Ebéjico (Antioquia).
Viernes 12 de octubre de 2007:
Hoy quiero conocer Ebéjico, un municipio del occidente antioqueño, que aún no he visitado.
Salí del Terminal del Norte por el Túnel de Occidente, en un bus viejo, alto y fogoso, llamado ‘El Rey de Reyes’ ¡Uhmn, ugmn!
El día pinta muy bien, poco a poco fue abriendo el firmamento hasta el medio día, cuando hizo sol y todo se veía bastante iluminado.
Hasta el Metro Cable el viaje fue muy entretenido, escuchando y admirando la demostración que hacía un vendedor muy hábil y agradable.
El joven se ganó unos buenos pesos, vendiendo a muchos de los pasajeros el exprimidor de limón y naranja que, es como un tubo para introducir en el centro de la fruta. Hacía la demostración con mucha gracia vaciando el jugo del limón a una copa alta y transparente. Más convincente no podía ser.
Más abajo del túnel Fernando Gómez Martínez, está Panguano, el sitio donde dejamos la vía que va para Urabá, y comienza la carretera destapada, con muchos precipicios que, de verdad lo asustan a uno porque son huecos muy profundos, a donde podríamos caer si el conductor se descuida. Menos mal vamos con un chofer que maneja más despacio que rápido, y cuando no se tiene afán es una ventaja contemplar el paisaje con detenimiento.
Llegamos al Alto y empezó el descenso y la carretera pavimentada. Unos metros adelante está Gramala un caserío con iglesia, parquecito y placa polideportiva. A este caserío también se le llama El Brasil, según me dijo uno de los pasajeros.
Tan pronto se desciende a la quebrada Juan Ramos, ya está uno en las goteras del pueblo. Se pasa por La última Copa y el Colegio San José, el Coliseo, más adelante la Casa de la Cultura, la sede de la Federación de Cafeteros y por fin el parque principal.
A las 10:45 estuvimos en el parque de Ebéjico. Mi bus continuó hacia Sevilla, un corregimiento ebejicano bastante grande. En otra oportunidad, quiero dar la vuelta por el occidente del departamento: de Ebéjico a Sevilla, de ahí a Heliconia, San Antonio de Prado y regresar a Medellín por Itagüí.
Lo primero que me llama la atención es la propaganda política de algunos candidatos con nombres poco comunes. Los avisos de Wither, el más opcionado a la alcaldía, tienen una foto panorámica de Ebéjico, tomada justo desde la carretera arriba, por donde acabo de transitar. Por otra parte Foción es un aspirante al Concejo Municipal. Ahora me acuerdo de Dioselio, el aspirante a la alcaldía que conocí en Sonsón.
En Central Park, la heladería de una de las esquinas de la plaza principal, me tomo un delicioso jugo de naranja con kola granulada y miel, por solo mil pesos. Entonces quedo preparado para caminar todo el pueblo. Ebéjico no es feo y más bien plano. Su encanto principal son las montañas que por todos los costados adornan el casco urbano.
El sol de la mañana dá detrás de la iglesia y el poniente por delante. Me informan que el sitio ideal para observar todo el pueblo es ‘el palito de mango de Gildardo’, justo al occidente. Espero ir allá más tarde en moto taxi.
Rafael Arredondo Villada fue un pro hombre de Ebéjico quien donó la propiedad en donde hoy funciona la Casa de la Cultura. Es una casa antigua de patio central, como tantas otras que hay en este municipio. Algunas de ellas lucen bifloras, helechos, anturios, violetas y novios, y en otra fotografié el patio solariego donde se secaba la ropa de la semana.
Víctor y sus amigas me contaron historias de don José María Sierra, el famoso Pepe Sierra de la calle 116 en Bogotá. Según dicen, don Pepe era una persona ignorante pero con una gran habilidad para conseguir plata, tanto que durante muchos años fue proveedor de dinero para el Estado colombiano.
No obstante, la ortografía de don José María, claro, era incipiente, tanto que alguna vez le reprocharon el que hubiera escrito ‘acienda’ sin hache y él en tono desafiante respondió:
‘Pues será bueno saber cuántas haciendas con hache tiene usted,
porque ahí donde me ven, yo tengo muchas sin hache’.
Don Pepe Sierra tuvo en Medellín una casa grande en el lote en donde hoy está Comfama San Ignacio. Pero también vivió en Ebéjico en donde se destacó además por su afición a la riña de gallos. Don Pepe le donó al municipio los terrenos para el Asilo, la Normal y la iglesia parroquial.
Así que de la Casa de la Cultura salí para la Normal, ahora desocupada; una edificación de tres pisos y casi una manzana de extensión. En lo que antes era una capilla ahora hay un auditorio y en una parte del segundo piso, funciona un taller de confección con siete operarias y sendas máquinas.
Subí hasta la terraza en el cuarto piso de lo que antes fue la Normal. La vista desde esa atalaya es increíble, pues se ven muy bonitas todas las montañas que rodean el municipio; la vereda el Socorro, allá en lo alto por donde se viene de Medellín; la marranera, al occidente y claro, ‘el manguito de Gildardo’ al cual quiero subir en la tarde.
Admiro además, quebradas con bosques sombríos; la carretera que continúa para Sevilla; tejados viejos, mohosos y cansados pero de hermoso acabado; cercos de swinglia, guaduales, algunos cafetales y uno que otro camino veredal.
Hacia el occidente y cerca de la Normal está la Plaza de Mercado, muy suficiente y oportuna para que la plaza principal esté ya, libre de toldos y ventorrillos. Luego caminé hacia el suroccidente, hasta el cementerio en donde ahora construyen una capilla con una cruz inmensa semejante a la que tiene la iglesia de San Marcos, en Envigado.
