Caramanta (Antioquia).
Viernes 19 de junio de 2015
Desde hace muchos años estoy visitando Caramanta. Me encanta este pueblo, por su arquitectura bien conservada y la gente tan acogedora.
Hasta cuando la vía para Pereira pasaba por sus calles, Caramanta tuvo suficiente movimiento comercial. Pero a partir del momento cuando empezó a funcionar la carretera por La Felisa e Irra, este municipio quedó aislado del resto del departamento.
No obstante, ese aislamiento favoreció el que la Arquitectura de la Colonización Antioqueña, que predomina en Caramanta, se conservara muy bien y hasta nuestros días, cuando se pueden ver casas con balcones, zaguanes, contra-portones y los colores propios de ese estilo de construcción.
Otro atractivo especial de este pueblo, es la iglesia de la Inmaculada Concepción, diseñada nada menos que por el arquitecto belga Agustín Gooverts, el mismo que construyó el Palacio de la Cultura, el Palacio Nacional, y otras tantas edificaciones e iglesias en Medellín y algunos pueblos antioqueños.
No solo el interior de la iglesia, sino su bella fachada, son buenos objetivos para el fotógrafo profesional o aficionado.
A media mañana estuve en La Pintada. Qué delicia de torta de pescado, recién frita la que disfruté en el paradero que allí tiene, la Empresa Valparaíso Caramanta. Sobre todo la cascarita estaba de un sabor crocante delicioso. A $4.500, que ricura.
Luego de la Pintada está la salida para Puente Iglesias y Jericó y más adelante La Fabiana, el sitio donde la vía se reparte: para Támesis a la derecha o Valparaiso y Caramanta a la izquierda. Por acá se ven unos túneles muy verdes, con los árboles de matarratón que hay a lado y lado del pavimento.
El tramo de carretera entre el alto de las Agujadas y Caramanta es de una belleza sin par. Con razón a Caramanta se le conoce también como ‘El Mirador de Antioquia’.
En un día abierto como el de hoy, la vista es inmejorable. La carretera es todo un balcón lineal sobre el cauce del río Cauca. Al otro lado se alcanza a ver Aguadas, algunas veredas, corregimientos más grandes, cultivos de café, pastizales, todo bellísimo.
También se observa Sucre, un poblado grande, y La Cuchilla, sobre el filo de la cordillera. Caramanta está a solo tres kilómetros del alto, y se ve solo cuando uno está cerca a La Bomba, la estación de gasolina que hay a la entrada. La vista desde allí es inmejorable.
A las diez de la mañana me bajé en la plaza de Caramanta. Ya venía al lado del conductor, que resultó ser amigo y socio.
¿Dónde me hospedo? He ahí el problema. Lo que sí le hace falta a Caramanta es una buena infraestructura hotelera. La mayoría de los hoteles son muy básicos y como que ninguno tiene WiFi.
Averigüé en varios hospedajes, algunos llenos, hasta que encontré la mejor habitación y colchón en el Hotel Comercial, abajo de la Casa Cural, por $18.000. Con dos camas y ventana hacia las montañas.
Ah, siquiera ya aseguré la dormida. Como en estos días hay tantos trabajadores y contratistas, de los que construyen el Parque Biblioteca y rectifican la carretera, muchos hospedajes están llenos.
Ese Parque Biblioteca que se construyó en el costado sur de la plaza principal, quedó muy bonito, con terraza hacia atrás, como el de Titiribí, un salón de conferencias en el sótano y preciosa vista sobre las montañas del sur.
Pero lo que no me explico es por qué, si los techos de la plaza tienen teja de barro, a esta edificación le colocaron teja española de gres.
Ya sin equipaje, contraté a un motociclista que prácticamente estrena su moto, para que me llevara hasta la Virgen que hay a la entrada, desde donde, a esta hora de las once de la mañana se ve el pueblo completo, con la iglesia gótica en el centro.
Estuve conversando en los parasoles del Bar Pilsen con dos funcionarias de la oficina de Catastro Municipal. Ellas me recomiendan que visite el Cementerio y La Fundación. Hasta allá fui a pie, pues la calle es en descenso.
El cementerio, sí, muy bonito, en colores azul y blanco, que hacen juego de maravilla con el firmamento que luce hoy, abierto y de pocas nubes.
