Diálogo con Campesino.
Martes 2 de junio de 2015
En los viajes, no hay como el diálogo con un campesino experimentado y buen conversador. Hace poco, viajando de Medellín a Cartago, en buseta de Flota Occidental, conocí a un labriego veterano, que me enseñó muchas cosas.
Adelante de Anserma se sentó a mi lado Jorge Orozco Valencia, un setentón fornido y colorado, a pesar de sus años. Se ve que el hombre ha trabajado duro toda su vida, y resultó ser bastante locuaz. Yo me dediqué a hacerle preguntas para aprender de su experiencia, de aldeano y caficultor.
Todo comenzó cuando se subió al bus el vendedor de arepas de mazorca, que inundó la cabina con ese olor tan rico del chócolo recién asado. Pero los demás pasajeros nos quedamos con la boca hecha agua, ya que Jorge pagó por las diez unidades que traía el vendedor.
- Mi familia es enratonada por comer de estas arepas – explicó mi amigo.
- Usted ¿tiene finquita por aquí? – me preguntó el hombre, como para iniciar una conversación.
Luego don Jorge me describió sus destrezas y no ahorró palabras para ‘venderse’ como trabajador curtido:
- Yo he sido caficultor toda la vida. Pero ahora el café no vale nada. Anterior el café lo pagaban muy bien, pero ahora, qué va. Yo he trabajado en muchas fincas. Vea, por acá, todo esto que ve usted, lo llaman ‘La Pecadora’, y en todas estas tierras yo he trabajado de alquilao. Gracias a Dios ahora tengo una pensioncita y ya no tengo que matarme tanto’-.
Para que vea, pensaba yo, nunca se me hubiera ocurrido que este campesino disfrutara también de su jubilación. Es raro encontrar personas retiradas, en los campos colombianos. Generalmente los patronos no cotizan para pensión por los trabajadores de sus fincas. Y continuó hablando mi amigo:
- Yo sé levantar almácigos de café, soy muy baquiano para hacer colinos, cercar, sé hacer embudos …’-
- ¿Qué es eso de embudo?- le pregunté a mi vecino.
- Pues mire usted que para embarcar el ganado, hay que hacer una trampa para obligarlo a que vaya por un solo camino y suba hasta el camión.-
- Ah, sí, entiendo- le respondí.
- Y también me ha tocado manejar finca cacaotera. Con mayor razón ahora que el café está tan malo. Yo soy capaz de manejarle a usted cuatro hectáreas de cacao, yo solo. En cambio para manejar las mismas cuatro hectáreas en café, se necesita todo un batallón. Ahí sí es preferible el ganado, porque usted con dos peones maneja una finca ganadera grande. Claro que mientras pasa el tiempo y si no llueve, se muere usted de hambre, junto con el ganado. Ahí sí es preferible el cafecito, que cada seis meses le dá alguito de plata pal mercado’-
Otro vendedor que subió al bus, nos interrumpió el diálogo a Jorge y a mí, cuando nos ofreció un pedacito de ‘corcho’, que debía partir cada pasajero con su mano. Los corchos son esos dulces de pata de vaca, semejantes a la gelatina negra, pero de consistencia más dura y aspecto semejante al corcho. Los hacen especialmente en Neira (Caldas), según argumentó el vendedor. Vienen con sabores a café y leche. Son de verdad muy ricos y engolosinadores.
Aquí el muchacho los vende a $1.500 el paquete de diez, mientras que en Medellín se consiguen hasta a $3.000 la decena. Así que para endulzar la conversación, compré un paquete que compartí con don Jorge.
- Pues sí que yo manejé finca de café durante 20 años. Y a veces me venía yo por estas tierras, con un perro muy cazador, con el cual llegué a coger hasta cuatro gurres, en una sola jornada. Es que eso sí era bueno ese perro, ¡oiga! La sangre del gurre es muy buena pa’l ahogo. El gurre macho siempre se queda en la cueva, y la hembra sale con su camada, tres o cuatro pichones, todos machos o hembras, nunca trocados.
- Y cómo hace usted para cazarlos, con escopeta o qué – le pregunté a mi amigo.
- No, qué va. Desde que usted tenga un perro cazador legítimo, no necesita arma. El gurre sí corre, pero no alcanza al perro, le da lidia seguirle el paso. Y lo demás es pan comido: coger al gurre de la cola apenas el perro le ha dado caza – .
- Ve, no sabía yo de esa técnica – le respondí a mi vecino.
Lo bueno no dura. Tan entretenido que venía yo conversando con don Jorge, cuando en esas llegamos al cruce de Cerritos, en donde me despedí del amigo y bajé a esperar buseta para Cartago, que por este punto, pasan cada diez minutos.
Mientras llegaba el transporte, disfruté de una tajada de piña oro miel, que me vino de perlas para el calor del medio día.