Córdoba (Quindío).
Viernes 4 de diciembre de 2015
En ‘Rioverde’, las partidas para Caicedonia o Córdoba, le puse la mano a un campero que se detuvo para que yo subiera a la silla de atrás.
La camioneta la conduce una señora joven de la empresa: ‘Globos Colombia’, que realiza vuelos en globos aerostáticos (320 6677 818). Qué bien.
En el puente al comienzo del casco urbano le agradecí a mis amigas y en seguida el señor de un campero me subió a la plaza por mil pesos. ‘Subió’ no es una exageración, pues Córdova es un pueblo inclinado.
Lo poco que me gustó de la iglesia de Córdova fue su cúpula muy bella y los vidrios de colores que tiene la puerta central.
La plaza, también en declive, tiene árboles y una tarima central para actos oficiales.
En un kiosco con mesas, en la parte de baja del parque, está el ‘Café Mujer’, donde disfruté de un tinto con mucho sabor y aroma. Es un sitio encantador para no perderse nada del ambiente pueblerino.
En seguida viví otra experiencia inolvidable. Desde el Café Mujer se divisa una finca con secadero y una excelente vista sobre el pueblo, en horas de la tarde.
La suerte fue que al primer motociclista que requerí, accedió de muy buena gana a subirme en su potente vehículo Pulsar.
Tuvimos que trepar cuestas muy empinadas, luego de pasar por el Hospital San Roque de Córdova. Pero mi amigo es bastante diestro para conducir.
Por más que el conductor hizo sonar el agudo pito de la moto, nadie salió a recibirnos. A mí me daba temor del perro que no ladraba, pues los otros tres que tan pronto llegamos, no hicieron sino sembrar alarma, esos sí no me inspiran temor.
Menos mal el moto-taxista fue más arriesgado que yo y avanzó hacia la casa y el papayal, con plantas cargadas de frutos carnosos y casi maduros.
La ventaja de usar ese servicio: además de una moto y un conductor, a veces se tiene un guía y empleado de seguridad.
Desde ese punto tomé fotos panorámicas muy buenas, aunque el frontis de la iglesia de Córdova, que no es gran cosa, se ve tapado por los frondosos árboles del parque.
La casa de la Cultura de Córdova, donde me dejó mi chofer, es hasta parecida a la de Génova, de dos plantas y sobre terreno inclinado. Solo que la casa cordobesa tiene algunas partes en guadua.
En seguida fotografié edificaciones antiguas contra las cuales da el sol poniente de las 4:30. En esas empezó a parpadear la batería de mí cámara y como pude le robe cinco o seis fotos más.
Detrás de la Casa Cural construyeron un salón parroquial lo más de bonito, con acabados propios de la arquitectura tradicional y un patio atrás con una banca y, sobre la pared, decorados del mejor estilo.
Por último probé el kumis casero en la Panadería Nueva, la que queda en seguida de la Alcaldía. Estaba muy rico, aunque un poco dulce.
Mis lectores hasta me tildarán de exagerado si escribo que lo que vino a continuación fue inolvidable.
Bajé por la calle por la que debía pasar la buseta, le puse la mano a un muchacho que bajaba en su moto AKT, y sin rodeos accedió a llevarme hasta Rioverde.
Qué emoción y cuánta alegría. Esta hora de las 4:40 es especial para rodar por vías con cafetales al lado, o bajo el hermoso túnel verde, que da sombra a lo largo de tres kilómetros, antes de llegar a Córdova.
Mi conductor es agente de la policía, pero va de civil. Y no me quiso cobrar cuando me bajé de su moto en Rioverde.
Dios lo proteja, le debo mucho por ese viaje encantador, a través de los siete kilómetros que hay entre Córdova y Rioverde.
De regreso a Armenia, pasamos por la entrada a ‘ReCuCa’, Recorrido por la Cultura Cafetera, un Parque Temático que montó un tipo emprendedor y algo loco, según me contaron la otra vez. Y como que le ha ido muy bien.
Más adelante nos encontramos la bellísima casa que ahora es sede del Colegio San Francisco Solano.
Del más puro estilo de la colonización antioqueña, esa mansión se ve preciosa desde la carretera.
Seis kilómetros antes Armenia, está La Y, donde se parte la vía: para Caicedonia o Cali e Ibagué o Bogotá.