El Cairo (Valle del Cauca).
Miércoles 3 de junio de 2015
Estando en Cartago, al norte del Valle del Cauca, tomé una moto-ratona para llegar al sitio donde se cogen los carros para ir a El Cairo. El pasaje hasta ese municipio cuesta $10.000, únicamente, para dos horas y media de recorrido, por carretera pavimentada.
Esta vez me tocó viajar en un carro tipo escalera. No siempre viajan estos vehículos viejos, a veces son busetas corrientes, las que despacha la empresa Transportes Argelia y El Cairo. Viajaré en una Ford modelo 1.965, con carrocería de madera. Menos mal me ubiqué en la primera banca, al lado del conductor y con todo el panorama a disposición.
Como faltaba media ahora para las ocho de la mañana, aproveché para desayunar con huevos en cacerola, duros y de borde quemadito, como le gustaban a Lucila; por $1.500, solamente, y para comer con cuchara, como se acostumbra en las casas campesinas. ‘Al pueblo que fueres, haz lo que vieres’. Estando de viaje, toca ser flexible en los gustos.
A las ocho de la mañana salimos. Yo voy feliz. La que no va muy contenta, es la ternerita que, metida en un costal de polietileno, amarraron en la parte de atrás de la escalera. Irá con buena vista y suficiente aire, pero seguramente llegará encalambrada, luego de estar más de dos horas en la misma posición.
Saliendo de Cartago la carretera se ve hermosa: árboles frondosos y de muchos años, dan sombra a la vía, que sale por los lados del aeropuerto de Santa Ana. Allí como que solo llegan vuelos charter y una ruta que sale muy temprano para Bogotá, y regresa por la tarde.
Al pasar por Ansermanuevo, el carro se detuvo frente a la venta de frutas de un lugareño. Parece algo intencional, pues luego el comerciante le obsequió al conductor, una piña oro miel. Y fuera de las frutas que vendió a algunos pasajeros, el hombre nos recomendó ‘mamoncillos bota fruta’, de los que están en cosecha por estos días.
‘Para los que tienen azúcar, no es si no que se tomen el jugo de veintiuno de estos mamoncillos en un vaso, y santo remedio. Eso sí, tienen que ser veintiuna pepas’, – anunciaba entusiasta el vendedor.
Luego de transitar por entre cañadulzales, en lotes de diferentes edades, llegamos a La Cabaña, una vereda bien poblada.
De ahí en adelante comienza el ascenso hasta el alto de La Carbonera. Pero a mitad de la subida, están las partidas para Argelia, en el sitio conocido como ‘La Marina’ y, un poco antes, el restaurante La Rivera, en donde paramos a desayunar.
Lo que más me gustó de este comedero fue el chocolate, de sabor auténtico y poco dulce. Y también me encantó ver esas ollas brillantes, el fogón de leña encendido y los loceros de pared, soportando platos, pocillos y tazas.
Que belleza de paisajes: la naturaleza nos sorprende a cada momento con diseños encantadores, y en estas zonas cafeteras todo se mantiene bien cuidado. Una casa roja acá; otra color azul allá arriba; un guadual que resguarda la quebrada, en lo profundo del desfiladero; una escuelita a bordo de carretera y el jardín florido que no falta en las casas campesinas.
Apenas pasamos el Alto de La Carbonera, se divisó El Cairo a lo lejos. Falta bajar a un puente, subir un poco para luego descender por fin hasta nuestro destino.
Desde cuando entramos a la plaza principal de El Cairo, este pueblo me sorprendió. Nadie me había hablado de lo hermoso que es y, ayer me faltó tiempo para consultar algunas imágenes por Internet.
Así que la admiración fue mayor, apenas comencé a ver esas casas tan bien conservadas, de colores vivos y con el estilo de la arquitectura de la colonización antioqueña. Porque al igual que Argelia y otros pueblos cafeteros del norte del Valle del Cauca, El Cairo fue colonizado por aventureros paisas, que vinieron en busca de oro y nuevas oportunidades.
Todo el marco de la plaza principal cairense, está compuesto por casas de dos plantas, con puertas y aleros en madera, pintados de colores vivos y contrastantes. Y como los tonos no son demasiado fuertes, forman una preciosa acuarela, de tonalidades variadas. Pocos pueblos conservan tan bien su arquitectura típica.
El único lunar se ve en el edificio de la Alcaldía al cual, ¡qué falla! le colocaron cubierta en Eternit. De resto, gran parte del pueblo se conserva auténtico, o al menos con el metal camuflado con pintura de colores.
El aislamiento en que ha vivido esta comarca, favoreció su conservación, la que ahora se explota para el turismo.
Un joven que tiene empresa de café mejorado, me invitó a conocer las obras de ebanistería que elabora don Rodrigo, el mejor artesano del pueblo. El hombre fabrica nichos, puertas, escaparates y cuanto mueble en madera le encargan.
Son las once de la mañana, antes que el sol se cambie de lado, contraté por $5.000 a Héctor Fabio, un moto-taxista, para que me suba hasta la casa de José de Jesús López, la misma que se observa sobre el oriente, en un alto cerca de los tanques del acueducto.