Más adelante está el Hospital San Rafael, en una edificación reciente y bonita, en medio de algunas montañas y mucho verde, en un ambiente bastante agradable aún para quienes estén enfermos.
El Restaurante Claro de Luna está recién abierto, sobre el costado oeste de la plaza principal. Por $ 5.000 almorcé allí bandeja con carne sudada y adobada con un encurtido dulce, delicioso.
Luego pedí permiso para entrar a lo que antes fue la casa cural, sobre la calle 20 No. 19-06. Es una casa verde preciosa con dos patios en los cuales florecen bifloras sembradas en materas de barro. La casa cural actual, claro está, es la casa más grande y mejor ubicada del pueblo, con cantidad de matas muy bellas, en el corredor del segundo piso.
La iglesia es bonita. Solo que tiene al fondo de la nave central, un altar pequeño y desproporcionado para la edificación. De estilo romano, el templo tiene arcos de medio punto y capiteles con arabescos dorados. El atrio es inmenso, cercado y extendido hacia ambos lados, en uno de los cuales se encuentra el Restaurante Magnolia. En la parte de afuera, la iglesia tiene como un segundo frontis atrás, lo cual es una rareza.
El parque principal de Ebéjico es pequeño, pero bien tenido y con una fuente de piedras rústicas en la mitad y dos tulipanes africanos muy florecidos, que alegran el paisaje central.
Melquisedec es un hombre joven con un pié inhábil, pero excelente conductor de moto. Con él fui al ‘manguito de Gildardo’. La subida hasta allá fue difícil, porque el terreno, sin relleno de piedras estaba bastante húmedo y bien liso. En varios momentos temí una caída o que por lo menos el vehículo no subiera hasta el mirador. Pero ya en el manguito se tiene una vista privilegiada sobre todo el poblado. Y es que la iglesia se ve ahí cerca, inminente y muy bien iluminada por un sol picante de invierno.
Desde el mirador Melquisedec me muestra dónde queda el Coliseo, a la entrada al pueblo, los tanques del acueducto al oriente y lo más hermoso: la vereda el Socorro, allá en lo alto de una meseta, en donde se ven varias fincas de recreo y casas lujosas.
Regreso en moto a la plaza, le cancelo a mi guía los cinco mil pesos del transporte y, en la Heladería Parque Principal escribo estas líneas escuchando música vieja, mientras saboreo un café riquísimo. Apenas termino disfruto de un cono de una bola, a manera de postre.
Definitivamente el comer es uno de los mejores placeres de la vida. Unido a viajar, caminar, hablar con la gente, estar con los amigos y tantas cosas encantadoras que disfruto en este paseo.
En el centro de Ebéjico hay una casa con terraza alta, desde donde tomé fotos de la iglesia. Me pasó lo mismo que en Támesis: estando abajo le hice señas con la cámara a la persona que se asomó al balcón para que me permitiera subir y ella, muy querida me hizo entrar. Definitivamente la gente de los pueblos es muy acogedora y uno como turista tiene ventajas que hay que aprovechar.
Ahora se están formando densos nubarrones sobre el oriente. Así que como ya conocí y anduve la mayor parte del pueblo, lo mejor es adelantar para las tres de la tarde el regreso hasta Panguano, para continuar desde ahí hacia Santafé de Antioquia.
La vegetación se ve muy fresca, en estos días de tanta humedad. El sol ilumina ahora un cerro pequeño mientras que las nubes tapan el resto de las montañas. Es un paisaje sobrecogedor, tan natural y verde. En Blanquizal se puede mirar para ambos lados de la cuchilla en una vista de casi 360º.
La mitad del camino hasta Medellín, es Gramala y hasta allí llega la carretera pavimentada. Sigue el camino, dibujando sobre las montañas una enorme ‘U’ de diez kilómetros de longitud y cuya curva inferior está marcada por el puente sobre la quebrada La Sucia, para ascender luego hasta la carretera troncal que viene del túnel. En donde comienza a dibujarse la ‘U’, ambas carreteras quedan muy cerca, sin embargo dar la vuelta hasta La Sucia, demora como un cuarto de hora.
Gramala es un corregimiento que está en el boquerón donde termina la subida y comienza el descenso hasta la quebrada la Sucia. Al llegar a este sitio, el bus se llenó como con 25 estudiantes del Instituto Rural Boyacá, de El Brasil. Pagan solo $ 200 y por grupos pequeños se bajan en distintos puntos de la carretera hasta la Sucia.
Entonces la buseta que, hasta Gramala venía cargada solo con personas adultas, se volvió alegre y bulliciosa con la llegada de los jóvenes y sus particulares comentarios:
‘Alexis me cae gordo’.
‘Jenniefer, no se le olvide traer mañana la cartulina’.
‘Respondiste la última pregunta del quist?’.
A partir del alto la carretera vuelve a ser destapada pues solo han pavimentado de Ebéjico a Gramala. Como queda dicho, el bus baja hasta la quebrada La Sucia, con vista ya sobre la muy moderna vía que viene del Túnel y luego se asciende hasta la vía para Urabá, en el sitio llamado Panguano. Allí me bajé después de agradecer al conductor y al ayudante su generosidad, e inmediatamente cogí un taxi colectivo que bajaba para SFA.
Gracias por compartir tus experiencias! Cuánto dura el viaje desde Medellín a Sevilla? Gracias!
De Medellín a Sevilla, unas dos horas y media. Saludos.