Desierto de la Tatacoa (Huila).
Viernes 4 de abril de 2014
Para ir al Desierto de la Tatacoa, es necesario llegar hasta Aipe, población ubicada a una hora y al norte de Neiva, sobre el margen occidental del río Magdalena. La otra posibilidad para llegar a la Tatacoa, desde Neiva, consiste en tomar la vía hacia Villa Vieja, también a una hora de camino y hacia el norte, pero por una vía diferente. Aipe y VillaVieja son dos municipios separados por el río Magdalena, pero como no hay puente que los una, estando en Aipe, es necesario pasar en barca el gran río, y eso fue lo que hice yo. El Desierto está cerca de Villa Vieja. El regreso hasta Neiva, sí lo hice por la Vía que va de Villa Vieja hasta la capital del Huila, bordeando la margen oriental del río. .
Después de abordar la barca de Tomás, en pocos minutos estuvimos en la otra orilla del río Magdalena, que separa los municipios de Aipe y Villa Vieja. El paso del río Magdalena en la barca de Tomás, fue hermoso. El río, a esta altura, es tranquilo y no tan amplio. El medio día de verano intenso, sirvió de respaldo a las fotos que le tomé al barquero, mientras guiaba el motor desde la popa de la canoa. La bóveda celeste luce pocas nubes, de un azul intenso hermoso.
Para continuar mi viaje, el mismo Tomás me acompañó hasta una casa, de las primeras de Villa Vieja, donde la señora llamó a un moto taxista. Pero quien vino fue Gustavo, en su Renault 12 Break. Pensé que cobraría más, pero arreglamos el viaje hasta el Observatorio y Cusco, por $22.000, dándome tiempo para tomar fotos y demás.
Y sí, Gustavo Rubiano (314 308 1397), resultó ser un excelente guía y conductor, paraba donde yo quería tomar fotos y me esperó pacientemente durante las dos horas que duró mi recorrido por el desierto.
Del pueblo de Villa Vieja hasta el Mirador y el Observatorio, son ocho kilómetros por una vía pavimentada y en muy buen estado. A mitad de camino, en el ‘Mirador de Miguelito’, nos bajamos para contemplar el paisaje tan hermoso: el casco urbano de Villa Vieja ‘hundido’ en medio de la vegetación. Al fondo se alcanza a distinguir la cúpula blanca de la iglesia de Aipe, de donde vengo ahora. Pues sí que esta vista es preciosa, máxime en este día, cuando el sol está en todo el cenit.
Parqueamos al pié del Observatorio. Me cuenta Gustavo que, en fechas especiales, acá vienen astrónomos y realizan eventos para gomosos de ese tema. Allí venden botella de agua litro y medio, a tres mil pesos.
Luego pasé al Restaurante Yararaca, en donde Maritza cocina en medio de mucha limpieza y aseo. Me llamó la atención el orden de su fogón. Y la sorpresa fue que, le acaban de traer porciones de flan de leches, a tres mil pesos, el cual me supo delicioso, en aquel calor y lejanía.
Tomé algunas fotos desde el mirador, hacia la parte más rojiza, y la más hermosa, del bosque seco tropical, como se denomina técnicamente al llamado Desierto de la Tatacoa. Se trata de la segunda zona más árida de Colombia, después de La Guajira. Es muy bello todo, a veces profundidades en surcos, otras veces montículos de tierra colorada y siempre, una zona roja con el cielo azul y algunas nubes bajas, al fondo. No, pues provoca quedarse uno acá, a la sombra, sentado en estas bancas a extasiarse con tanta hermosura.
Cuando regresé al Observatorio Astronómico, la señora y Gustavo, comentaban acerca del día tan ‘hermoso’ que hizo ayer: Qué tal, una jornada en la que no se le vió la cara al sol en todo el día y venteó bastante. Siquiera no vine la víspera, y en cambio hoy me tocó este día espectacular y caluroso, para vijarenverano. Pero no falta la brisa y, mientras uno pueda estar a la sombra, el calor es delicioso.
Luego anduvimos otras cuadras en el Renault de mi guía, fuimos hasta donde flameaban tres banderas multicolores que, contra el firmamento azul, se ven preciosas. Más allá hay muchos hospedajes y restaurantes para turistas. Algunos viajeros se desplazan a pié, como un mochilero que regresaba con su enorme carga a cuestas. Se ve que es un extranjero. Pero también se puede recorrer gran parte del desierto en auto.
Fotografié algunas piedras ígneas, de color negro, que decoraban el piso; unos cactus casi redondos y algunos con flores, otros alargados y muy erguidos, recibiendo la brisa. En fin que este paisaje poco común es muy bello, y vale la pena haber regresado acá, luego de la vez aquella, como en 1.995, cuando conocí la región, en compañía de mi suegro y cuñado.
me gustaría saber cuánto costo pasar el magdalena en la balsa. gracias
$7.000 le pagué a Tomás. Claro que esa vez fui yo el único pasajero. Saludos.
En el río hay alguna balsa que pase motos.?
Creo que no, en realidad viajando desde Bogotá o Medellín se economizaría tiempo si la hubiera. De todas maneras vale la pena acercarse al rio y averiguarlo, pero cuando yo crucé en balsa, no existía transporte para motos. Saludos.
Con gusto, saludos.
Lo mismo, mucha suerte.