Boyacá (Boyacá).

Sábado 22 de diciembre de 2012

Yo tampoco lo sabía: en Boyacá hay un pueblo que se llama de la misma manera que el departamento al cual pertenece. Entre Jenesano y Boyacá hay 45 minutos de recorrido. En medio de la ruta está el Puente Camacho, donde se bifurca la carretera, para Ramiriquí o para Tunja.

A las 9:45 me bajé en la ‘variante’ de Boyacá, un pueblo pequeño, ubicado a un lado de la vía. En el primer establecimiento le entregué mi cédula al tendero y le pedí que me guardara el morral mientras entraba al pueblo. El hombre me autorizó de muy buena gana, e incluso al regreso, no me quiso recibir los dos mil pesos que le había prometido por el servicio.

Ya sin morral a la espalda subí las pocas cuadras que me separaban de la plaza principal de Boyacá. Se trata de un pueblo tan pequeño como grande es su templo parroquial. Se podría decir que Boyacá es una iglesia con pueblo.

Y es que, supe luego, al parecer se trocaron los planos para la construcción de los templos de Garagoa y Boyacá. De tal manera que la iglesia que se iba a levantar en Garagoa, se construyó acá, y a la inversa. Pa’ que vea, las cosas tan insólitas que ocurren.

El templo de Boyacá está construido en honor de los santos Felipe Apóstol y Martín de Porres. Tiene su

planta en forma de cruz, unos cuarenta vitrales hermosos y con figuras bien logradas. También decora la iglesia un gigante rosetón colorido.

De estilo gótico, con arcos de crucería, capiteles jónicos y nervaduras ojivales, esta iglesia es muy bella a pesar que las torres quedaron inconclusas, pues apenas se construyeron las bases, sin las terminaciones puntiagudas que caracterizan el estilo medieval.

Arriba de la puerta principal está la imagen muy original de una María Inmaculada triunfante con su brazo derecho en alto. Y en uno de los costados del techo, en un sitio de privilegio, pero bastante ventilado, se aprecia la imagen de San Isidro labrador, con su pala al pie, un patrono muy venerado por los campesinos boyacenses.

Desde ese punto debe hacer mucho frío en las madrugadas, pero por las tardes, la vista es envidiable. Cuentan que al cura que dirigió la construcción de esta iglesia, cuando la vio terminada y tan bella, de la emoción, le dio un infarto y se murió.

La Casa Cural, a un lado de la iglesia, es inmensa y por supuesto, la mejor residencia del municipio. En la Plaza conocí al Padre Juan Armando Burgos, un cura joven con quien intercambié ideas. Fue muy generoso, pues me dedicó más de una hora y me enseñó muchas cosas del pueblo.

Gracias a ese sacerdote aprendí las características técnicas de las iglesias doctrineras: que tienen una cruz afuera, el púlpito casi en el centro, inmejorable acústica, fundamental en aquellos tiempos cuando no existían sistemas de amplificación, y ventanas ‘en espejo’, para mejorar la iluminación, en épocas en que no existía la luz eléctrica.

Tanto la Casa de Gobierno como el parque, están muy bien conservados, reformados con gusto en piedras de color amarillo, el que predomina en el contorno de la plaza principal y en todo el pueblo.

Y es que las casas de Boyacá repican el decorado de la iglesia: casi todas tienen sus fachadas pintadas de amarillo y crema.

Bueno, a las 11:15 doy por terminada mi visita a Boyacá, valió la pena haber venido, le agradecí la deferencia al Padre Juan y fui por mi morral a la tienda de la avenida.

Seguiré hacia Soracá y amaneceré en Tunja.