Correría por la Vía Marginal de la Selva: No todo me salió bien.
Marzo 13 al 21 de 2018
La semana pasada realicé un viaje de Villavicencio (Meta) a Saravena (Arauca), por un tramo de la Vía Marginal de la Selva, más concretamente la ruta 65 o Troncal del Piedemonte.
El proyecto: ‘Vía Marginal de la Selva’ es una autopista que unirá a Ecuador, Colombia y Venezuela, siempre por terreno plano.
En nuestro país atravesará las capitales de Putumayo, Caquetá, Guaviare, Meta, Casanare y Arauca, bordeando el piedemonte llanero.
En los viajes por Colombia generalmente todo me sale bien, como corresponde al ejercicio de una pasión; pero en esta ocasión hubo aciertos y errores, a los cuales me quiero referir. Veamos.
Acierto 1: Pasaje aéreo.
Mi viaje comenzó el lunes 12 de marzo del 2018, cuando compré a través de Internet pasaje Medellín-Bogotá por solo $65.000 en Viva Colombia.
Generalmente adquiero tiquetes a buenos precios pero con meses de anticipación, pero esta vez, 24 horas antes del viaje de 30 minutos, encontré un precio semejante al pasaje de diez horas en bus. Carita feliz.
Acierto 2: Salida de Bogotá.
Cualquiera creerá que recorrer el occidente de Bogotá para salir hacia Villavicencio es una odisea, pero no.
Ir desde el aeropuerto El Dorado hasta ‘Yomasa’, la salida para el Llano, fue facilísimo y muy económico.
Por solo $1.450 la buseta ‘Fontibón Calle 13’ que se coge en las afueras del aeropuerto, me dejó en la avenida Boyacá a la altura de la avenida 1° de Mayo. Allí paran casi todos los buses que, después de salir del Terminal de El Salitre, se dirigen al sur del país.
Efectivamente, en ese sitio me esperaba la buseta que iba para Villavicencio y bastó que yo me subiera para que el conductor arrancara.
Error 1: Visita a El Calvario.
Uno de los pueblos que me falta visitar en el Meta es El Calvario, una localidad pequeña enclavada en el piedemonte llanero.
Llegando a Villavicencio vi en el kilómetro 53 la entrada a ese municipio que dista de ahí unas tres horas. Pero como en ese punto la carretera al Llano la forman dos vías, una de bajada y otra diferente de subida, no sabía yo ni se me ocurrió averiguarlo, que por la vía de regreso a Bogotá no es evidente el cruce para El Calvario.
Cuando regresé en otro bus desde la entrada a Villavicencio en el sector Fundadores, para llegar a El Calvario, no se vio ni el kilómetro 53 ni desvío alguno hacia el municipio metense. Porque justo por ahí se transita por un túnel largo que me dejó como ocho kilómetros más arriba.
Como el viaje tardaría hasta cuatro horas, por esta vez renuncié a visitar El Calvario.
Total, perdí tiempo y dinero regresándome hasta Fundadores para tomar la vía hacia Guamal.
Desde Medellín he debido llamar a la alcaldía de El Calvario y averiguar horarios y frecuencias del transporte a ese destino. Pao, pao.
Acierto 3: Castilla La Nueva.
Detesto llegar de noche a cualquier pueblo a buscar hotel. Después de salir del aeropuerto de Rionegro a las once de la mañana, lo más probable era que no podría llegar hasta Castilla la Nueva, mi primer destino en solo una tarde.
Pero me arriesgué, corrí, investigué con otros viajeros y a las siete de la noche llegué a Castilla la Nueva, al occidente de Villavicencio.
Esta vez corrí con suerte porque encontré hospedaje bueno y económico en el Hotel Margarita, y Castilla es un pueblo pequeño pero animado y recursivo.
Si me hubiera quedado en Guamal, como pensé en un principio, no hubiera ganado tiempo.
Error 2: Se me quedó el celular.
El miércoles 14 de marzo, en Castilla la Nueva madrugué a esperar el transporte que pasa para San Carlos de Guaroa, el otro municipio del Meta que me falta conocer.
Es raro que al salir del hospedaje olvide algo en la habitación. Esta vez mi experiencia no fue suficiente y al dejar el hotel se me quedó el celular conectado.
