Cimitarra (Santander).
Viernes 17 de abril de 2015
En Landázuri abordé la buseta Mercedez Benz, para 20 pasajeros que salía ya para Cimitarra.
De Landázuri a Puerto Berrío son 100 kilómetros, y a Cimitarra 30, para 45 minutos de recorrido y $8.000 el pasaje.
Cimitarra es uno de los municipios más extensos del departamento de Santander.
Tan pronto se sale de Landázuri, crece a lado y lado de la vía, un bosque virgen bellísimo.
Me recuerda la parte de la carretera por los lados de San Luís, en Antioquia, por donde aparecen mulas que bajan del monte con productos agrícolas y luego suben el mercado que se compra en los comercios pueblerinos.
Por este tramo también hay fallas geológicas y pedazos sin pavimento, aunque en mejor estado el piso descubierto.
Pero todo se compensa por el paisaje natural tan hermoso: rocas ennegrecidas por la humedad, lajas de piedra grandes, monumentales, como tableros colocados contra la ladera de la montaña.
Por fin, en el kilómetro 40, siete mil metros antes de llegar a Cimitarra, comienza el terreno plano y la carretera tiene el pavimento en buen estado, con rectas largas por las cuales se avanza a mayor velocidad.
La buseta me dejó al pie de la iglesia que en ese momento abrían, justo a las tres de la tarde.
Se trata de un templo pequeño pero moderno y de diseño más bien ostentoso, muy diferente a todos.
El parque de Cimitarra es amplio, con muchos árboles y muy frecuentado por lugareños que disfrutan de la sombra en una tarde de calor.
Se me hace que este pueblo grande, se parece mucho a su vecino Puerto Boyacá, en el cual estuve hace dos años.
La diferencia está en que el municipio boyacense tiene en total 50 mil habitantes, en tanto que en Cimitarra viven 13 mil personas en el casco urbano, 21 mil en el campo, para un total de 34.000 cimitarreños.
En ambas localidades hubo violencia en el pasado por parte de grupos paramilitares que se asentaron en la zona.
Son dos pueblos planos, calientes y de población grande y comercio dinámico.
Escribo el borrador en la Panadería ‘Delicias de la Quinta’, a todo el frente de la Alcaldía, de dos pisos y buen enchape en piedra bogotana.
Acompaño el tinto con dos panes pequeños: uno costeño y el otro calentano.
A los lados del casco urbano, hay dos cerros boscosos semejantes al cerro Nutibara en Medellín.
En ‘Cerro Pelao’ hay un mirador al que le da el sol en horas de la tarde, y en el otro se ve, en medio de la floresta, la casa que construyó uno de los alcaldes recientes del municipio.
Desde esa mansión que apenas si se distingue, se debe divisar muy bien todo el centro urbano.
En seguida contrato una moto-taxi por mil pesos cada recorrido, para fotografiar el Monumento a los Indios, como se le conoce popularmente por tener imágenes de aborígenes semidesnudos, pero cuyo nombre exacto es ‘Monumento a la Serranía del Carare-Opón’.
En la placa se leen los nombres del alcalde de 1.999, y los secretarios de turno que ordenaron la obra, todos ‘doctores’, pero por ninguna parte aparece el nombre del artsita que diseñó tan bella escultura.
Frente al monumento está la Plaza de Ganados, en donde hacen las subastas cada mes, con asistencia de muchos hacendados de la región.
Regreso al parque principal de Cimitarra, en donde me encuentro dos sorpresas: de una parte el delicioso Frappé que pruebo y vende a mil pesos un muchacho, en vaso sellado por una máquina moderna, traída de Venezuela.
Ese sistema de entrega se parece mucho al que utilizan las franquicias de la marca costarricense: ‘Cosechas’.
Lo otro que me sorprendió en el parque cimitarreño, fue la presencia en los árboles, de varios osos perezosos, de esos que se mueven lentamente y tienen una pinza a manera de mano.
El animal como que estaba hambriento, puesto que decidió ubicarse en las ramas más bajas y, efectivamente, luego que pasé por allí, ya estaba comiendo de un banano que le suministró un lugareño.
Bueno, ya con esto doy por terminada mi visita a Cimitarra, me gustó conocer este pueblo.
Lo que sigue ahora es bien difícil: conseguir transporte para El Puntazo, y luego hasta Puerto Boyacá, en donde aspiro a llegar temprano esta noche.
Es inexplicable el poco servicio de transporte que hay entre estos dos municipios vecinos. Tal vez por lo que ambos tienen suficiente comercio, que los hace autosuficientes e independientes.
Hasta las cinco de la tarde no sale un bus hacia Puerto Araujo, entonces preferí salir a las afueras de Cimitarra para ver si allí pasaba un transporte público, o alguien que me recogiera.
‘Aquí nadie recoge a nadie’, me advirtió la chica de la moto taxi que me llevó hasta la estación de gasolina Terpel.
Pero como ‘más sabe el diablo por viejo que por diablo’, a este sesentón nadie lo convence de que en ese sitio puede encontrar su oportunidad.
Y sí, al rato de echar dedo, y cuando me había fijado como límite las cinco de la tarde, a las 4:50 me paró una camioneta doble cabina D-Max, conducida por Alberto, un conductor de una empresa que había venido a Cimitarra como escolta del camión que trajo una gran mezcladora.
Pero lo mejor fue que mi conductor se interesó tanto en mis viajes, que me propuso que jugáramos al que conociera más pueblos de Colombia. Así que él me preguntaba por uno y, si yo no lo conocía, era un punto para Alberto. Luego me tocaba el turno a mí, y así sucesivamente.
Al principio fue Alberto el que más puntos acumuló, pero porque desde el principio me corchaba con municipios del Putumayo y los llanos orientales, a donde yo no he ido. Pero luego le cogí ventaja cuando pusimos la condición que no se podía repetir departamento.
En fin que Alberto se convenció que yo conocía mucho de nuestro país, y a raíz de eso no dejó de conversarme e interesarse por mis respuestas.
Con Alberto pude llegar incluso hasta la entrada a Puerto Boyacá. ¡Qué maravilla!
Pa’ que vea, cuando menos pensaba llegar temprano a mi destino, tuve la fortuna de encontrar ese transporte tan cómodo y expedito.
El alcalde de Cimitarra hasta el 2019 es el señor Mario Fernando Pinzón Sierra.
Antes que todo, permitame felicitarlo y decirle que lo envidio enormemente, ya que imagino que debe tener mil historias y anécdotas que pueden ser maravillosas de oír en compañía de un buen café.
Excelente relato de su visita por nuestro hermoso Municipio, espero que se repita y que me pueda contactar, para acompañarlo y aportar material fotográfico que pueda enriquecer su experiencia. Un saludo
Cierto, cuando se viaja con frecuencia se viven muchas experiencias increíbles. Algún día tu también lo harás. Saludos.
Hola, soy Rosana Lombana, la hija del autor del monumento a los pobladores de Cimitarra.
El autor se llama Héctor Lombana Piñeres quien nació en Río Frío Magdalena el 8 de marzo de 1929 y falleció el 19 de octubre de 2008 en la ciudad de Santa Marta.
Mi padre realizó 25 monumentos en Colombia y otros en el exterior.
Muy buena la aclaración, gracias.
Que buenas reseñas, gracias por compartir
Con gusto, saludos.