Mi conductor habla maravillas de su moto que, ‘aunque la tengo esqueletiadita’, es decir, sin guardabarros ni accesorios suntuosos, logró subirnos hasta el alto, con la mejor vista sobre el pueblo.
No, qué paisaje, cómo se aprecia de completo todo el casco urbano cariota. Las araucarias que le ganan en altura a la torre de la iglesia; el colegio de este lado; la cubierta del coliseo, en la parte de arriba; los techos de las casas, en su mayoría con teja de barro cocido; los alrededores tan verdes del pueblo…, no, mejor dicho, este paisaje es de ensueño, nunca esperé encontrar una vista tan placentera sobre El Cairo.
De nuevo en las calles cariotas, no me canso de admirar y fotografiar, esa mampostería en madera que tienen casi todas las casas, no solo las del marco de la plaza. Se combinan muy bien los colores: azul claro, naranja y amarillo; rojo con verde; azul fuerte con celeste y blanco; café con crema o azul, naranja y amarillo, en un combinado que aquí luce bien.
Casi todas las residencias tienen el alero forrado en madera y pintado con los mismos tonos de las puertas y ventanas. En algunas escuadras las esquinas son ochavadas. Este pueblo me recuerda a Caramanta, en Antioquia, donde gracias al aislamiento, la arquitectura se conserva sin modificaciones, desde antes de los años 50.
La mayoría de las calles tienen fachadas para admirar y, como casi no hay autos, el panorama es muy auténtico y agradable. No falta el gato perezoso asomado en la ventana alta; el perro que se calienta en medio del pavimento; o el campesino que lleva su bestia tirada con lazo y el perro en la retaguardia.
En un día de mitad de semana todo es tranquilidad, el sol no está fuerte, y solo algunos ancianos se ven en el parque.
Ya por la tarde, entro a la iglesia que tiene un interior muy sencillo, y un crucifijo gigante en el centro del altar.
A esta hora del medio día, salen alegres los estudiantes. Unos, muy jocosos, me piden que los fotografíe, en tanto que los que viven en las veredas, abordan el transporte para sus casas. El rigor de las normas que se exigen en las ciudades, aquí se pasan por alto para los camperos de transporte veredal.
En seguida subo hasta el Alto de la Cruz, cerca al matadero, en donde la vista también es panorámica.
El mejor ángulo se obtiene entrando por el lote frente a la casa de la carrera quinta, marcada con el número 0-70. Desde este punto también se divisa muy bien el pueblo, y hay casas con jardines precisos, tan coloridos como los frentes de las viviendas.
Por último, entro a la alcaldía, en donde saludo en su despacho, al alcalde Daniel Gómez. El Cairo tiene diez mil habitantes de los cuales, en el casco urbano habitan solo tres mil. Los siete mil restantes, son campesinos.
El transporte de las 2:30 si fue una buseta moderna. A pocos kilómetros de salir de El Cairo, pasamos por el corregimiento de Albán, que también tiene fachadas bonitas y una capilla vistosa.
Regresé a Cartago disfrutando del paisaje cafetero. Los nogales que marcan el límite contra el precipicio, son únicos; como también los bejucos y ramas que cuelgan de algunos árboles y por poco rompen el parabrisas del bus.
Es tal la espesura de la floresta, que con frecuencia invade el pavimento, como queriendo dominarlo.
Menos mal por acá hay pocos pastizales, y en cambio mucho café, a la sombra de matas de plátano. No faltan los guaduales, y el bosque aún no tocado por la mano del hombre.
A las cinco de la tarde ingreso a Cartago, muy satisfecho de la visita a El Cairo, quizá el pueblo más autóctono y bello, de la zona cafetera valluna.
Ya puedes hacer un libro
Suficiente material
Cuál es la temperatura del Cairo valle
23 grados, aproximadamente. Zona cafetera. Saludos.
Con muchas ganas de ir a visitar el Cairo
Vale la pena ir, prográmese para el puente de San José. Saludos.
Buenas tardes parsero..me puedes decir de aca de itagui si tengo que ir hasta Cartago para ir al cairo o hay otra via?
La más lógica, espedita y única, creo, es Cartago, Ansermanuevo El Cairo. Saludos.
buenas tardes y si uno va de cali y se desvia antes de llegar a cartago por la victoria y de ahi ansemanuevo se puede o es mas lejos?
Si se quiere llegar más rá´pido es mejor llegar a Cartago y allí tomar la ruta para Ansermanuevo. Saludos.
Buenos dias!!
me gustaría visitar El Cairo Valle, y me parece muy interesante los datos que das del joven del cafe mejorado y del artesano Don rodrigo , me gustaria visitarlos y hacerles unas entrevistas , tienes los datos??
Gracias…
No tengo los datos de esos personajes, pero en un pueblo tan pequeño todo el mundo debe conocerlos. Saludos.
Buenos días, planeo ir a El Cairo de casualidad conoce los horarios de los buses desde Cartago hasta El Cairo? Muchas gracias
No los conozco, de pronto Google le puede ayudar, saludos.