El Piñón (Magdalena).

Domingo 7 de febrero de 2016

Estando en Salamina (Magdalena), tuve la suerte que llegó un chivero Renault 9 que iba para El Piñón con un asiento libre.

En el auto va una pareja con la señora ‘recién parida’ y Josuaf, el pequeño de un día de nacido. Cinco mil pesos pagué por el pasaje.

La carretera de Salamina hasta El Piñón, transcurre al lado del río y del terraplén que construyeron después del invierno del 2011 cuando el río Magdalena inundó muchos de estos pueblos.

El piñón es un árbol que abunda en la zona y por el cual este municipio del Magdalena tomó ese nombre. La mayoría de los habitantes de El Piñón, once mil,  viven en el campo y solo seis mil residen en el centro urbano.

Magueth del Amparo Montero Meriño será la alcaldesa hasta el 2019. Una tarea para la burgomaestre será pavimentar tantas calles del casco urbano, que todavía tienen el piso en tierra. Generalmente las mujeres administran mejor los recursos públicos. Menos mal en muchas vías abundan los árboles sombríos.

La administración municipal, con sede de dos pisos ocupa un costado de la plaza. Al frente está la cancha mixta a manera de parque, y en un costado de la iglesia hay otro espacio público con la imagen de la Virgen Inmaculada en el centro.

Ahí cerca está la Casa de la Cultura Salvador Villa Carbonel.

Este pueblo basa su economía en la ganadería de doble propósito, la pesca y la agricultura. Recientemente ha tomado fuerza el cultivo de la palma de aceite. Y sí, por ahí vi plantaciones todavía en crecimiento.

El patrono de la iglesia de El Piñón es San Pedro Mártir de Verona, quien fue asesinado por sus enemigos de dos hachazos en la cabeza. Uy, ¡qué horror!

La imagen del santo herido se ve en la puerta lateral del templo, tallada en la madera. Cada 29 de abril se celebra en El Piñón la fiesta de San Pedro Mártir.

Aquí también se gozan fiestas carnavalescas, que por estos días están en todo su furor en Barranquilla. Pero en El Piñón lo que más se ve son, reuniones y cenas familiares, en las que no falta la música a buen volumen y algunas botellas de ron.

Bueno, ya es suficiente con lo que conocí de este pueblo ribereño. Salí al Puerto, en donde solo había otro pasajero esperando que se completaran los siete viajeros para poder arrancar.

Por ser domingo, tendríamos que aguardar mucho rato. Entonces cada uno aportó diez mil pesos y nos embarcamos.

Es preferible pagar siete mil pesos más por encima de lo que normalmente cuesta el transbordo, que quedarnos

ahí estacionados por mucho tiempo.

Me encantó este bote, hecho tan artesanalmente, de tablas unidas con brea y soportes internos en ele.

Pasamos al otro lado del río Magdalena que está muy tranquilo esta vez, y desembarqué directo a coger el

bus azul y rojo que me esperaba para Suan y Campo de la Cruz.

Antes de llegar al pavimento construyeron una especie de muelle por el que pueden caminar los pasajeros sin mojarse, cuando el terreno está inundado.

Y el punto al cual se llega en la carretera troncal lo llaman ‘Peligro’, supongo porque ahí no más hay una curva muy cerrada en la vía que viene de Calamar hacia Barranquilla.