienen un mirador tan grato y cerca del casco urbano. Qué belleza de vista. Cómo me gusta.

Se ve el pueblo casco urbano y si se quiere las montañas del frente y los cerros traseros. Si el firmamento se abre me gustaría volver a este morro al medio día. Allí hay una imagen de la Virgen y una cruz y también una mesa de cemento con butaco cerca, como para celebrar misa. Sobre la mesa y el pedestal de la virgen grabo el nombre de Mahatma Gandhi, el líder de la No Violencia Activa para que otros conozcan o recuerden a este insigne personaje de la Humanidad.

A esta hora están llenando con cuido los comederos de las gallinas que, cantan y se alborotan en los galpones de arriba. Desciendo por el otro lado que llega al camino de La Aguaita. Justo cuando me disponía a pasar el alambrado apareció un campero que esperó a que atravesara las cuerdas con púas y en dos minutos me puso en la plaza principal de Filadelfia.

El Willys venía de llevar los estudiantes al colegio de La Aguaita en donde parece que reciben formación tecnológica. Por ahí se va también hasta Morrito y las veredas Barsinal alto y Barsinal bajo, según me cuenta el chofer. Uno de estos carros se puede abordar para subir más descansado, al morro de Pastor Franco.

M
Calle principal y al fondo: El Morro.

Por $3.500 desayuno en el Restaurante Pollo Rico. No es nada económico el menú pues de proteína solo tiene los dos huevos. El resto es puro carbohidrato en forma de arroz, arepa, chocolate y tostada. Lo que sí vale la pena es la vista del parque, el frontis de la iglesia y el morro de Pastor Franco, que se obtiene al sentarse en las mesas de la acera, sobre el marco de la plaza.

Me gusta este pueblo tan tranquilo, de plaza espaciosa y gente querida. El día continúa nublado pero menos mal ayer aproveché la tarde para divisar desde la antena.

Luego paso a conocer el interior de la Alcaldía. Son oficinas sacadas a la fuerza a un edificio moderno y de tres plantas. Estuve en el despacho del alcalde con ventana que da a la plaza y desde la cual se observa el costado oriental. Allí hay una maqueta de lo que será el Palacio Municipal de Filadelfia que se construirá en la esquina de la calle 6 con carrera 6, contiguo al Hotel Las Mellys.

He escuchado decir que Caldas es un departamento donde la politiquería no ha dejado progresar la región. Eso recordaba ayer cuando veía cuadradas en la plaza de Filadelfia, cuatro volquetas oficiales que seguramente generan puestos de trabajo para pagar favores políticos. En otras partes esas labores de obras públicas se adjudican por contrato a empresas de ousurcing. Así la gestión puede ser más eficiente  y hace rendir los presupuestos. Aunque ahora veo en un periódico de la Gobernación, cómo se han formado grupos de veedores para cada uno de los tramos de vías que están interviniendo en el departamento.

MP
Marco de la plaza, por la mañana.

Son las diez de la mañana, saldré hacia Neira al medio día. En el parque converso con un habitante de Filadelfia. Me cuenta que el árbol que me llama la atención en el parque es un Palo Santo, nombrado así  porque en el corazón tiene una cruz grabada.  No se si sea cierto eso, pero lo que sí está comprobado es la belleza de los pompones rojos que, a manera de flores produce este árbol, para delicia de los colibríes.

Otro lugareño cuenta que Aranzazu queda a solo cuarenta minutos de Filadelfia y es un pueblo bonito,  máxime ahora cuando acaban de remodelar el parque principal. Por los amigos del parque me entero además que de Filadelfia a Neira hay una hora de camino por carretera pavimentada aunque en regulares condiciones.

M
Bello paisaje de Montañas.

A 7 kilómetros de acá está Varsovia, el sitio donde en una Y se reparte la vía: para Aranzazu o para Neira y Manizales. Mi amigo comenta además que, hay transporte directo todos los días, de  Medellín a Aranzazu y viceversa. Lo presta la empresa AutoLegal y sale de Medellín diario a la 1:30 de la tarde.

Orlando opina que estos pueblos de Caldas están acabados porque la gente reemplazó el café por caña y ganadería. A raíz de los bajos precios del grano en los años anteriores, los campesinos cambiaron sus cultivos y se perdieron los buenos precios ahora, cuando el café en Nueva York está arriba de 1.60 de dólar la libra y la carga la paga la Federación casi a millón de pesos.

Por último, mi interlocutor dice que el nombre Filadelfia significa ‘amor de los hermanos’.

Fecha de la visita: Miércoles 17 de junio de 2009.

Germán Vallejo

En este Blog publico relatos de mis viajes por Colombia y Antioquia. Desde el 2004 he realizado viajes, casi siempre solo, con pocos recursos y en transporte público. Estoy convencido que en un día soleado todo se ve más bonito, por lo que prefiero viajarenverano. Bienvenidos.

1 comentario en «Filadelfia (Caldas)»

  • el 16 julio, 2019 a las 1:49 pm
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    Hola hacia mucho tiempo necesitaba esta informacion 🙁 al fin voy a poder terminar el trabajo del semestre muchas gracias T.T

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