Pero lo que me dejó sin aire fue la Fundación Hojas de Otoño, es decir, el Centro Geriátrico que alberga a 35 ancianos, todos caramenteños. Esta dirigido por la gerontóloga Claudia Gómez, una chica muy competente y profesional. Inmediatamente mandó llamar a Nelly, una de las de oficios varios, quien hace muy bien el papel de guía turística.
Pues sí que qué modernismo, aseo, orden y limpieza. Una edificación de dos plantas y sótano, con todas, pero todas las comodidades y diseñado atendiendo hasta el más mínimo detalle, de lo que debe tener una persona mayor.
Baños con agarraderas en acero, alcobas con dos camas muy buenas, gimnasio, comedor para adultos y para enfermos, huerta con hortalizas y aguacates, y granja con gallinas.
Este Centro Gerontológico está en comodato por 20 años con la Fundación Berta Arias de Botero. Pero llama la atención cómo la capilla, los dormitorios, todo fue edificado sin miseria, con los mejores materiales y todas las comodidades. Excelente. Nunca había visto un centro Gerontológico tan completo y moderno.
Una cosa que me gustó es que no hay ancianos en situación deprimente, muchos están ocupados: doblando ropa, tejiendo tapetes, viendo televisión o, como Carlota Inés Franco, una viejita divina, a quien fotografié cosiendo a mano, unos interiores. Linda, quedó muy bien en las fotos.
Traté de saludar a todos los ancianos o hacerles alguna charla apropiada. Definitivamente debo visitar el ancianato en cada pueblo que conozco, cómo les agrada que uno se pare a conversarles unos minutos. Y eso es lo que más necesitan: que el visitante se siente con ellos a conversar, según me dijo Claudia Gómez, la directora.
También les encanta que los saquen a pasear, que los lleven a un pueblo o al campo. El Centro se construyó en lo que antes era ‘La Manga de los Pollos’. Fue inaugurado en el 2009, y en Santa Bárbara, existe uno semejante, según me contó la gerontóloga.
La directora me explicó que por ley, los municipios deben destinar una partida para los ancianos. Además todos reciben un subsidio del gobierno nacional de $65.000 mensuales. Pero de todas maneras necesitan ayudas, son 30 viejitos de caridad y solo cinco que pagan mensualidad. Para el sostenimiento de un anciano se requieren por lo menos $350.000 mensuales. Así que calcule usted…
En seguida fotografié unas niñas que jugaban escuelita en una calle, preciosas, me encantaron. Da gusto ver en los pueblos jovencitos que todavía no se mantienen pegados a un smart. Y también enfoqué casas muy bellas y calles bien conservadas.
Llamé a mi moto-taxista quien vive en el mismo barrio Cañabraval, en donde me encontraba. Este joven parece hecho a mi medida. Como moto-taxista maneja incluso a menos velocidad de la que a mí me gusta, pero en este caso, por defecto no se peca.
Desde los tanques del Acueducto de Caramanta, se ven por la tarde paisajes muy bellos. Sauces gigantes y de troncos gruesos; ganado hosltein pastando en los potreros verdes, y ‘Casa de Teja’, una finca ancestral y hermosa, cerca a la Planta de Tratamiento del Acueducto.
Desde allí se ve muy claramente, aunque lejos, el casco urbano de Aguadas. Eso no es posible sino en un día tan abierto como el de hoy, cuando cielo de pocas nubes permanece azul.
A la salida de las escuelas, bajamos con cuidado y fui a visitar la Alcaldía, que ahora está más amplia de cómo la conocí hace diez años. El salón del Concejo lo hicieron en la parte de atrás que le agregaron al edificio, y quedó lo más de bueno. A esta edificación también le hicieron un mirador panorámico, con vista a los campos verdes del oriente.
Un funcionario me cuenta cómo las motos, de las cuales en cada casa hay de una a tres, le han quitado muchos pasajeros al transporte veredal. Y algo increíble: parece ser que con la pavimentación de la carretera hacia Medellín, la gente como que prefirió irse de Caramanta. De los 12.000 caramanteños que había antes, ahora solo quedan seis mil, teniendo en cuenta tanto los del casco urbano, como los que residen en las veredas.
A continuación fotografié a Turpial y Muñeco, dos ejemplares equinos que trajeron sendas cargas de panela a vender al pueblo. ¡Hermosos!, con su amo al frente, muy sudado por la brega y con delantal sucio, pero formando un conjunto ocre muy singular.
