El día que conocí el proceso de la Palma en los LLanos.
Jueves 12 de noviembre de 2015
En San Juan de Arama inicié el periplo por los pueblos del Meta, al sur de Villavicencio. Estoy ubicado en Granada, un pueblo grande y cruce de caminos de varias rutas.
Desde Granada me desplazaré por el norte a San Martín, Guamal y Acacías, por el sur occidente a Lejanías, Vistahermosa y San Juan de Arama y por sur oriente hasta Fuente de Oro, Puerto Lleras e incluso San José del Guaviare, una capital de departamento que no conozco.
El pasaje en taxi colectivo de Granada a San Juan cuesta $6.000, para una hora de recorrido. La carretera está completamente pavimentada y hay pocas curvas. Claro, estamos en los Llanos Orientales, un territorio de pocas elevaciones y donde predominan los hatos ganaderos.
Pero también hay muchos cultivos. Aquí se cosecha todo lo que siembra: yuca, maíz, maracuyá, granadilla, plátano y sobre todo: palma de aceite. Empecemos por ahí.
Cuando esperaba bus para regresar de San Juan a Granada, le puse la mano a una volqueta doble troque y el conductor muy amable me abrió la puerta de la cabina, ubicada a casi tres metros del piso.
Qué sensación tan agradable me esperaba dentro, donde el aire acondicionado lo salva a uno del calor intenso de este medio día. Es una maravilla observar el paisaje desde el puesto de co-piloto de este camión International modelo 2014.
Mi amigo lleva diez toneladas de fruto de palma africana para La Rivera, una factoría en medio de la planicie, en donde se inicia el proceso para extraer el aceite vegetal.
En esa planta se separa el fruto de los gajos que los sostienen y luego mediante centrifugado, se aparta la pulpa de la almendra que guarda en el interior. Después esa carnosidad se exprime para que libere el aceite, que luego se envía a una refinería en donde finalmente se purifica el óleo y se empaca para diferentes usos.
En Asia hay plantas de aceite hasta con cien años de antigüedad. Acá se ven matas hasta con 30 años, que han alcanzado tal altura que dificulta la cosecha. Las macetas con frutos llegan a pesar hasta 200 kilos o más.
Ya en la planta, las volquetas pasan por la báscula, vacían las macetas a una tolva donde comienza el proceso y regresan al pesaje para determinar la cantidad de fruto entregado.
Al salir de la fábrica, invité a mi amigo a tomar agua mineral en el Alto de La Bodega, una pequeña elevación desde la cual se contempla la inmensidad de la planicie. Le agradecí al conductor su amabilidad y le deseé toda la suerte del mundo. El hombre regresó a San Juan por otro cargamento de macetas de palma.
Yo me detuve a observar el llano que se pierde en el horizonte. Acá cerca distingo cultivos de maíz y plátano y varios pastizales donde se alimentan las reses. A esta hora una avioneta de fumigación hace sobre-vuelos por encima de un cultivo de plátano.
Son hermosas estas planicies, tan verdes y sobre todo es admirable la fertilidad del suelo. Las plantas de yuca que se ven cerca a la carretera tienen un verdor como en ninguna otra parte se observa.
Ay mi llanura…
Excelente reseña.