Me di cuenta cuando estuve en la esquina de la EcoBioblioteca esperando el bus para San Carlos de Guaroa.
Me devolví corriendo al hospedaje y al regresar me dice la señora que vende jugos de naranja:
‘Usted que se va y ahí mismo pasó la Arimena para San Carlos’.
Ah, qué vaina. Maldita informalidad, aquí no hay oficina ni alguien que suministre información precisa sobre la frecuencia de las rutas. Supe que ayer el carro se devolvió de Guamal porque no hubo pasajeros.
Pero no, cálmate Germán Darío: el error fue tuyo por no revisar la habitación al salir. Látigo, látigo.
Entonces paciencia hasta cuando pase la otra buseta de la Macarena que, ‘debe pasar en seguida’. Así que a esperar.
Menos mal pude estar sentado en silla Rimax, a la sombra y entretenido viendo pasar muchos carros de transporte especial que movilizan los estudiantes y empleados de Ecopetrol. También se ven motos de gama alta.
Pasaron dos horas y nada que apareció la tal buseta de la Macarena. Por fin a las 8:45 abordé un viejo taxi colectivo marca Daewoo que me dejaré en San Carlos de Guaroa, luego de pasar por entre cultivos de palma de aceite.
Acierto 4: Moto-taxi en San Carlos.
San Carlos de Guaroa es un pueblo mediano, donde no todas las calles tienen pavimento, pero como todos los pueblos del Meta, tuvo una buena planeación urbanística: avenidas amplias y sardineles con árboles.
Imposible recorrer todo el pueblo en una mañana, pero acaté a arrendar una moto-taxi que me llevó hasta el largo puente de dos estribos sobre el río Guamal. Muy bello, lástima que por la falta de lluvias el río está bastante seco.
También pasamos por la manga de coleo, con buenas especificaciones. Estas pistas tienen en el centro una plataforma alta supongo yo donde se ubican los árbitros que deciden la competencia.
En fin que, gracias a mi amigo moto-taxista me traje una idea más completa de este otro municipio llanero. Ahí estuviste bien, Germán.
Error 3: Larga espera en Cubará.
A solo 20 minutos de Saravena (Arauca), pero ya en territorio boyacense, se encuentra Cubará uno de los cuatro municipios de Boyacá que me falta conocer.
Cuando llegué a Cubará, lo primero fue buscar la oficina de Cotravinal para averiguar a qué horas debía pasar transporte para Pamplona (Norte de Santander).
Como estuve allí al medio día, ya habían cerrado el despacho, pero el vecino me dijo que hasta las dos de la tarde no pasaría bus en esa dirección.
Así que con esa información de una sola fuente, me fui muy tranquilo a recorrer la plaza y algunas calles y hasta almorcé sin afán en el restaurante de don Pedro.
A la una y media cuando regresé a la oficina de transportes, me dijo la secretaria que hacía poco había pasado la buseta de la otra empresa; la de Cotravinal no aparecerá hasta las 4:30 de la tarde. Oh tierra tragame…
De todas maneras pasé el puente y me ubiqué a echar dedo a la salida para Pamplona.
Ayer en las afueras de Hato Corozal (Casanare), no tuve que esperar ni dos minutos haciendo auto-stop, cuando paró un ingeniero que iba para Saravena y me dejó en el centro de Fortul (Arauca). Fue un viaje placentero en el que aprendí mucho sobre cómo se construyen las carreteras.
Hoy tuve el Cristo de espaldas; estuve tres horas y media echando dedo sin éxito, menos mal a la sombra y sentado en un banco que me facilitó el señor del kiosco. Y es que por esta vía el tráfico es mínimo.
Al fin cerca de las cinco de la tarde apareció la buseta que había salido de Saravena a las 4:30 y media hora después pasó por Cubará. Ah, qué alivio.
Mientras la espera me consolé pensando: una ida a urgencias del hospital, la pérdida de la billetera, o cualquier otro imprevisto, hubieran sido peor que la espera bajo árboles frondosos y en sitio seguro.
Moraleja: en los viajes siempre conviene consultar varias fuentes. Mi error fue confiar en la información de una sola persona y no indagar con otros lugareños mejor informados.