Consacá (Nariño)
Lunes 14 de diciembre de 2015
Después de visitar ‘La Piedra de Bolívar’ en Bomboná, mi conductor y yo salimos hacia Consacá, que queda a solo cinco minutos de su principal corregimiento.
Íbamos a cruzar el nuevo puente metálico sobre el río Azufral, cuando Jorge me hizo caer en cuenta que aún se conserva el antiguo puente en el extremo de una curva, muy adentro de la montaña. Hasta allá fuimos a fotografiarlo.
Pero lo sorprendente es que hace 29 años hubo una gran avalancha por deshielo del volcán, semejante a la que acabó con Armero. A pesar que las aguas rebasaron el proyecto primitivo, el viaducto no sufrió ninguna avería. Conserva los cuatro ‘huequitos’, como llama Jorge a los nichos que decoran el viaducto.
Consacá es un pueblo mediano, de topografía inclinada, pero con las dos calles principales, bien pavimentadas y limpias. Porque Consacá queda en el límite de una gran hondonada que en miles de años ha cavado el río Guaítara.
Entrando al centro vimos filas de ancianos y madres cabeza de familia a la espera del auxilio gubernamental. Por fin Jorge, mi moto-taxista consaqueño, me dejó en la plaza principal de este municipio nariñense.
El parque principal merece una manito. Seguramente la próxima administración de la alcaldesa Aydee Marleny Patiño Rosero, le dedique tiempo y recursos para que se vea mejor. Nada mejor que una mujer al frente de la administración, para ordenar y mejorar la imagen del pueblo.
El edificio de dos pisos donde funciona la alcaldía exhibe un balcón corrido y amplio con inmejorable vista sobre la plaza principal.
En el centro urbano del ‘Rincón Histórico de Colombia’ viven unas dos mil personas. La mayoría: 8.000, habitan en las veredas, para un total de 10.000 consaqueños.
El cultivo y proceso de la caña de azúcar es el principal renglón de la economía. Antes y después el casco urbano, se ven varios trapiches y recuas de caballos transportando los tallos para exprimirles el dulce jugo.
Los tejares y ladrilleras constituyen otra fuente de empleo para los trabajadores de Consacá.
En la plaza principal me llama la atención un corazón gigante, formado con matas de jardín, en la ladera de la montaña cercana.
Y en el interior del templo me impresionaron la baldosa del piso, de gran finura, y el cielo raso de la única nave, de aspecto elegante, con formas geométricas doradas sobre fondo granate.
No hay transporte hacia Sandoná en las próximas horas. Entonces almuerzo cerca del Hospital y camino a pie hasta la salida, a la espera de algún carro particular.
Pero fue Diego quien me recogió en su moto y por $11.000 se comprometió a llevarme de parrillero, hasta mi siguiente destino.