Chivor (Boyacá).
Viernes 23 de febrero de 2018
Poco tráfico.
Después de visitar Almeida salí en moto taxi hasta el cruce para Chivor.
Más de media hora esperando transporte, hasta cuando me recogió una camioneta Mazda cuatro puertas con platón y carpa. Qué descanso.
El tráfico por esta vía es muy escaso. Toda la carretera es destapada, pero en buen estado.
Al comienzo se observan paisajes muy bellos; allá abajo se mira el embalse de la hidroeléctrica de Chivor y al frente, en la ladera de la cordillera, el pueblo de Macanal.
Por esta parte el espejo de agua del embalse que alimenta la hidroeléctrica se contempla más amplio.
En ‘Las Juntas’ apenas si se insinúa un hilo de agua, debido a las pocas lluvias que han caído por estos días.
Muy pocas casas campesinas a orilla de la carretera, casi ningún cultivo, escasamente ganado pastando en predios pequeños.
En Colombia hay mucha tierra sin explorar, predios baldíos que nada producen en parte por la falta de vías de penetración.
En verano abundan árboles de anacoque o ceibos, esos de flores entre rojas y naranja que también veo en Medellín a través de mi ventana.
Rápidamente comprendo que a mi conductor no le gusta conversar, prefiere ir en silencio y entonces yo no le hago más preguntas, a pesar que solo le averigüé acerca de los sitios por donde vamos, ninguna cuestión sobre su vida personal.
Al final me di cuenta que mi amigo es un distribuidor de mercancías y abarrotes entre las tiendas de los pueblos de la zona.
Cinco kilómetros antes de llegar a nuestro destino, después de una curva, se ve completo el municipio de Chivor.
En semana: soledad.
A las 12 del día, después de 45 minutos de viaje desde el cruce de Almeida, entramos al pueblo.
Chivor es también un pueblo solo y quieto, aunque más grande y con más dinamismo que su vecino Almeida. No es plano, detrás de la iglesia se admira un cerro boscoso bien conservado.
Y ya ve, no he visto casi motos, más bien unas pocas camionetas con platón y camperos indispensables para viajar por carreteras sin pavimento.
La plaza central un tanto inclinada, rodea el parque en cuyo centro se levanta la escultura del cacique Chivirir y su compañera, obra de la artista Sofía Sánchez.
El jefe tribal exhibe una gran gema verde, en tanto que la mujer deja ver su cuerpo voluptuoso y unas trenzas tupidas y muy bien armadas.
La alcaldía de dos plantas y algunos hoteles forman parte del marco de la plaza.
En el parque recién remodelado, también se destaca el busto de Ernesto Rodríguez Guatavita, fundador del municipio.
Lo que más admiré en Chivor fue el diseño del reloj de la iglesia, con forma cuadrada y mecanismo eléctrico. Infortunadamente no funciona por estos días.
Fuera de la plaza central está en la parte baja del pueblo, la ‘Plaza Nueva’, otro espacio abierto con cancha mixta, kiosco y juegos infantiles.
Visité el cementerio de buena portada y tumbas sencillas. Es un campo santo muy visible tanto de lejos como desde las calles del poblado.
Pueblo esmeraldífero.
Un señor que escogía piedrecitas verdes sobre un pañuelo me pidió diez mil pesos por permitirme enfocar las piedras preciosas. Cómo se ve que la ambición por el dinero es prioritaria en los mineros.
Las piedrecillas que tenía el hombre no son de mucho valor, se sabe por el poco brillo y escaso color de las mismas. Su pureza también deja mucho que desear.
En la Plaza Nueva alguien me grita: ‘Esmeraldas’, claro el hombre me vio pinta de turista con dinero, y se atrevió a llamarme.
Pero lo que más me impactó en esta comarca boyacense fueron algunas aceras cubiertas con marmaja y cemento. Claro, este es un pueblo esmeraldífero.
Queso frito con dulce.
Una plaza de mercado cubierta se observa entre el parque central y ‘Plaza Nueva’. Pero parece que no se usa mucho o de todas maneras es una instalación superior a las necesidades del pueblo, al menos en semana.
En Chivor también elaboran las famosas cuajadas de queso frito en miel de caña. Se ven muy apetitosas y tienen la ventaja de ser un dulce con abundante proteína.
En horas de la mañana y a pocas cuadras de la plaza principal, por ‘la carretera que sube pa´rriba, pa´la mina’, se obtiene una bella panorámica en picada, del pueblo completo.
En la actualidad es posible visitar las minas de esmeraldas en Chivor, y se organizan excursiones desde Bogotá, en un viaje de cuatro horas y media, a partir de la represa del Sisga, pasando por los municipios de Machetá, Tibirita, Guateque, Garagoa y Almeida.
A las dos de la tarde salió por fin una buseta con destino Tunja, un carro de vidrios opacos, muy tapado, en la cual menos mal pude ubicarme detrás del conductor.
Viajaré hacia el norte, cerca a Tunja, para visitar otro pueblo que me falta: Viracachá.
Acá habitan en total 2.000 chivoreños, 500 en el pueblo y 1.500 en las veredas.
El alcalde de Chivor hasta el 2019 es el señor Carlos Hernando Perilla Aldana.