¿Qué me falta? Pues fotografiar el interior de la iglesia. Está muy florida, luego que un sacerdote de Supía quiso ordenarse en esta ermita. Felicité al sacerdote porque no ha colocado poster publicitarios dentro de la iglesia, como si fuera un almacén de ‘todo a mil’.
Luego vine al Bar Pilsen diagonal a la Iglesia, a escribir estas líneas.
Estoy feliz en este pueblo, está hermoso, me encanta. Y la gente muy querida.
Hace poco comí la dosis diaria de mangos criollos, de los que vende la señora acá al frente. Ese es el pecado: en esta plaza, frente a la iglesia hay unas ventas de frutas y verduras mal presentadas. Menos mal no son muchas, y el resto de la plaza se ve despejado.
Con los últimos rayos del sol, así como con los primeros de la mañana se toman fotos muy bonitas. Entonces enfoqué las fachadas más pintorescas de la plaza y la calle Girardot.
Luego llamé al amigo de la moto para que me llevara hasta el Cristo Rey. Lo despaché y me quedé tirado en la manga viendo cómo cada vez la penumbra le ganaba a la luz.
En la bóveda celeste dos luceros coquetos le seguían el paso a una uña de luna encantadora. Rara vez confluyen en el espacio, las tres luminarias más brillantes: Luna, Júpiter y Venus. Qué belleza de trío, muy cerca entre sí, forman un triángulo bastante decorativo.
Hacia el oriente se ven, fuera de las luces de Aguadas y otro pueblo, el resplandor y la mancha amarilla de Manizales. La noche está tan despejada como estuvo el día. En el pueblo poco a poco empiezan a encenderse las luces de las calles y las residencias. Lástima que la iglesia no tenga ninguna luz encendida, se vería mejor el pueblo por la noche.
Cómo es de querida la gente en los pueblos, les pedí autorización a tres señores que conversaban en una mesa del Pilsen, y ahí mismo con cuánta gana, los tres en coro, me invitaron a tomar asiento.
Por ellos supe que aquí hay dos corresponsales bancarios de Bancolombia, en uno de ellos cargué la billetera.
Vine al Café Compita a terminar el diario de este día maravilloso, antes de ir a dormir. Es muy bacano trabajar acá en la plaza con buena música y una soda con limón al lado.
Ya me complacieron con mis canciones favoritas, los únicos lugares donde escucho música a buen volumen.
Me encantó Caramanta esta vez, disfruté de un tiempo soleado maravilloso y la gente me atendió muy bien.
Hola, viajero en verano
Soy hija adoptiva de Caramanta. Viví parte de mi infancia allí, y de vez en cuando me gana la nostalgia y busco imágenes y relatos de este pueblo tan querido para mí. Volví el año pasado y sus colores me conquistaron de nuev. Espero volver pronto.
En cuanto a la infraestructura hotelera tienes razón, pero parece que eso va a cambiar, para deleite de los que queremos volver más seguido.
Gracias por dejar estas bellas imágenes y este agradable relato
Gracias por su comentario y felicitaciones por ser hija fiel de ese bello municipio del suroeste. Sí, qué bueno volver por allá. Saludos.
Porq.el.alcalde.mo comstruten un hotel bueno com.camas limpias.y.codas? Asi irmas gente le.entraria mas dimero al pueblo
Sí, la oferta hotelera en ese municipio es muy escasa. Dado que es un pueblo retirado de Medellín, muchos visitantes quisieran dormir en Caramanta. Saludos.
Así es queriendo Dios.
Olaaaq exelente cronica,quiero irme con mi amante(mi camara),tu articulo me hizo dar ganas se irme este fin de semana para caramanta.
Algun otro concejo?
Alguien que me puedq mover por diferentes sitios(moto?).
Sí, anda, no lo dudes. Solo que consulta las predicciones sobre el clima. Y fíjate bien en el paisaje antes de llegar al pueblo, es precioso. Ya en el destino consigues moto-taxis para desplazarte a veredas. Saludos.
Soñé con este, sitio. Nisiquiera, sabia, que existia. Y salió en mis, sueños. Caramanta. No se, que quiera significar
No pues que el próximo viaje lo debes programar para Caramanta, es muy bonito incluso la carretera que conduce al destino. Saludos.