Diario de un viajero en cuarentena.
Los amigos me preguntan por estos días de confinamiento: Y ¿te ha dado muy duro estar encerrado sin viajar? No esperan mi respuesta: ¡Para nada!
Y es que ni yo mismo lo creo. Solo los dos primeros días sí me angustió la idea de no hacer los viajes que tenía en mente: a pueblos del Tolima, despacio, hablando con la gente y disfrutando al máximo de todo. Ya había comenzado a planear el recorrido mirando videos y mapas.
En adelante, me he sentido muy bien en casa. No quiero enfermarme ni contagiar a otros, si me ataca el virus no será por descuido mío.
Capacidad de Adaptación.
Ahora entiendo lo que me ha sucedido: una de las ventajas de ser mochilero es que uno aprende a adaptarse a cualquier circunstancia, adversa o favorable.
Ante situaciones inesperadas: un transporte que no aparece, la pérdida de documentos, una sorpresiva invitación a almorzar, no encontrar alojamiento; ante estos imprevistos, el viajero tiene que considerar varias alternativas y tomar decisiones.
De tanto enfrentar dificultades el mochilero termina siendo optimista y pro-activo.
Eso fue lo que me ocurrió al empezar el confinamiento: entendí que la cosa iba para largo y que entonces había que cambiar de vida y tomar otro camino.
Si hasta el 13 de abril habrá que estar en casa, ¿para qué me puede servir el encierro?
Entre otras opciones, me decidí por éstas: voy a ordenar mi apartamento; mejoraré mis hábitos alimenticios y las publicaciones que haré en el futuro deberán tener mejor estilo e investigación previa.
Y eso he hecho, van ya como 13 días en los que he disfrutado del nuevo estado.
A mis 70 años tengo claro que: ‘Viejo es el que considera que su tarea está cumplida, el que se levanta sin metas y se acuesta sin esperanzas’.
1 – Orden en casa
Aunque vivo solo y sé que nadie vendrá a verme, todos los días tiendo la cama: para mí.
Me cuesta muchísimo ordenar un closet, la cocina, la ‘pieza del diablo’. Pero lo he hecho bien, cada día organizo un punto del apartamento. Para un joven arreglar un gabinete de la cocina lleva dos horas, a mi el doble. Con los años uno se vuelve lento y un tanto torpe.
Al final, cuando he sacado cosas para botar y todo ha quedado en su punto, la satisfacción es enorme.
Por la noche, antes de dormir, acaricio y le doy vueltas a ese saborcito dulce del objetivo alcanzado.
2 – Alimentación saludable.
Soy mecatero como ninguno, me encanta probar todo lo que encuentro en cada destino, una lata recién salida del horno con roscones de guayaba crujientes y una capa de azúcar sobre la piel, constituyen una tentación inaplazable.
Así que estoy mermando harinas y dulces. Fuera del horario impuesto, solo como algo de fruta o tomo un vaso con agua.
Cambio la apertura de la nevera por la inspección a uno de los gabinetes que ya he arreglado y al verlo tan limpio me lleno de orgullo.
Y me he vuelto aficionado al aguacate. Casi que se ha vuelto la base de mi alimentación. Qué privilegio para quienes vivimos en el trópico disponer de tantas frutas tan ricas y alimenticias.
La fruta de cada aguacate la siembro con fervor como un gracias a la vida, un homenaje a la naturaleza, que tantas enseñanzas nos da por estos días.
3 – Nuevas publicaciones
No he vuelto a viajar en el asiento de un bus con motor y llantas, pero sí volando en las alas de la imaginación y con el apoyo de algún motor de búsqueda en Internet.
Además, cuando preparo una próxima publicación, leer el relato y ver de nuevo las fotos, es tanto como revivir momentos maravillosos y ver estampas que detienen el dedo índice sobre el mouse.
A los jóvenes viajeros que encuentro en la ruta les aconsejo: no se limiten a tomar selfies, escriban un pequeño diario de sus viajes, cuando tengan mi edad podrán recordar con detalles esas espectaculares vivencias. Las fotos solas no son suficientes.
Mi primer viaje fuera de Colombia fue en 1.973 a Machu Picchu en auto-stop. Todavía lo recuerdo y disfruto cantidades, leyendo el diario y viendo las fotos de esa increíble aventura.
Así que para disfrutar de estos días en casa, no se necesitan grandes cosas: basta tener un objetivo para cada día o, como dice Pepe Mujica: ‘Mientras tengas una causa para vivir, no tenés tiempo para estar amargado’.
Hacer cosas simples que fortalezcan mi auto-estima y animen el espíritu: darme una ducha, escuchar una canción, llamar a un amigo, mirar el firmamento, leer algo placentero, ver fotos viejas, limpiar algo de la casa, jugar cartas, preparar un plato especial, mirar un video chistoso, hablar ‘en serio’ con un familiar…
De todas maneras, al sentarme a comer no dejo de pensar en tantas personas que aguantan hambre por estos días. Y en las que viven hacinadas en una casa mucho más pequeña que mi apartamento. Ojalá esta contingencia no dure tanto como se pronostica y mejore nuestra sociedad.
Jueves 2 de abril de 2020.
Toda la razón, señor German, en estos días es bueno mantener la calma. En su caso, creería que el tanto viajar no la ha creado ese sentimiento de nunca salir porque ya ha conocido muchos lugares y recorrido mucho.
Con lo de acostumbrarse a las contingencia, tiene mucha razón. En una ocasión fui con mi madre a realizar un examen de admisión en la Universidad de Cartagena (por 2017 y tenía 17) y recuerdo que no apartamos un hotel previamente y cuando llegamos a ese centro histórico casi nos quedamos sin lugar donde dormir esa noche; por poco y dormimos en la playa. Gracias a Dios encontramos un hotel a buen precio en pleno centro histórico, eso sí, la habitación no era muy cómoda y hasta una pareja logró abrirnos la puerta. Ya ni modo, nos quedamos ahí porque no teníamos donde mas.
En una segunda ocasión que viajé con mi madre a presentarme en otra universidad en Cartagena, pues no había pasado en la pública por muchas razones, el problema lo tuvimos al momento de devolvernos a Montería, pues estabamos en el centro histórico y yo presentaba un examen en una privada y salí super tarde. Ese día, por nuestra mala suerte, se celebraban muchos grados de colegios y se formaron muchos trancones en la única vía principal de Cartagena–que ciudad de mal hecha en partes–. Había salido del examen a las 6 pm (lo recuerdo mu bien) y ahí estuvimos hasta las 10 pm sin un taxi que nos llevara a esa terminal de Cartagena que queda al final de esa ciudad; demasiado lejos. Por suerte, otra madre y su hija viajaban a otro municipio de Bolivar (Arjona) y entre los cuatro conseguimos un taxi que nos dejara en la lejana terminal. Ahora, hubo un problema, y es que ese taxista era muy grosero y hasta contaba que anteriormente realizaban »limpiezas» en Cartagena donde mataban gente que ellos consideraban »desechos». Fue muy turbio y nosotros nos hacíamos los interesados por si las moscas. Resumiendo, llegamos a Montería a las 3 am.
Por cierto, que genial que siendo tan joven haya viajado por Machu Pichu y haber conservado su diario y fotos.